Fallece el novelista Carlos Fuentes - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Muere el novelista Carlos Fuentes

  • Galardonado con el Cervantes de Literatura, Príncipe de Asturias y Rómulo Gallegos, falleció a los 83 años en el Distrito Federal.

Mónica Mateos y La Jornada en línea

México, DF. El escritor Carlos Fuentes murió esta mañana a los 83 años, confirmó Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).

Su repentino fallecimiento se debió a complicaciones derivadas de una hemorragia masiva, tal vez a consecuencia de una úlcera, señaló el gastroenterólogo Arturo Ballesteros, quien atendió al narrador al ser hospitalizado de urgencia.

En entrevista de radio con Jacobo Zabludovsky, el galeno detalló que el autor de Aura presentó vómitos y un desmayo en su casa, por lo que su esposa Silvia Lemus lo trasladó de inmediato al hospital Angeles del Pedregal, donde murió alrededor del mediodía.

Se espera que en las próximas horas se traslade el cuerpo a su casa, para ser despedido por familiares y amigos. En cuanto Lemus lo autorice, el CNCA rendirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes a uno de los grandes de la literatura en español. Trascendió que será mañana a las 12 del día, según lo divulgó la funcionaria federal vía Twitter.

Carlos Fuentes nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Hijo de padre diplomático mexicano, pasó su infancia en diversas capitales de América: Montevideo, Río de Janeiro, Washington D.C, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires.

Se instaló definitivamente en México a partir de los 16 años, luego de cursar la preparatoria en el Centro Universitario México, se inició como periodista colaborando para la revista Hoy, al tiempo que obtenía el primer lugar en un concurso literario del Colegio Francés Morelos.

Abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México y economista por en el Instituto Altos Estudios Internacionales de Ginebra. En 1972 fue elegido miembro de El Colegio Nacional, fue presentado por el poeta Octavio Paz.


Su primer libro de cuentos, bajo el título Los días enmascarados, fue publicado en 1954. Es autor también de La región más transparente, Las buenas conciencias, La muerte de Artemio Cruz, La silla del águila, La voluntad y la fortuna, y La gran novela latinoamericana, su más reciente libro de ensayo.

Fue reconocido entre otros con el Premio Rómulgo Gallegos, el Premio Príncipe de Asturias en 1994, y el Premio Cervantes en 1987.

También se desempeñó como embajador de México en Francia, cargo al que renunció en 1977 cuando el ex presidente Gustavo Díaz Ordaz fue nombrado embajador del país en España. Como diplomático desarrolló una gestión de apertura a refugiados políticos latinoamericanos.

En 2008 fue declarado ganador del primer Premio Don Quijote de La Mancha, que compartió con el ex presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva.

En ese mismo año se le realizó un homenaje nacional con motivo de su cumpleaños número 80, y en el cual participaron los premios Nobel Gabriel García Márquez y Nadine Godimer, los escritores Tomás Eloy Martínez, Juan Goytisolo y Sergio Ramírez; los historiadores David Brading y Friedrich Katz, y ex gobernantes de Europa y Latinoamérica, entre otros.

A principios de este mes, Fuentes se refirió al proceso presidencial de México y lamentó que los candidatos sean mediocres o poco interesantes.

La política tiene que ponerse a la altura de la sociedad, no a la inversa. La sociedad en América Latina es más fuerte que la política, dijo en Buenos Aires, en el marco de la 38 Feria Internacional del Libro.

Asimismo, a principios de este año declaró que la literatura era “un faro para un México desviado”, en el contexto de la elección presidencial. No “se trata de mantener juntos a los intelectuales con la clase política: hay acercamientos y alejamientos entre ellos, pero no es posible ni deseable que coincidan, porque el escritor siempre debe decir algo más, ir más lejos que el político… el escritor puede ir más allá porque puede imaginar, y políticos con imaginación hay muy pocos”, dijo en una entrevista para La Jornada.

Hay gobernantes del pasado de México que si bien no habían leído mucho, al menos eran inteligentes, agregó.

