- Psicología del consumidor afecta a productores nacionales
Es intrigante la aplastante presencia de la marca Ed Hardy, no sólo en la mayoría de los puestos sino incluso en los transeúntes y los mismos vendedores, una cuestión cíclica, basta recordar que alguna vez fueron Levi’s, Ecko y Lacoste, etiquetas de temporada y con la preferencia del gran público. Se dan casos en que en lugar de marcas, son estilos, “Son modas, antes en caballeros duraban cinco años, como el caso del pantalón acampanado, ahora duran 3 o 4, no años, sino meses”, explica el ingeniero Raúl Lozano, productor textil y dueño de varios puestos en el tianguis de La Purísima.
Al preguntarle si es algo en especial de la mencionada marca, Lozano dice que es cuestión de tendencias, algún rapero o personalidad de la farándula estadounidense comienza a usar prendas con insignias distinguibles y eso deriva en una sed del público por productos, que más que ser de la marca, tengan su logotipo, es decir “que se vea la gaviotita o el nombre”, comenta el comerciante.
Lozano señaló que el método que siguen muchos de los textileros nacionales consiste en ver la predilecciones que vienen, principalmente de Europa y lo que visten los famosos, para copiarlas, analizar cómo adaptarlas a bajo costo y finalmente mandar a producción, lo que implica elegir telas, materiales, coordinar al personal, distribuir y atender puntos de venta. Todo esto junto con viajes al extranjero y estar muy al pendiente de que es lo que va a pedir el público, “si bien parte del negocio es piratería, hay que saber que tendencia seguir y cuando pegarle”.
El ingeniero, acepta que sus Ed Hardy son piratas y afirma que también todos los del tianguis de La Purísima, en primer lugar por una razón lógica: una prenda genuina, tiene un costo de 1,800 pesos, mientras que su versión pirata y hecha en México va de $200 a $300. Según Lozano, el precio no es que sea tan inflado artificialmente, sino que Ed Hardy utiliza materiales finos y de calidad, que bien valen el prohibitivo precio pero son inaccesibles para la mayoría de los clientes.
La gente compra lo que traen puesto las figuras públicas en sus apariciones mediáticas, lo que deriva en una moda cara y poco constante. “Todo por mercadotecnia”, argumenta, aún así el tianguista trata de “abrir los ojos” a sus compradores, haciéndoles ver que consumir calidad y no marca es lo idóneo, dado que la ropa que se adquiere, dadas las posibilidades económicas de la mayoría de los mexicanos, es la misma con o sin marca, sólo cambia el estampado.
El que la moda, tanto en caballero como dama, se modifique con frecuencia no quiere decir más y mejores ventas, sino al contrario, “es arriesgado, porque o la sacas a tiempo y con el volumen adecuado o luego te sobra muchísima, o bien produjiste pocas cantidades y tarde, no se aprovechó la tendencia”. El comerciante acepta que la industria textil mexicana es refrito tras refrito, sus mismas marcas le copian a Zara, mientras que Zara (y las empresas Indytex) son fuertemente criticadas por sus reminiscencias a colecciones de boutiques europeas y las pasarelas de la temporada.
Recientemente, la maquiladora del tianguista fabricó un modelo de camisa inspirado en una moda de las tiendas europeas, para que posteriormente otros fabricantes locales lo plagiaran y al ponerle la gaviota de Hollister, en un diseño y materiales prácticamente iguales a los de Lozano, se encareciera el precio un 133%, ya que la prenda sin dicha marca apócrifa se vende en $150, cantidad inflada, “pero no tanto” justifica el ingeniero, para generar ganancias, mientras que el Hollister falso de los otros, se vende en $350 sólo por el estatus que otorga el bordado de la gaviota, que no cuesta más de quince pesos, aprovechándose de la gente, la cual, de acuerdo con el comerciante textileros, suele irse por la marca y la moda.
Upper Collection, la marca que viste el boxeador Antonio Margarito, es mexicana y mucho más barata que Ed Hardy, línea de ropa que va del mismo estilo, una Upper sale en 200 pesos, usan pedrería y materiales especiales, como un estampado que no provoca calor, “es como si fuera la misma seda, uno se siente más fresco”, platica Lozano quién se muestra extrañado por la preferencia del público a las versiones piratas y no tan buenas de una marca extranjera en lugar de una mexicana de buena calidad.
Las mencionadas elecciones de compra en detrimento de los productores nacionales, se suman a problemas como la reciente inundación en Indonesia, la cual tuvo repercusiones hasta México, ya que las bodegas donde se almacenaba el algodón resultaron afectadas y eso vino a afectar a los fabricantes locales, quienes tuvieron que subir los precios. Cuenta el comerciante que en México, si se quiere comprar lino, algodón o botones, “te van a decir que no hay, entonces, por ejemplo, yo le tengo que comprar a los judíos, ellos le compran a fabricantes asiáticos, tanta cadena encarece todo”.
Para combatir otro obstáculo, confía Lozano, los textileros locales tienen que ayudarse más entre sí, porque se está viviendo un terrorismo para los productores dada la falta de incentivos fiscales y lo poco comprensivo del IMSS en cuanto a los pagos, “te pasas un día, no pudiste pagar por razones de fuerza mayor, estás con la intención, vas y te ponen una multota, mejor uno no paga”. Recuerda casos como la falta de refinerías de PEMEX, los autos chocolates y la fayuca en general, dónde la poca conciencia de la población al respecto de porque es bueno invertir en producto nacional y las nulas facilidades otorgados por el gobierno dejan ahogada a una industria, que en base a bajo costo y volumen podría progresar en un asunto, fundamentalmente de cultura del consumidor.