Perdón por intolerarlos // Derecho a pensar en voz alta - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

Lo que pasa es que tú no piensas positivo, así concluyó la conversación. Se llevó la mirada a otra parte, lejos de donde podíamos seguir platicando. Yo no busqué el diálogo, ella aprovechó un descuido para decirme que había leído uno de los textos que publico en el periódico y que le había gustado mucho. Me rendí a la vanidad y pregunté qué era lo que le había gustado.

A unos cuantos minutos de escucharla intenté desesperadamente regresar al momento en que me dijo que algo que yo escribí le gustaba, porque una vez que inició la explicación, aquello se convirtió en un juicio que repasaba todas las cosas que había hecho mal, sobre todo, subrayar que mi problema es que soy un amargado. No lo dijo así, pero eso entendí cuando me acusó de ser incapaz de pensar en positivo, que siempre veo lo malo, lo roto, lo descompuesto de las cosas y no le concedo a ninguna autoridad.

No supe a cuál de mis comentarios se refería porque no fue específica, fue una generalización que abarcaba mi punto de vista, que siempre estoy pidiendo cuentas del dinero, que no les concedo el beneficio de la duda a los diputados y, sobre todo, que había atacado directamente a un grupo al que ella pertenecía. Ah, de eso se trata, pensé escudándome mentalmente del reclamo, se sintió aludida. Tonto de mí, intenté aclarar las razones por las que había hablado así de no importa qué iniciativa, pero no me dejó. Aparte de señalar que era un amargado, me lanzó la pregunta con la que se cree se puede desarmar al contrincante: a ver, ¿y tú qué estás haciendo?

También mentalmente empuñé mi respuesta y muy seguro disparé: yo escribo, eso es lo que me toca hacer. Por supuesto, se rió. ¿Eso es lo que haces?, y me tomó del brazo para que la risa no la tumbara. Sí, eso es en lo que creo, en mi derecho a pensar en voz alta, mental y físicamente, estaba vencido. Entonces enumeró rápidamente lo que ella hacía, las virtudes del contacto con la gente, la maravilla de educar a los niños, los esfuerzos diarios que la llevaban a dar clases de educación artística a los más necesitados. Volví a perder, en vez de quedarme callado le contesté que yo también lo había hecho. La respuesta la sacó de balance, escuchó con atención mis anécdotas acerca de la experiencia, y se recuperó: pero te rendiste, ya no lo haces, prefieres “escribir”. Después vino la estocada: mi problema, además de vencerme, era mi incapacidad de pensar positivo.

Sigo creyendo que el cambio es posible y que comienza por uno mismo, que la tarea más difícil de emprender es hacer lo que a uno le corresponde, lo que sabe y lo que le apasiona. Sigo creyendo que el derecho a pensar en voz alta, y escribirlo, es tan relevante como no depositar la basura en el contenedor fuera del horario, ni estacionarme en doble fila, respetar al peatón y estar al corriente con mis responsabilidades como ciudadano. Sigo teniendo la convicción de que si bien la tarea no es sencilla, tiene un arranque bien simple: hacer lo que me toca.

Ella no sabe lo que me hizo. Ahora cada vez que escribo pienso en qué demonios me pasa que no puedo pensar en positivo. Por ejemplo, leo los comunicados de prensa del Municipio de Aguascalientes y lo intento, la mitad es paja, las declaraciones de los subordinados de la alcaldesa siempre arrancan informando que nada de lo que van a decir se podría hacer sin su presencia, invariablemente hay al menos dos párrafos en que la elogian. Piensa positivo, me reclamo, trato de verlo así, es el reconocimiento al liderazgo de la licenciada, pero me gana la risa; lo mismo con los comunicados de Gobierno del estado, el empeño por entregar los actos más irrelevantes envueltos en grandilocuencia para darles otro sentido, como que el gobernador se fuera a una corrida a Valencia y cómo es un reconocimiento a la entidad, como dice el boletín, “Sabedor de que Carlos Lozano de la Torre es un apasionado peñista taurino y un ejemplar promotor de la fiesta brava, el matador español le solicitó su presencia en esta especial ocasión, pues es de esa forma en la que deseaba manifestar su imperecedero agradecimiento a los aguascalentenses que hicieron todo lo posible para salvarle la vida”, lo que se traduce, según el reporte en que el “gobernador refrendó su compromiso para con la afición y con los promotores de la fiesta brava, misma que habrá de encontrar en Aguascalientes el lugar propicio para engrandecer el mundo de la tauromaquia mundial”, ahí está, intento pensar positivo, de nuevo me gana la risa. Ni hablar de los diputados, escudados en la verborrea y la conjugación de verbos en futuro, lo que hoy hacen, que es manifestar su ignorancia en tribuna y rendir tributo al cabecilla del grupo político al que le deben el puesto, transformado por la magia de las palabras en iniciativas relevantes, trascendentes… pienso, pero si sólo acordaron que iban a discutir algo, ¿cómo es que eso se transforma en una acción sobresaliente? Piensa positivo, me digo, me gana la risa y luego me lleva la impotencia ante el descaro de los legisladores que son incapaces de rendir cuentas sobre el dinero que reciben.

Y como así podría seguir por mucho tiempo, pero el espacio se me acaba, asumo que sí, que si bien tengo derecho a pensar en voz alta, estoy condenado a perder lectores por mi incapacidad de pensar en positivo; luego me justifico, no es que sea un amargado, es que tengo un sentido del humor raro y quizá, allá del otro lado, está alguien que se ríe de lo mismo.

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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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