“Hay que llegar a saber que los hijos, vivos o muertos, felices o desdichados, activos o pasivos, tienen lo que el padre no tiene. Son más que el padre y más que ellos mismos. Nuestros hijos son los fantasmas de nuestra descendencia. El hijo es el padre del hombre.” Así marcó parte de su legado el gran literato panameño, adoptado en México, Carlos Fuentes.
Este importante escritor plasmó en sus obras el corazón y sentir más íntimo del pueblo mexicano. Se adentró, como ningún otro, en las experiencias y conciencias de los mexicanos más sencillos, pues encarnó en sus letras a los ciudadanos más desconocidos, pero más trascendentales para la vida cotidiana del país. Cuando muchas personas del extranjero nos visualizan en México como humildes rancheros con zarape, en huaraches, sentados a la sobra de un nopal, Carlos Fuentes exhibió al mundo que somos una tierra rica en costumbres, en pobladores modelos, ejemplo de tenacidad y con maravillosas tradiciones. Carlos Fuentes se inspiró en el patrimonio intangible de México, engrandeciendo las personalidades más introvertidas, rescatando lo que a nuestra nación la distingue: su gente.
Un ejemplo de la grandeza de su intelecto fue la novela llamada Las buenas conciencias, escrita y vuelta un éxito desde 1959, en donde invita a sus lectores a conocer las vivencias de Jaime Ceballos, un personaje joven que se siente confundido y no sabe qué rumbo tomar en la encrucijada de dejarse convencer por la moral de su familia, sus impulsos religiosos, el ámbito de las buenas costumbres y los vínculos sociales, o por la idea de vivir sin sus verdaderos padres, pero con la alegría de descubrir la vida y guiarse por sus impulsos físicos. Ahí expone, desde ese entonces, el sentir habitual de cualquier mexicano, en donde nos rige muchas veces la costumbre y la desconfianza a los que nos ofrecen opciones de crecer, pero siempre dispuestos a buscar mejores condiciones de vida.
Una crítica constructiva que Carlos Fuentes siempre dio sobre el mexicano era su miedo al cambio. Mencionó, en numerosas ocasiones, cómo muchos son los que se han acostumbrado a un letargo, han caído en la comodidad de una vida serena, sin buscar el progreso y, teniéndolo a la mano, han dejado pasar siglos sin permitirse cambiar su forma de vida.
Siempre sostuvo que la justicia es una necesidad primordial del mexicano, ejemplificó el resurgimiento de nuestra conciencia revolucionaria al recordar cómo él fue parte de la historia en grandes movimientos de insurrección contra sistemas autoritarios, pues en sus tiempos de estudiante atestiguó y fue parte del rechazo de la intervención norteamericana contra los regímenes democráticamente electos de Guatemala y Chile, y de la intervención soviética contra los movimientos democráticos en Hungría y Checoslovaquia. Por igual, siempre se manifestó enemigo de la guerra norteamericana en Vietnam y la guerra soviética contra Afganistán. Consideraba, y expresó, que a los latinoamericanos nuestra civilización nos decía claramente que la Guerra Fría sacrificaba demasiadas posibilidades políticas y culturales de nuestra humanidad; sin embargo, siempre le apostó en sus obras al despertar social, a la regeneración pacífica pero contundente de las naciones más apaleadas por malos gobiernos.
Su postura detractora, respecto a las arbitrarias y mezquinas intervenciones estadunidenses en América Latina, dio paso también a su enfoque en la temática de sus novelas, pues nunca escondió sus críticas al autoritarismo priísta y, en especial, su repudio a la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Desde esos años, Carlos Fuentes ya alzaba la voz desde sus letras para exigir un freno a los atropellos gubernamentales en contra de los libres pensadores.
Protagonista activo -en términos intelectuales- de la política actual del país y sus alrededores, Fuentes encabezó a los idealistas mexicanos, a aquellos esperanzados en la construcción de una República nueva, justa y entrañable.
Somos millones los mexicanos que estamos diligentes y ocupados en la transformación del país. Ciudadanos libres que creemos en las bondades del cambio verdadero y en la necesidad impostergable de decir lo que pensamos. Nunca hay que caer en la mentira de que, como mexicanos, estamos destinados a ser sometidos, pues de esclavizadores más grandes nos hemos librado. Que la vida y obra de Carlos Fuentes no sean en vano; pensar libres y aspirar no son un pecado, son nuestro pase a una mejor vida, a una República amorosa.
En diciembre pasado, este ilustre escritor dejó uno de sus últimos, y más importantes, mensajes al pueblo mexicano, pues sentenció cabalmente su opinión sobre la política nacional y dijo “los partidos tradicionales no tienen soluciones, no tienen propuestas que convenzan a la gente. Los problemas son muy grandes y la política es muy pequeña”. Que descanse en paz el gran Carlos Fuentes.
Oswaldo Rodríguez García
Presidente del Movimiento Ciudadano en Aguacalientes