Tomando como referencia la encuesta levantada por BGC de Ulises Beltrán sobre preferencias electorales, aparecida el día de ayer en Excélsior, hice, con mis alumnos de 8º semestre de Ciencias políticas y Administración pública de la UAA, un simulacro de estrategia a seguir para poder rebasar a Peña Nieto, de cara al proceso electoral a celebrarse en el país el próximo 1 de julio.
La pregunta inicial es si el abordaje debe hacerse por nivel socioeconómico; nivel de escolaridad; según urbanización; según edad o por preferencias; según percepción de la seguridad pública y la economía. Y la pregunta complementaria será cuál de los tres candidatos contendientes podría alcanzar porcentajes de preferencia lo suficientemente altos como para ganar la elección, a sabiendas de que ninguno de los tres declinará a favor de otro u otra.
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Por nivel socioeconómico, quién más podría avanzar en porcentaje de preferencias entre los de clase media y alta sería Josefina; y en los de nivel bajo y muy bajo sería Andrés Manuel pero para ninguno de los dos sería suficiente como para alcanzar a Peña.
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Una estrategia instrumentada a partir de rebasar a Peña Nieto, atendiendo a los diversos niveles de escolaridad, permitiría ganar adeptos entre universitarios y preparatorianos, tanto para Josefina como para Andrés Manuel, pero parece muy difícil mover preferencias entre los de nivel primaria y secundaria, visiblemente asimilados al priísmo.
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Lo mismo se diría con los votantes del medio rural; parecen demasiado anclados en sus preferencias hacia Peña y por más que se especula en el cómo lograr un avance de azules o amarillo, que sin duda existe, parece un medio inapropiado.
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Las preferencias más atendibles son las que se presentan según edad. Los jóvenes de 18 a 25 y los adultos de 25 a 40 parecen la clave en esta estrategia electoral. En ambos, las preferencias por Peña Nieto son altas pero, si se logra generar simpatías entre los votantes jóvenes, primero para aceptar el voto contra Peña y luego para dar paso a definir, con objetividad, por quién sería más útil votar, haría que EPN no ganara.
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Entre los grupos de edad juvenil (18 a 25 y 26 a 40) juntos tiene mayor intención de voto AMLO que JVM, lo que haría suponer que, de atender el reclamo de “fuera Peña”, la canalización definitiva sería más viable a través de un voto amarillo.
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Adicionalmente a lo anterior, el discurso a implementar sería dirigido a quienes tienen una mala percepción de la seguridad y la economía ya que, de acuerdo a las preferencias electorales, están más con el PRI que con otros partidos como el PRD, pero cuyo discurso en este terreno sería más natural y convincente que el del PAN, por estar en el gobierno
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Los que están más a disgusto con los problemas de la inseguridad y la economía sin empleos (igual de mal y peor) presentan preferencias de más de 30 puntos a favor de AMLO y menores a 20 para JVM, lo que permite confirmar la vía amarilla más que la azul.
Conclusiones: se pueden revertir las tendencias del votante mexicano de cara al proceso electoral del 1 de julio, siempre y cuando se apoyen los planteamientos juveniles en contra de Peña Nieto y el discurso de AMLO sea más alternativo y viable en materia de seguridad y empleo.
Mucho ayudaría seguir dando a conocer y “placear” a los miembros de su gabinete, algunos de ellos con más preparación y propuesta que el propio AMLO para que los votos útiles, como en el pasado, se polaricen a favor de un objetivo más que de su persona; por lo demás, AMLO aún cuenta con muchos rechazos (sobre todo en edades más maduras).
La vía juvenil y el discurso alterno en seguridad y empleo, según cálculos nuestros (míos y de mis alumnos), permitirían reducir el voto peñista al 38% y lograr que los 30 puntos actúales de AMLO en estos escenarios puedan aumentar hasta el 40%, dándole con ello una posibilidad de ganar las elecciones por un margen reducido.