Incluso, este mismo día, en su artículo publicado en un diario de circulación nacional , el escritor apuntó: “Me preocupa e impacienta que estos grandes temas de la actualidad (se refería a lo abordado en la campaña francesa), estén fuera del debate de los candidatos a la Presidencia de México dedicados a encontrarse defectos unos a otros y dejar de lado la agenda del porvenir”.

El manuscrito de Aura, al igual que la mayoría de los originales de sus novelas, novelas breves, cuentos cortos, obras teatrales, guiones cinematográficos, escritos, discursos, entrevistas, traducciones, correspondencia, dibujos, documentos, fotografías, casetes de audio, video y cuadernos, se encuentran desde 1995 en la biblioteca de la Universidad de Princeton.
Todo el material puede ser consultado por investigadores acreditados, con excepción de la correspondencia entre Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante, Hélène Cixous, Julio Cortázar, José Donoso, Roberto Fernández Retamar, Gabriel García Márquez, Norman Mailer, Octavio Paz, María Ramírez, Philip Roth y Jean Seberg, la cual podrá abrirse al público a partir del 1º de enero de 2021, o dos años después de la muerte del autor, lo que ocurra primero, por instrucciones de él mismo.

La literatura, faro en un país desviado

  • Los problemas están aquí y los políticos a distancia brutal de las respuestas, expuso a La Jornada en enero pasado.

– Mónica Mateos-Vega en La Jornada en línea

México, DF. Las grandes figuras de la novela latinoamericana y sus temas constantes (los conflictos sociales, el dictador y la barbarie, el mundo mágico de mito y lenguaje, la épica del desencanto) son los protagonistas del libro más reciente de Carlos Fuentes (Panamá, 1928), quien en entrevista con La Jornadahabla de la literatura como punto de referencia de un país que, en su opinión, se encuentra a la deriva.

México vive un mal momento “porque los problemas del país están aquí, y los políticos allá, a una distancia brutal con respecto a las respuestas”, afirma. Pero el escritor perfila en un futuro a ese presidente estadista con el que sueñan muchos mexicanos: Andrés Manuel López Obrador, con la condición, añade, de que se rodee de “buena gente”.

A propósito de la publicación de su libro La gran novela latinoamericana(Alfaguara), propone a la literatura como faro de una nación cuyo rumbo ahora “está bastante desviado del camino”.

Imitación de la cultura

Tener un buen gobernante, “como, quizá, podría ser López Obrador”, explica, depende de las personas que lo asesoren, “porque si éste solo quiere tener gente obediente y menor al lado, lo único que logrará es un mal gobierno”.

Detalla que los buenos presidentes de México han tenido buena gente alrededor: “los gabinetes de Lázaro Cárdenas, de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés o Adolfo Ruiz Cortines eran muy buenos porque había personas que sabían lo que no sabía el presidente. Si el presidente tiene que saber más que sus colaboradores, entonces estamos mal”.

No obstante, continúa, tampoco se trata de mantener juntos a los intelectuales con la clase política: “hay acercamientos y alejamientos entre ellos, pero no es posible ni deseable que coincidan, porque el escritor siempre debe decir algo más, ir más lejos que el político, que está capturado en su momento, pues si no, no podría ser político; en tanto, el escritor puede ir más allá porque puede imaginar, y políticos con imaginación hay muy pocos”.

–Los políticos de antes al menos leían –se comenta a Fuentes.

–Y ahora no, ¿verdad? Ahí están las muestras de ignorancia que ha dado Enrique Peña Nieto, quien pudo haberse escabullido de la pregunta y decir, por ejemplo, “sí conozco bien la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos”, pero tenía que titubear, se hizo bolas el pobre, ¡quedó muy mal! Hay gobernantes del pasado de México que si bien no habían leído mucho, al menos eran inteligentes.

En la literatura, detalla el autor de La silla del águila, “hay un sentido de continuidad de la historia de México y de América Latina que no se da en la política ni en la economía, así como una riqueza bárbara. Eso le permite ser una referencia para el mundo político y social, para reconocerse y no desviarse demasiado del camino.

