Vivimos un tiempo en que estamos inmersos en el proceso de campañas electorales que, para muchos, significa un dispendio de recursos económicos en un país con muchas necesidades, sobre todo de apoyo a grupos marginados así como a los empresarios micro, pequeños y medianos; los grandes no porque ellos se financian no pagando impuestos, en la mayoría de los casos, con las famosas estrategias fiscales o bien no pagando los impuestos y esperando un error de procedimiento y ganar los recursos o juicios correspondientes.
Pues bien, este año el Instituto Federal Electoral presentó el 25 de agosto un presupuesto que le fue aprobado el 20 de diciembre de 2011 por un monto de $15,953´900,000.00 (quince mil novecientos cincuenta y tres millones novecientos mil pesos) sólo para este año, de esta cantidad adujo que $10,661´400,000.00 (diez mil seiscientos sesenta y un millones cuatrocientos mil pesos) serían para “gasto de operación”, y para financiar a los partidos políticos serían $5,292´500,000.00 (cinco mil doscientos noventa y dos millones quinientos mil pesos), esto aparte de lo que los partidos políticos podrán recibir de financiamiento privado. Lo anterior, estimado lector, me parece que es un gran esfuerzo que hacen los contribuyentes de este país para evitar que el crimen financie las campañas o bien que los gastos de los contendientes tengan la suerte de las finanzas estatales, donde no se sabe ni cuánto es, ni cuánto entró, ni cuánto salió.
Algo que verdaderamente alarma es que a través de encuestas se le diga al ciudadano que para qué se preocupa por apoyar a tal o cual candidato si la encuesta dice que haga lo que haga o gaste lo que se gaste, las encuestas ya dijeron quién va a ganar y –obviamente- quiénes van a perder.
Esto es, de alguna manera, un mensaje de que no es a través del IFE sino invirtiendo el dinero en encuestas o en medios de comunicación, con los recursos para las elecciones, como se gana la elección. Esto me parece un despropósito. Vimos el domingo 6 de mayo un debate en el cual desafortunadamente los medios distrajeron a los ciudadanos que lo escucharon o vieron por televisión con la participación de una edecán que, desde mi punto de vista, lo que hizo fue ir vestida de tal manera que llamara la atención para lograr que la volvieran a contratar, sin embargo resultó al revés y el linchamiento en su contra –por su vestimenta- no se hizo esperar; con esto lograron tapar la deficiencia de su pupilo frente a las propuestas y señalamientos de los otros candidatos y de paso darle una manita a la maestra para que no pierdan el registro y con ello las aportaciones del IFE a los partidos, las cuales, como dije antes, son cantidades nada despreciables.
Lo increíble de esto es que las instalaciones del Instituto Federal Electoral son enormes, he estado ahí, y tienen una serie de espacios como no se imagina, al grado que hasta los partidos con registro tienen oficinas ahí mismo, pero curiosamente no tuvieron un espacio en donde se efectuara el debate y sus respectivos apoyos técnicos, cuando ahí, en el IFE, se tienen técnicos en todas las disciplinas. Y hay que ver que para el debate, de acuerdo a su informe, se “gastaron” $4´092,144.22 (cuatro millones noventa y dos mil ciento cuarenta y cuatro pesos, veintidós centavos) dentro de estos gastos reportan que lo que le pagaron al productor general fueron $80,000.00 (ochenta mil pesos) y dentro de este pago se incluye el costo del pago de la edecán Julia Orayen por $7,000.00 (siete mil pesos) por los dos días de trabajo. Hubo otra edecán que ganó lo mismo. Otros pagos de gastos fueron: por concepto de maquillaje de los candidatos se pagaron 51 mil 504 pesos y a la moderadora del evento, Guadalupe Juárez, le pagaron 73 mil pesos.
Dentro de estos gastos se reportan pagos por siete salones, más otro anexo que costó $956,473.30, casi un millón de pesos, ¡teniendo el IFE dentro de sus propias instalaciones espacios en los que se pudo haber efectuado el debate! y todavía más: rentó en un hotel para “espacios de coordinación y logística de la Coordinación Nacional de Comunicación Social” por $562,946.04, más de medio millón de pesos.
Con todo lo anterior me parece que se debe de hacer una evaluación no sólo al IFE sino también a los gastos de una serie de eventos que se hacen por instituciones que reciben presupuesto federal y que tienen subutilizadas sus instalaciones, y que a la realización de cualquier evento no usan las instalaciones propias rentando inexplicablemente -¿?- otros espacios con el dinero de los impuestos.
Creo que debemos fortalecer nuestra incipiente democracia con eventos más abiertos, menos acartonados, que permitan en su momento al elector evaluar más a fondo quiénes son cada uno de los candidatos y candidatas, y poder, con plena información, tomar una decisión sobre quién considera debe ser quien dirija los destinos de nuestro país.
Opino que debemos hacer ejercicios comparativos en lo relativo a las elecciones en otros países, donde tienen que conseguir los apoyos económicos de una manera abierta y que siendo en determinado momento funcionarios públicos hacen proselitismo abierto para relección o para otro puesto, y no es la mordaza o la desconfianza lo que hace que las leyes electorales inhiban no sólo a los candidatos dentro de los tiempos electorales, sino a los mismos funcionarios.
En la siguiente entrega comentaré las reformas que se hicieron a la Ley electoral en el año 2007 y que fue publicada el 14 de enero de 2008 entrando en vigor al día siguiente. Comentaré cuál fue el espíritu de esa reforma y por qué ahora se han dado una serie de hechos que la han desvirtuado en la forma.
Hoy termino este comentario expresándole que para mí fue un debate descontextualizado deliberadamente, a lo que habrá que agregarle lo oneroso que resultó por los innecesarios gastos efectuados, entre ellos la renta de espacios. Ojalá y en el siguiente –y último- debate las cosas se den con más pulcritud y que el IFE dé lecciones que merezcan ser imitadas por el mensaje republicano que entrañen.