Carlos Espinoza Yuen
Visten a rayas rojas y blancas, representan a la hermosa ciudad de Guadalajara ante el mundo, son un plantel conformado en su totalidad por mexicanos, se autonombran el equipo más popular de nuestro país y son, hasta la fecha, el conjunto con la mayor cantidad de títulos en la Liga local. Suelen ser la base de la Selección Nacional, es una de las escuadras que llena estadios donde quiera que se pare y su mote de guerra, por muy irónico que parezca, no avergüenza a sus seguidores, sino que les llena de orgullo: Somos Chivas.
Son ellos, el “buen chico” de nuestro campeonato, el que está obligado desde la pretemporada a pelear por el título y el que goza del apoyo incondicional de su fiel afición. Sí, son el Rebaño Sagrado… de antaño. ¿Por qué? Porque éste que hoy vemos cada fin de semana, simplemente, es una caricatura de aquel histórico equipo demoledor, nada más que un recuerdo vago y efímero, perdido entre la niebla del pasado que muchos de nosotros recordamos.
Admitámoslo: todo lo que representaba Chivas poco a poco se ha ido esfumando por los caprichos de su presidente, Jorge Vergara Madrigal, un hombre exitoso en los negocios, pero de muy pobre conocimiento futbolístico. Él y sólo él se ha encargado de ridiculizar al chiverío, llevándolo a perder todos los símbolos que lo hicieron un grande de nuestro futbol; lo hizo al principio, después y aún ahora.
Si nos ubicamos en 2002, Chivas es un equipo con 10 títulos en su palmarés, amén de torneos internacionales y otras copas, realiza sus entrenamientos en el histórico Club Deportivo Guadalajara, sus juegos de local los celebra en el mítico Estadio Jalisco, el inmueble más representativo del futbol de la región y usualmente, éste se llena para apoyar al Rebaño Sagrado. Son un conjunto temido, respetado y en sus filas cuentan con promesas como Carlos Salcido o Javier Maza Rodríguez. Sus uniformes, a pesar de incluir cada vez más marcas comerciales, son fácilmente reconocibles por la inquebrantable tradición de mantener un diseño de rayas verticales rojas y blancas. Por si fuera poco, representan al pueblo, a la clase media o media baja, son el equipo seguido por millones y fungen como un protagonista de la Liga, sin duda.
Hoy, en 2011, Chivas es un equipo con 11 títulos, el Club Deportivo Guadalajara fue demolido, el escudo del club ha sufrido alteraciones, abandonaron el Estadio Jalisco para mudarse al ultramoderno Estadio Omnilife, un inmueble nuevo y hermoso, pero lejos de la ciudadanía y complicado para visitar, lo que deriva en pobrísimas entradas y prácticamente nulo apoyo. Son simplemente un conjunto más, un animador de nuestro torneo, que si bien ha exportado grandes futbolistas a Europa y ha forjado al más reciente ídolo azteca, Javier Chicharito Hernández, es un caso excepcional, pues la cantera empieza a agotarse o peor aún, a abaratarse. Sus uniformes han sido víctimas de las locuras aberrantes de su presidente y su diseñador, pues ya han pasado por él los cuernos estilizados, las rayas diagonales, las rayas incompletas a modo de armadura y las líneas curvas. Definitivamente dejaron de ser el equipo humilde y bonachón para convertirse en un agresivo cuadro combativo, que gusta de echarse encima a los rivales por medio de desplegados, declaraciones soberbias y discursos incómodos de su directiva; eso sin mencionar que se ha vuelto una escuadra elitista. ¿Dudas? Basta comparar cuánto costaba ir al Jalisco con el costo de visitar el Omnilife. Así, desde su último campeonato, en 2006, poco a poco se desploma el equipo y a pesar de buenas temporadas como el Bicentenario 2010, es innegable que la tendencia del Rebaño es alarmantemente a la baja. Puede sonar escandaloso, pero en este caso tan precario, hay que serlo objetivamente.
Por supuesto, habrá que analizar la falta de respeto a los procesos, los pretextos absurdos creados por sus dirigentes, el olvido total de sus figuras de antaño, y mucho más preocupante aún, un fenómeno que el Guadalajara jamás pensó vivir: el distanciamiento con sus seguidores, que cada fin de semana dejan prácticamente abandonadas a sus Chivas en el Omnilife. El estadio es precioso, pero sin vida, muerto, solitario, gris, callado. A veces pareciera que hay más vendedores de cerveza y botana que aficionados; o que cada futbolista que milita en los rojiblancos llama personalmente a los que gusten ir al estadio y por ir, le dan las gracias perdiendo.
Consideré pertinente escribir acerca de la situación crítica de Chivas porque el sábado podríamos haber sido testigos de uno de los hechos más impactantes de todos los tiempos: que el Guadalajara sea visitante en su propio patio, y que los gritos de sus fanáticos hayan sido ahogados por la invasión felina que se desbordó desde Monterrey para apoyar a los revolucionados Tigres, que con su excelente paso en el torneo, andan en los cuernos de la luna, increíblemente.
Si esto pasó, entonces podemos asegurar que los rojiblancos no sólo tocaron fondo: están en una dramática crisis, en un tobogán terrible del que deberán salir, innegablemente, solos. Solos y sin el apoyo de sus hinchas, pues como ya se ve, estos cada vez son minoría, o al menos, y a pesar de todas las encuestas al respecto, no hacen presencia donde debe ser, en los partidos del chiverío. En donde deberían estar, sólo podemos observar, cual monumento o paisaje, la butaca cómoda, moderna y preciosa… sola.
Los planes felinos para el sábado, podrían o no haberse consumado. Lo que es un hecho es que algo tan inédito como llamativo, debe encender ya los focos de emergencia y próxima catástrofe en el seno tapatío. No puede Chivas darse el lujo de menospreciar, como lo hizo con su escudo, con su uniforme, con su identidad, el mayor tesoro que poseen: el amor incondicional de sus seguidores. Es simplemente inaceptable que el club más popular de México sea también, el más abandonado, el que más discordia genera entre jugadores y afición, el que permite que tomen su estadio por asalto y que de repente, su historia sea pisoteada por la falta de compromiso y humildad de sus integrantes.
Si este sábado el Omnilife vuelve a estar equilibrado o lleno de colores rojiblancos hasta el tope, eso no quiere decir que todo esté bien, simplemente, indica que su afición, fiel hasta las últimas consecuencias, esa sí respeta y ama a la institución, y esto debería significar una nueva oportunidad que no debe ser desperdiciada. Si por el contrario, los Tigres realmente fueron mayoría y convirtieron la casa rojiblanca en una sucursal del Volcán regiomontano, Vergara y compañía deberán escuchar el dramático y ensordecedor reclamo mudo de sus seguidores, replantear cosas y enderezar el rumbo. En caso contrario, habremos oficializado el estado vegetativo de un grande que alguna vez fue el más querido en esta tierra y esperaremos, en caso de ser posible, su resurrección.
Al futbol mexicano le conviene que Chivas ande bien, que honre sus cimientos y que respete los fundamentos que lo colocaron en el firmamento futbolístico. Sólo así podemos augurar una Liga divertida, competida y con un rival de cuidado allá, por rumbos de Occidente. Hoy, no es más que un cheque al portador.
Ser el más amado y al mismo tiempo, el más despreciado en tu propia casa, debido a la pérdida de tu identidad… son de esas cosas que pasan en el futbol.