Borrador de futuro / La profesión docente - LJA Aguascalientes
23/11/2024

“Los docentes tienen el honor de ser, simultáneamente, el peor problema, y la mejor solución en educación”

Fullan, M. (1993)

En la pasada intervención se argumentó que el principal reto de los sistemas educativos de la región y en especial de México, se encuentra en articular políticas educacionales que de manera efectiva logren incidir en la calidad. Y, al mismo tiempo, se sostuvo que sólo existe una forma de hacerlo: a través de políticas públicas dirigidas al “aula”. Es ahí en donde reside la interacción más determinante del logro educativo: la interacción maestro-alumno. Así, en esta ocasión se discutirá acerca de la vital importancia del “maestro”.

Actualmente, la labor docente ha sido ampliamente cuestionada, e incluso subvalorada. Pareciera que su papel en el sector educativo representa un obstáculo. En definitiva, esto no es así. Recordemos que, desde siempre, el maestro al cerrar la puerta de la sala de clase se convierte en el principal artífice del logro, estancamiento o retroceso del logro académico de los alumnos. En este sentido, es menester que la labor docente recupere su valoración social como piedra angular de la educación.

La idea de que la sociedad subestima a los maestros no es un tema nuevo, ni en Latinoamérica, ni en México. Incluso, existe bastante evidencia que confirma que los propios maestros parecen estar convencidos de que es así. Al respecto, el contexto actual de la región ofrece un panorama deteriorado de la labor docente que se sustenta en tres patrones comunes: 1) un entorno profesional que dificulta la atracción y retención de los mejores docentes; 2) el deficiente nivel de preparación docente; y 3) con un sustancial retraso en los mecanismos de gestión institucional y de evaluación. La cuestión fundamental es que generalmente estos patrones son vistos como problemas del sistema educativo, y no como factor de solución.

Pero, ¿a qué equivale un buen profesor? De acuerdo a la evidencia empírica, un profesor bueno puede aportar a sus estudiantes un año más de aprendizaje que un profesor insatisfactorio. Asimismo, pasar de un profesor promedio en la distribución de calidad (la distribución está basada en los resultados de evaluaciones realizadas a profesores que representan la muestra estadística) a uno que tiene una calidad superior es equivalente a reducir en un 50 por ciento el tamaño de la sala de clases (recordemos que existe una ideología generalizada de que entre menos alumnos en el aula, mayor predisposición de los profesores para contribuir a su aprendizaje). Por último, -y el que a título personal considero el argumento más fuerte- cinco años seguidos de buenos profesores pueden cerrar la brecha en rendimientos atribuible a las diferencias de origen socioeconómico en los niños de altos y bajos ingresos.

En este sentido, para lograr formar buenos profesores, se deben implementar políticas públicas concretas. Por ende:

Es necesario “subir la vara” en la formación docente. Es decir, desde el ámbito de política se deben crear estructuras que atraigan a los mejores profesores a formarse como tales, y al mismo tiempo subir las exigencias de formación e ingreso a la carrera docente. Un buen primer paso sería subir tanto los requisitos de egreso, como la remuneración fuertemente al inicio de la profesión en un plazo razonable. Todo esto debiera contribuir a la mejora del perfil de todos los docentes (pertenezcan o no al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, -SNTE-).

Mejorar las prácticas de formación continua. Para ello se deben emplear instrumentos dirigidos a sostener la calidad de los docentes y empoderarlos en su aprendizaje profesional continuo. En este sentido, las escuelas juegan un papel esencial. Es ahí en donde se deben articular, entre los propios profesores, los procesos de mejora en la instrucción (un ejemplo exitoso es lo implementado en Japón a través de las “comunidades de aprendizaje”, en donde en cada escuela los docentes trabajan en conjunto para pulir las lecciones individuales, planificar, ejecutar y luego evaluar distintas estrategias de instrucción para alcanzar un objetivo de aprendizaje específico). Es imposible transformar la calidad de los docentes con políticas a gran escala; es por este motivo que cada centro educativo juega un papel fundamental.


¡Evaluar a los profesores! Los mejores sistemas educativos evalúan a los profesores dentro de las escuelas en base a evaluar permanentemente el desempeño de los estudiantes. Hasta el momento no existe un mejor reflejo de lo que hacen los profesores al cerrar la puertas de la sala clase, que el desempeño de los alumnos.

Por último, “idea freak”: aislar la carrera magisterial del conflicto, SEP-SNTE, a través de agencias regionales técnicamente especializadas en educación. En México si algo invade el debate en educación es la omnipotencia del SNTE y de sus dirigentes en las decisiones de política (es muy tarde como para señalar si esto es bueno o malo, simplemente es). Por otro lado, la amplitud de la superficie de México hace que exista una enorme heterogeneidad en los contextos sociales y económicos. Basta con ver las protestas de maestros en el sur del país, para identificar que en ese caso la diversidad cultural exige distintas medidas. Es por este motivo que la creación de agencias regionales, integrada por personal experto en el tema educativo, aportaría una visión adecuada a las necesidades de cada región. La idea es que esta agencia sea: empoderada y descentralizada; de tal forma que actúe como principal generador de políticas públicas orientadas a mejorar la profesión docente, y asimismo como parte solucionadora de conflictos entre el SNTE y la SEP.


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