Pamela Romo Rivas
El embarazo y la maternidad en adolescentes son situaciones que se han vuelto frecuentes, hechos que a la sociedad le cuesta aceptar; son experiencias difíciles que afectan la salud integral tanto de los padres adolescentes como la de sus hijos, familiares y de la sociedad en sí.
Las cifras de embarazos en la adolescencia no son exactas, ya que se establecen principalmente de los registros de hospitales y centros de salud que excluyen a quienes no solicitan sus servicios; sin embargo, se han realizado aproximaciones. Se dice que cada año más de un millón de adolescentes en el mundo se embaraza; 30 mil son menores de 15 años y en su mayoría son embarazos no planeados. La Organización Panamericana de la Salud, OPS, reporta que según la Encuesta Nacional Demográfica en México, 12.1% de nacimientos en 2006 fueron de mujeres con edades de entre 15 y 19 años, y que en 2008, 33.5% de la población femenina entre 15 y 24 años de edad, falleció por complicaciones de embarazo como en el mismo parto o por puerperio.
En Aguascalientes, el embarazo a edades tempranas es una realidad que se ha elevado en los últimos años, pero no a todas las mujeres que pasan por este proceso, les afecta de la misma manera, hay algunas que dejan de estudiar, otras dejan sus sueños y a su familia de lado para poder seguir con esa vida que trunca tanto su adolescencia como su juventud.
Sandra Paulina Moreno Reyes es una mujer felizmente casada, próxima a ser madre, cuenta con la edad de 22 años, es estudiante de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) y cada día se esfuerza por salir adelante.
Estudia la carrera de Administración Financiera, comenta que su embarazo no ha sido ninguna barrera para poder seguir estudiando, además de sentirse feliz debido a que todos sus compañeros la ayudan y siempre están viendo si ella se encuentra bien.
“La verdad, al principio me dio mucho miedo porque no sabía cómo lo iba a tomar mi familia, por otra parte, mis compañeros no sabía si me iban a seguir hablando igual o si algo cambiaría, pero mi mayor temor era tener que dejar la universidad por estar embarazada. Me puse a investigar y la UAA ya contaba con una guardería para los hijos de las estudiantes, eso me motivó mucho más para no dejar de estudiar, sabiendo que tenía apoyo. Al principio fue fácil el andar de aquí para allá, pero mientras más crecía mi panza, más se dificultaban las cosas, el andar en camión, el subir y bajar escaleras, caminar largas distancias, pero sólo me ayudaba el pensar que no quería dejar de estudiar. Mi familia no se mostró a favor de que siguiera estudiando, pero ahorita lo pienso y digo ‘si no estudio, ¿cómo mantendré a mi bebé?’, además yo sé que tengo amigas que me apoyan cuando me siento mal y no puedo asistir, me hablan y me dicen qué hay de tarea y me ponen al corriente de lo que se vio ese día”.
Mencionó que a su edad no cuenta con la mayor madurez para tener un hijo, pero eso no le importa, lo que le importa es tener las agallas para salir adelante, luchando por sus metas y sueños que se ha ido formando desde pequeña.