Definitivamente, no es lo mismo ser gobernador de Estado, así sea el Estado de México con población grande, que ser presidente de la República; un gobernador de Estado puede cometer errores o desatinos, y la crítica local no lo tocará porque puede ser opacada, o inhibida, por el poder que detenta, apoyándose en los líderes sociales, en los empresarios y sus cámaras, incluidos los empresarios de la mayoría de los medios de comunicación, que regularmente son los que “cobijan” a los gobernadores.
Un gobernador puede “mostrar, ocultar o manipular” determinadas informaciones –como estamos viendo con el gobernador de Aguascalientes con motivo de la nueva planta Nissan y la justificación de la deuda que pretende que el Congreso le autorice-, y su respuesta a la crítica podrá vestirla de democracia y de respeto a quienes piensan distinto a él.
Un gobernador, en fin, puede permitirse dislates, ya que, en un momento dado, todavía tiene por encima la mano y el poder del presidente de la República, que le puede corregir o enmendar la plana con los recursos federales, y ayudar a resolver entuertos.
Pero, ser presidente de la República, ya es otra cosa; los errores o desatinos o dislates, van quedando al descubierto de la sociedad –más ahora cuando el presidencialismo ha perdido el tabú que lo cubrió durante décadas-, y la crítica ciudadana, o de los medios libres, o de los sectores sociales –incluido el empresarial nacional- se vuelve implacable. Esta crítica ya no puede ser opacada o menospreciada tan fácilmente, y tiene consecuencias precisas.
Un presidente de la República ya no tiene a nadie por arriba, y le toca enfrentar y resolver los asuntos con la ayuda de sus recursos y habilidades personales. En México ya hemos tenido experiencias de presidentes a los que la gente les pierde el respeto en el cuarto, o quinto o sexto año de gobierno.
De ahí que el caso que estamos observando del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, no sólo es gracioso por los chistes que ya circulan, sino que es delicadamente preocupante; Peña todavía no gana la elección, todavía no toma posesión (en caso de que gane la elección presidencial), todavía no llega al cuarto, o quinto, o sexto año de gobierno, y ya estamos observando la pérdida de respeto.
El inicio de las pifias de Peña es ya conocido: la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara; la continuación también la conocemos, de manera precisa y como encendedor del foco rojo, con la visita a la Universidad Iberoamericana, y las marchas y manifestaciones que han seguido.
La presentación del pomposo Manifiesto por una presidencia democrática, el lunes 21 de mayo, ha contribuido, de una manera intensa, a movilizar a los jóvenes en su reflexión sobre el momento electoral que vivimos y sus consecuencias para el país. Los diez puntos señalados no fueron novedad, ya que, señalan, ya están contenidos en la Constitución, no están a discusión y es obligatorio su cumplimiento.
El manifiesto ha sido causa para que los jóvenes universitarios hagan un franco y serio cuestionamiento a la candidatura presidencial de Peña; las reacciones en redes sociales, por ejemplo Twitter, nos dieron un preocupante punto de referencia de la pérdida de respeto, que no debemos dejar de lado, así como así.
Reproduzco algunas expresiones escritas en el hashtag #propongocomoEPN: “los 10 puntos ya están en la constitución porque evidentemente no la ha leído (Lovmachine)”; “aplicaré la Ley de Gravedad, caiga quien caiga” (Leo Augusto); “propongo encarcelar a Masiosare, por ser un extraño enemigo” (Martha Soler); “Dice EPN que si pueden ir más despacito, que no le están dando tiempo de copiar todas sus propuestas” (@alemonroyv); “les propondría algo, pero se me acabó el tiempo” (Luis Monroy); “mi tío es ratero, mis amigos son rateros, mis socios son rateros, milito en un partido ratero, pero no voy a robar! Jajaja!” (Típico Mexicano); “propongo que si el gobierno no te da las chelas, que te las pague” (Angel Mtz Armengol); “propongo que el que meta más goles gane” (panch parra); “propongo que el castillo que está en Chapultepec se llame Castillo de Chapultepec” (Marien Mentolada); “en mi gobierno, los terremotos no tendrán derecho de réplica” (Gerardo Lomelí), etcétera.
Después de la presentación del candidato Peña en Tercer Grado, en Televisa, abrieron el hashtag #respondocomoEPN, y estos son algunos mensajes: “Señor Peña, me puede decir en cuántos estados está dividida la república? R: No pienso dividir al país” (Maki Kuroneko); “¿Qué opina EPN de 100 años de soledad? –Mira Joaquín, no conozco a Soledad, pero la respeto y felicito por sus 100 años” (Rudy); “Sr. Peña, ¿Qué opina de Fuentes? Mira, Joaquín, yo respeto las fuentes pero en verano prefiero las piscinas” (Verónica Calderón); “Sr. Peña, tiene Ud Ipod o Ipad? Mira Joaquín no voy a caer en provocaciones, no sé si hay pod o hay pad pero respeto” (Jorge Alor); “¿Qué opina de los libros? Debo señalar puntualmente que no me gustan ni los comparto, pero los respeto” (César); “Conaculta? No conozco ese Pokemón, pero lo respeto” (Eduardo de Luna); “la estrategia de seguridad debe tener una estrategia nacional que sea estratégica” (Angel Mtz Armengol); “EPN ¿Qué opinas de la familia michoacana? Mira Joaquín yo respeto, si ellos quieren vender sus paletas pos que lo hagan!” (Educardo Salles), etcétera.
Después de leer muchos más mensajes de los aquí señalados, me vino el recuerdo del final de las administraciones de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, de quienes, de manera particular, los chistes se alternaban con las malas noticias de sus gobiernos; efectivamente, no todos se expresan con estas formas de Peña Nieto, sin embargo, las críticas y los cuestionamientos están tomando un lugar importante en la sociedad.
El tiempo restante para el día de la elección es corto, ¿cuál será la reacción de los electores?