Perdón por intolerarlos / Debate - LJA Aguascalientes
25/11/2024

A lo largo de la semana el tema de discusión central del proceso electoral fue la transmisión del debate. El sábado, cerca de las 10 de la noche el Instituto Federal Electoral (IFE) y la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) firmaron un convenio para procurar la transmisión en todo el país del primer debate entre los candidatos presidenciales (subrayado mío). Mediante un comunicado el IFE resaltó que con este acuerdo el encuentro podría ser escuchado y visto en todos los estados, como señaló la portada de La Jornada Aguascalientes del día de ayer, al final todo se redujo a la buena voluntad de los concesionarios, un lo que sea su voluntad que siempre es muy poco.

La discusión de este tema revela tristemente que en lo que se refiere a procurar una democracia de mayor calidad, la participación de todos los actores se reduce a estrictamente lo necesario. Los argumentos, en realidad pretextos, traducen el cumplimiento de la ley a una interpretación medrosa que se resuelve en mejor no hacer nada, si la ley no lo pide, entonces no hay que hacerlo. Lo estrictamente necesario, que no lo justo, lo apenas indispensable.

Finalmente, se transmitió. Y es necesario subrayar que en materia de debates electorales la sociedad mexicana está en pañales, el primero se realizó en 1994 y en un reloj que sólo marca sexenios el avance es muy poco. Todavía no es posible saber si un debate de este tipo en verdad modifica las tendencias, si será factor a considerar para quienes todavía no deciden su voto; en las encuestas a bote pronto que diversos medios realizaron tras el programa del domingo nada indica que sea así, el promedio de 25 por ciento de indecisos del total de electores no se ha movido mucho.

Lo que sigue es, y ahí sí se tiene coincidencias acerca del efecto pos debate, es que habrá cambios en las campañas, pero sólo en materia de spots, de discurso superficial. Los días siguientes veremos las guerras de cifras, pero sobre todo peroratas acerca de quién es el ganador del debate. Ruido suficiente como para olvidar que la importancia de estos encuentros no reside en mostrar un ganador, que se debería tratar de un intercambio de ideas, exposición de motivos y defensa de posturas ideológicas, todo eso no fue y, al parecer, no lo será. Rumbo al segundo debate seguirán las negociaciones de los partidos para mantener un formato aburrido, simplón, sin ritmo, en donde ante el acartonamiento de los actores (porque bajo ese esquema funcionan los candidatos, a ese juego se prestan) lo único que resta es centrar la atención en lo banal:

Cuando el debate podría ser un elemento que permita enriquecer el criterio del elector, al final se vuelve en la cháchara acerca del escote de la playmate que fungió como edecán, si Gabriel Quadri perdió la mirada en el trasero de la auxiliar, la sonrisa congelada de Guadalupe Juárez, si López Obrador hizo mal al darle la espalda a la cámara o mostrar una fotografía al revés, los errores de (pésimos encuadres, pobrísima producción) resultado del formato acartonado que los mismos partidos negociaron, el tono soso de Vázquez Mota o el “gran acierto” al señalar que el país no puede ser gobernado por alguien a quien se le debe revisar la tarea o el pésimo gusto de mencionar una y otra vez el caso Paulette, que si Peña Nieto es congruente en imagen porque comete los mismos dislates que en su presentación en la Feria del Libro de Guadalajara o el “gran acierto” al revirarle a la candidata del PAN que si no quiere revisar la tarea no la califique, o si el “ganador” del debate fue el candidato de Nueva Alianza porque sí realizó propuestas.

Un juicio sobre Quadri. Hace varias elecciones un partido nuevo intentaba alcanzar el porcentaje mínimo de votos para mantener el registro, durante la campaña uno de los candidatos se dio cuenta que lo que redituaba en notas informativas era el escándalo, recuerdo haberle preguntado off the record por qué insistía en presentar iniciativas escandalosas y con poca sustancia en ves de sus propuestas originales, la respuesta fue apegada a la lógica electorera: la gente quiere show, si digo cosas profundas, nadie me pela, si hago ruido, todos voltean a verme.

Durante el debate, cada vez que pudo, Quadri acuso a los otros de ser los políticos de siempre, los que “siembran el rencor, siembran la discordia”. Desde su posición de no tener nada que perder, de ser un recurso desesperado de Nueva Alianza al no encontrar quién le comprara su porcentaje de votos, es sencillo para este candidato centrar su discurso en una sandez de ese tamaño, querer convencer a los ciudadanos que él no es político y por eso hay que otorgarle un voto. Si el problema central de la política nacional es la falta de compromiso con las tareas que implica el servicio público, la representación popular, apostar a desmarcarse señalando que se es ciudadano no sólo es una incongruencia, es simplemente vil.

Reitero, parece lógico el interés en lo banal, de nueva los candidatos perdieron la oportunidad de hacer propuestas y se perdieron en los ataques, este argumento se ha repetido todas las veces y se repetirá muchas más, pero no por la falta de interés de la sociedad, no se trata de raiting, considero que se trata de una expresión de rechazo ante el absoluto desprecio por los ciudadanos que tienen los partidos políticos al establecer reglas tan estrictas para no despeinar a los candidatos, porque creen que el intercambio de ideas se trata de una contienda. Sólo así se entiende que a estas alturas del partido sigan tratando al electorado como niños.



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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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