Poesía en crisis - LJA Aguascalientes
15/04/2025

Del jueves 12 al sábado 14 de este mes, el poeta, ensayista y crítico uruguayo Eduardo Milán (1952) estuvo en nuestra ciudad, impartiendo un curso sobre poéticas de la crisis. El sábado por la tarde hubo una lectura poética en el centro comercial El Parián, con Patricia Ortiz, Ilse Díaz, Nancy Gallegos, Eudoro Fonseca, Moisés Díaz y León de Martín, además del invitado. Estas actividades, organizadas por el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura y Ediciones del Viernes Santo, representaron una oportunidad para reflexionar acerca del lugar y la función de la poesía en el presente, a partir de una revisión crítica de las poéticas de la modernidad. Desde la primera sesión, en las instalaciones del IMAC, ubicadas en Antonio Acevedo Escobedo 131, Milán estableció sus premisas: la poesía vive un estado de crisis permanente, sustentada en la ausencia de significación en lo que dice. Desde este punto de vista, al menos en Occidente, la poesía carece de lugar y su función consiste en testimoniar su imposibilidad de decir, pues la mirada poética hace desaparecer el mundo, se funda en la ausencia de lo que nombra, como en el mito de Orfeo.
Según el mito, este personaje descendió al Hades en busca de Eurídice, quien le fue devuelta bajo la condición de que él avanzara sin voltear a verla. Pero el inventor de la música y la poesía cedió a la tentación y su amante desapareció ante su mirada. De modo análogo, al poeta le está vedada la visión directa de su objeto: la pérdida de lo que ama, la ausencia de lo cantado constituye una condición del canto. Por eso resulta tan importante recordar esta mirada, “instrumento que genera la falta” y que Milán recomienda no confundir con la ceguera. Al olvidarla, muchos poetas escriben para quienes ven algo que puede ser cualquier cosa menos poesía.

La función de ésta en la Edad Moderna, que desmitifica el mundo,  se funda en un conocimiento teórico y no en una experiencia vital. El racionalismo enterró vivo lo irracional sin acabarlo, pues actualmente no se piensa, sólo se ve. En consecuencia, el poema moderno resulta fragmentario e ininteligible, como consecuencia de una búsqueda en lo oscuro de aquello que lo complete y que reside en el pensamiento simbólico, la vida onírica, la pulsión erótica, el impulso lúdico, parcelas inaccesibles desde el territorio de la razón y, sin embargo, disponibles para la poesía, una de las puertas a lo irracional, al lado del sueño, el erotismo y el juego.

Sin embargo, Milán citó constantemente dos referencias cruciales que, en apariencia, cuestionan profundamente la poesía: el verso del poeta Friedrich Hölderlin (1770-1843) que pregunta “¿Para qué poetas en un tiempo sin dioses?”, y la afirmación del filósofo Theodor Adorno (1903-1969) de que no se puede hacer poesía después de Auschwitz. Pero el cuestionamiento se aplica más bien a una civilización que ha olvidado lo que otro filósofo, Martin Heiddeger (1889-1976), también citado durante el curso, llama “el decir del ser”, aquella totalidad perdida cuando la Razón ocupó el trono, desplazando a la magia, la religión y el arte como elementos de cohesión cultural. Ahora la técnica pretende cumplir esta función, sin conseguirlo. Y nuestra existencia luce más o menos tecnificada, pero hace tiempo que no podemos hablar de su plenitud de sentido, ni individual ni socialmente. Las prueban abundan.

Desgraciadamente no tenemos manera de regresar al tiempo mítico ni al pasado histórico, y las utopías del futuro promisorio han perdido el brillo: sólo contamos con un presente tan pobre que ni siquiera nos permite darnos cuenta de nuestra indigencia. La función de los poetas consiste en mostrarnos esa penuria. Paul Celan (1920-1970) lo hizo en respuesta a la negación de Adorno. En nuestra lengua, Nicanor Parra (1914) modifica la definición del trabajo del poeta, dar un sentido más puro a las palabras de la tribu, según Stéphan Mallarmé (1842-1898); un ensayo de Milán sobre la obra del chileno asevera: “Sólo en el reconocimiento de la situación real de las palabras de la tribu […] devolveremos […] sentido y pureza a las palabras.”

Y en este punto la reflexión se eriza. Cómo ignorar un sistema educativo que se deshace de la Historia y la Filosofía por considerar su enseñanza como un esfuerzo excesivo para los profesores e inútil para los alumnos. O un sistema político que encumbra a iletrados sin escrúpulos enriquecidos mediante fraudes. O un sistema económico que privilegia a los dueños del dinero y combate a los pobres y no a la pobreza.

La poesía no sirve para ocultar la crisis, como algunos quieren, sino precisamente para mostrar, desde la oscuridad de nuestra indigencia, la amenaza de perder toda posibilidad de salvación. El poeta debe testimoniar la profunda necesidad del momento presente, evitando la omisión ética del lenguaje florido o el silencio, idénticos al final.

conlavara_quemidas@yahoo.com.mx


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