En la época prehispánica, el territorio situado entre las actuales Nicaragua y Costa Rica parece haber sido la frontera continental (para diferenciarla del frecuente contacto marítimo) donde se encontraron las altas culturas americanas: por el norte, las que se asentaban en Mesoamérica (desde el Trópico de Cáncer en México, hasta Nicaragua) y por el sur las derivadas de las asentadas en la cordillera andina.
En la parte norte de lo que ahora es Centroamérica predominaba la cultura maya -una de las más importantes de la humanidad de acuerdo con Oswald Spengler- que se extendía desde la Península de Yucatán. En la parte sur (Costa Rica y Panamá) predominaba la influencia Chibcha o Muisca, irradiada desde la actual Colombia.
Durante la dominación española, la Capitanía General de Guatemala dependiente del Virreinato de la Nueva España (hoy México) mantuvo unido el territorio comprendido entre Chiapas y Nicaragua (lo que Bernal Díaz del Castillo llamaba “Las Hibueras”) mas Costa Rica. Panamá pasó a formar parte del Virreinato de la Nueva Granada, constituido por lo que hoy conocemos como Ecuador, Colombia, Venezuela y Guayana. No es sino hasta finales del siglo XX que Panamá pasa a considerarse parte de Centroamérica.
En 1821 América Central declaró su independencia de España y en 1824 estableció formalmente -siguiendo el mismo criterio unitario- la República Federal Centroamericana.
En 1830 Francisco Morazán -uno de los grandes de América en el olvido- siendo presidente de la Federación, promulga por primera vez en nuestro continente las Leyes de Reforma -mismas que Benito Juárez iba a establecer casi treinta años después en México- iniciándose una era de progreso económico, social y educativo.
La Iglesia católica, resentida por la pérdida de los privilegios que había disfrutado durante la época colonial, incitó a la oligarquía conservadora a una encarnizada guerra civil que terminó por disolver la Federación, hundiendo así a Centroamérica, de nuevo, en el oscurantismo medieval.
El principal beneficiario de esta división fue Estados Unidos, que inició a fines del siglo XIX la etapa de saqueo más salvaje (sólo superada en Haití, pequeña nación hermana de Las Antillas que es con la que más se ensañó en su larga historia de latrocinios); el Imperio Británico también alcanzó parte del botín, pero la “doctrina” Monroe lo fue relegando hasta quedarse sólo con Belice, ahora independiente.
El gobierno de Estados Unidos siempre logró frustrar los numerosos intentos de los países centroamericanos por restablecer la Federación, sin permitirles pasar de brindis, firmas en papel y buenas intenciones.
Y ahora, después de haber sometido a la América central a tan vergonzante e inicua explotación -incluidos los genocidios más brutales- resulta que el imperio, aparentando ser su salvador, con el más descarado cinismo dice que quiere propiciar la integración centroamericana para mejorar sus condiciones de vida.
Sólo quien no conozca la historia podrá tragarse las patrañas imperiales que constan en infinidad de desgarradores testimonios -a los que ahora todos podemos tener fácil acceso gracias a Internet- del sufrimiento de estos pueblos mártires a manos, en su mayor parte, de feroces dictadores militares o de gobernantes civiles impuestos o supuestamente “electos”, que les han servido como dóciles instrumentos de sus empresas saqueadoras.
En repetidas ocasiones a lo largo de esta serie nos hemos referido con mayor detalle a países y etapas específicas en relación con la explotación colonial del istmo centroamericano y no ahondaremos más en ello.
La breve reseña con que iniciamos esta entrega tiene el propósito de presentar un panorama sintético y general de la aspiración que tienen todos los países centroamericanos por integrar una comunidad solidaria de naciones, pero por su propio esfuerzo y para su propio desarrollo; de ninguna manera para continuar siendo objeto de saqueo.
La doctrina de Seguridad Nacional. Finalmente, la clave para comprender la actual telaraña tejida por el imperio en su propósito de controlar la economía, los recursos naturales y la posición estratégica no sólo de Centroamérica sino de América Latina entera, así como el papel que en ello juegan el Pentágono (con sus bases militares, su Comando Norte, su Comando Sur, su IV Flota, su 82ª División Aerotransportada, su Escuela de las Américas, etc.); el Departamento de Seguridad Nacional con sus espías; la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que continúa independiente; y la Organización de Estados Americanos (OEA) desvencijado instrumento de control panamericano son, principalmente:
La USA Patriot Act 2001 (Ley Patriótica de Estados Unidos 2001), la Homeland Security Act of 2002 (Ley de Seguridad Nacional de 2002) y la Military Commissions Act 2006 (Ley de Comisiones Militares 2006) todas promulgadas por George Bush hijo, cuyo contenido traducido como Ley de Seguridad Nacional pretende que todos y cada uno de los países latinoamericanos copiemos al pie de la letra. ¿Porqué tanto interés en ello?
(Continuará)
Aguascalientes, México, América Latina.