Y justicia para todos
¿Quién juzga a quien nos juzga? ¿Quién vigila a quien nos vigila? ¿Hasta dónde podemos exigir a nuestros jueces que su conducta sea intachable dentro y fuera de los juzgados? Todas estas aristas son preguntas trascendentales y complejas en el tema de la ética judicial, sobre la forma de enfrentar o juzgar a los propios magistrados.
Esta semana se conoció la noticia de que el Consejo de la Judicatura Federal (CFJ) suspendía para iniciar investigaciones por irregularidades a un juez y un magistrado federal; además circuló la nota de que estaban de igual forma bajo tela de juicio otros 14 juzgadores federales. Los asuntos no sólo tienen que ver con fallos irregulares, además existen una serie de causas que van desde el acoso sexual a personal bajo su mando, contratación de parientes, entre otras situaciones. Para nadie que conozca el ámbito judicial es un secreto el poder de que gozan los jueces y magistrados federales: altos emolumentos, prestaciones como vehículo, chofer, apoyo para vivienda, jugosas jubilaciones, etc. Además de lo anterior, gozan de cierta movilidad de su personal, colocación de oficiales judiciales, nombramiento en ciertos casos de actuarios y secretarios de acuerdos; pero fundamentalmente son quienes tienen la última palabra jurisdiccional en el país a través del llamado juicio de amparo.
Es cierto, todas las prerrogativas pueden blindar a los jueces de caer en actos de corrupción, y posibilitarlos para ejecutar su función con auténtica autonomía, pero también los puede llevar a crear cotos de poder que los ensimisman y provocan que deliberada o inconscientemente apliquen la voluntad de su persona y no la de la ley. En materia federal se ha dado cuenta de esto, el CJF ha descubierto muchos casos de abuso de poder, aunque las sanciones no siempre son las ideales.
En materia de conductas de los jueces, una de las mejores películas (mi favorita) es And justice for all (Norman Jewinson, 1979) la cual ya he utilizado en otra columna (¿Modificar la ley o las mentalidades?, La Jornada Aguascalientes, 8 de mayo de 2011) un excelente Al Pacino, encarna el papel de un joven e idealista abogado que se ve presionado en distintos juicios cuando la realidad choca con la justicia, cuando los inocentes mueren por absurdos tecnicismo legales. Además de ello, se ve obligado a defender a un juez acusado de violación; éste, sabiendo que es conocido que Al Pacino lo odia, ve en elegirlo como defensor una estrategia para afianzar su inocencia. Sin embargo, en el transcurso de la película el abogado no sólo se convence sino que descubre que sí es culpable. En el alegato de apertura de juicio, en una frenética actuación, el abogado defensor acusa a su defendido generando todo un caos en la sala.
Frente a todo esto nos hacemos dos preguntas angulares ¿Debemos exigir conducta intachable de los magistrados y jueces dentro del juzgado? ¿Y fuera del juzgado? La primera respuesta es obvia y contundente: sí. La más mínima conducta debe ser sancionada con firmeza y dureza, porque después de todo por ello gozan de altos privilegios, para evitar la mínima fractura; sin embargo el CJF no siempre ha respondido con dureza a las faltas disciplinarias, recuerdo un caso donde por un acoso sexual a una inferior jerárquico apenas y se suspendió unos meses a un magistrado. Tratándose de la segunda pregunta la respuesta es más difícil, porque aun cuando se debe respetar el ámbito privado de cualquier persona, pareciera que es cierto aquello de que el buen juez por su casa empieza.
Dentro de la película, un juzgador adopta conductas raras, suicidas, como desayunar en la cornisa de su oficina ubicada en un tercer piso, tratar de dispararse con una escopeta. En una secuencia vuela un helicóptero acompañado de Al Pacino, juega a marcar el punto máximo de retorno con el combustible, después se pasa un tanto, para ver si alcanza a regresar. El abogado que lo acompaña en su vuelo obvio comienza a estresarse, mientras el juez narra que a su mujer no le gusta la comida china a pesar de que se conocieron en un restaurante chino, Al Pacino mira angustiado cómo faltan unos cuantos cientos de metros para llegar a la base cuando el aparato deja de funcionar y pierde altura, el océano sirve de amortiguador salvando ambos la vida. Pese a todo lo anterior, es un juez justo ¿Es posible que la vida privada no interfiera con la forma de juzgar?
En el caso de la ética judicial, cualquier conducta del juez en su ámbito laboral debe ser sancionada con excesivo rigor, se trata de un juzgador no solo con amplia preparación académica sino respaldado con abundantes prestaciones económicas. En el ámbito personal, es ideal que se conducta cuente con amplia solvencia moral, sin embargo se tiene que respetar ese pequeño coto de libertad personal que es la vida privada.