Que el futbol sea el deporte más visto en México no es una sorpresa, ya que se trata de un espectáculo comercialmente exitoso, sin embargo, y a diferencia de otras partes del mundo donde sus ligas, además de su marketing, cuentan con equipos de gran calidad y un sistema que fomenta una mejor competencia -sin mencionar a dueños y directivos que respetan tanto a su afición, como a su país y las decisiones que se toman a nivel político- en México, los dueños del balón simplemente abusan del poder manipulador que ostentan para inmiscuirse en lo que no les corresponde.
Y es que en México, el futbol no es un deporte nada más, sino que el balompié es la mina de oro de las televisoras, que al igual que los programas chatarra y toda esa basura que llaman programación de entretenimiento, se han encargado, cual virus, de propagarse entre las esferas sociales hasta contaminarlas y fomentar, con su particular estilo ramplón, la ignorancia y el conformismo entre los millones de televidentes, quienes toman lo visto en la caja de las ilusiones como una verdad absoluta e incuestionable.
Que el debate presidencial de este próximo 6 de mayo no sea transmitido en los principales canales de televisión abierta es ya una afrenta ante la democracia, ya que si bien las personas pueden elegir entre atender o no el debate, es también un compromiso de los medios masivos ofrecerle a la ciudadanía las herramientas para desarrollar una opinión un tanto más informada, cosa que se lograría, quizá, programando el debate de los presidenciables atendiendo un acuerdo tomado (mucho antes de que se definiera la Liguilla del futbol) por las mismas instituciones de las cuales las televisoras se sirven para enriquecerse.
Aunque, contrario a esa idea de difusión, tanto Televisa como Tv Azteca sobreponen sus intereses particulares y deciden programar su show de Pequeños Gigantes y un seguramente intenso e interesante partido de futbol como lo es el de Morelia contra Tigres, respectivamente. Aunado a eso, Ricardo Salinas Pliego, el dueño de Tv Azteca, en un alarde de soberbia y falta de sensibilidad comentó: “Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el futbol por Azteca. Yo les paso los ratings al día siguiente”, lo cual simple y sencillamente se puede interpretar como: la vida política, las instituciones y la gente de este país vale menos que mi negocio; en pocas palabras, me vale ma…
En un país donde el 70 por ciento de la población se informa (por desgracia) a través de la televisión, resulta lamentable que, quienes dirigen estas empresas, sean tipos irresponsables y ambiciosos. Estoy seguro que no es un problema de rating, ya que éste es un asunto directo con la democracia así como con la vida política del país y eso no es una cuestión de rating, sino de desprecio social premeditado.
Las decisiones tomadas por las televisoras son un completo retroceso ante lo cual el IFE no puede hacer nada ya que la ley así es; y es de esa manera porque así la hicieron quienes preveían esto. El asunto es muy claro, el desinterés por hacer eco del debate presidencial este domingo 6 de mayo es una obvia manifestación de la ganancia que representa impedir que millones de mexicanos observen al candidato-producto priísta enfrentarse a un escenario donde será cuestionado, criticado, puesto a prueba y, con seguridad, exhibido como lo que es: un producto prefabricado sin fondo, sin ideas, sin propuestas.
En los debates, aún en los más acartonados, suelen ocurrir cosas inesperadas o errores de diversa magnitud, que eventualmente afectan la percepción del votante. Así ocurrió en 1994 cuando, luego de un buen encuentro, Diego Fernández saltó del 12 al 32 por ciento en preferencias, aunque después no le sirvió de nada. Lo mismo pasó en el primer debate del 2000 que permitió a Vicente Fox ubicarse por arriba de Francisco Labastida y el segundo consolidó su triunfo. En 2006 la ausencia de AMLO en el primer debate le quitó algunos puntos, que resultaron definitivos.
Los debates son de los pocos sucesos que podrían modificar la percepción actual. De ahí, la intención de bloquear toda oportunidad de que se afecte la imagen de Peña Nieto. Mientras menos personas lo vean, menor será la consecuencia del golpe. Sólo resta observar si, tanto en el show de niños talentosos en Televisa o el magnánimo partido futbolero a través de Tv Azteca, se cuenta con espacios previamente negociados por un PRI (rebasado en sus gastos) que está perfectamente bien amarrado y pendiente de los intereses de las televisoras.
Si las personas, que leen esto, deciden pasar un par de horas observando y analizando las propuestas de los candidatos durante el debate o si prefieren ver a los Pequeños gigantes o el futbol, es una decisión muy personal. No se busca coartar a los ciudadanos su libertad de elegir lo que quieran ver o escuchar este domingo a las ocho de la noche.
Lo que sí resulta importante reconocer es que el pan y el circo de hoy es hambre para el mañana.
Twitter: @VicPerezAlmanza