“Pero la palabra literaria y la palabra política están muy divorciadas, pues políticamente hemos vivido mucho de la imitación, no de la continuidad de la cultura. Ganamos independencia, pero negamos a España, queremos ser gringos, o franceses; con Porfirio Díaz se trataba de convertir a México en un país francés.

“Con la Revolución volvimos a ser nosotros, pero nuevamente estamos distanciados de nuestro ser y tenemos que recuperarlo: ahí esta la cultura mexicana, para indicar quiénes somos: buenos, malos, pero así somos, de allá venimos, de una imaginación y una realidad conjuntas.

“Lo bueno de nuestra cultura es que tanto la imaginación como la realidad siempre han estado hermanadas, no se pueden separar. Mientras que en la política constantemente hay un divorcio entre ambas”.

La gran novela latinoamericana, ensayo que propone un recorrido por la evolución de ese género literario en el continente, es, puntualiza Carlos Fuentes, “un libro personal, porque no hablo de todo el mundo, dejo cosas que no me interesan fuera y no menciono a mis enemigos”.

Con el mismo buen humor con el que charla acerca de su obra, en las páginas del citado volumen se lee:

“Se me acusará, con justicia, de darle un lugar preferente a mi propio país, México, y a sus escritores. Así es (…) La razón es que éstos, los incluidos, concuerdan más con la línea general especulativa de este libro. Y que si abundan los mexicanos es porque los conozco mejor, los he leído más y ¡qué chingados!, como México no hay dos”.

Medio siglo de dos clásicos

Este 2012, Carlos Fuentes y sus lectores celebran los 50 años de dos novelas ya clásicas del autor: Aura y La muerte de Artemio Cruz.

–¿Habrá algún festejo especial?

–No, esos libros existen por sí mismos, no les puedo pedir nada, no los toco. Me importan los libros que estoy escribiendo y, claro, recordar esos dos libros que para mí son muy importantes y que tienen muchos lectores. En una reciente firma de libros, los lectores que llegaban tenían, en su mayoría, entre 16 y 30 años, y los libros que firmé más eran esos dos, precisamente. ¡Me da mucho gusto!, quiere decir que Aura La muerte de Artemio Cruz tienen una actualidad ajena a mí, ya les pertenecen a los lectores.

“Con La muerte de Artemio Cruz tenía una idea clara de recuperar el pasado inmediato de México. Si La región más transparente quería ser la novela de una ciudad, La muerte… quería ser la novela de una época, de una historia, de un país que era representado en su agonía por Artemio Cruz. La novedad técnica fue que introduje tres personas y tres tiempos diferentes para dar la complejidad de la vida y muerte de Artemio Cruz; ése era el propósito.

“En cambio Aura me vino a la cabeza estando con una muchacha en París. Salió, regresó y en ese momento pasó bajo una luz que la transformó en una anciana. Luego entró y volvió a ser la de 19 años, y dije, ‘¡ay!, que pasaría si uno tuviera el poder, siendo anciano, de volverse joven, ¡ahí está la novela!’ Me senté a escribirla en un café. La escribí en cinco días, me salió muy rápido.”

El manuscrito de Aura, al igual que la mayoría de los originales de sus novelas, novelas breves, cuentos cortos, obras teatrales, guiones cinematográficos, escritos, discursos, entrevistas, traducciones, correspondencia, dibujos, documentos, fotografías, casetes de audio, video y cuadernos, se encuentran desde 1995 en la biblioteca de la Universidad de Princeton.

Todo el material puede ser consultado por investigadores acreditados, con excepción de la correspondencia entre Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante, Hélène Cixous, Julio Cortázar, José Donoso, Roberto Fernández Retamar, Gabriel García Márquez, Norman Mailer, Octavio Paz, María Ramírez, Philip Roth y Jean Seberg, la cual podrá abrirse al público a partir del 1º de enero de 2021, o dos años después de la muerte del autor, “lo que ocurra primero”, por instrucciones de él mismo.


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