Vuelvo al asunto del plagio. Quien haya leído la columna de Guillermo Sheridan en Letras Libres “el minutario” podrá constatar que uno de los deportes favoritos del escritor mexicano es “cachaplagios”. Algunos de sus divertimentos han caído sobre José María Pérez Gay y, acaso el más divertido de todos por la reincidencia, Guadalupe Loaeza. Personalmente me ha entretenido sobremanera leer los textos del también crítico literario; pero no puedo tener la misma sensación de alguien que escriben en las mismas páginas que un servidor.
Quienes escribimos en este diario -y a decir verdad, en cualquier medio- somos susceptibles de caer en algunos de los siguientes tropiezos: una errata; un argumento endeble; poca hilación entre ideas; olvidar escribir una palabra; caer en localismos (no en el sentido de entidad, sino que el texto puede ser una carta dirigida solamente a una persona que, dicho sea de paso, será la única en entenderla); etc. En síntesis, un conjunto pecata minuta. Pero la situación se torna grave, insultante e irrepetuosa cuando quien escribe exhibe flojera y poco -acaso ningún- profesionalismo. La tragedia discursiva: plagiar.
El 11 de noviembre de 2010 Isidoro Armendáriz comenzó una trilogía, en este diario, dedicada a algunos de los documentos más representativos de nuestra historia, a saber: “La sucesión presidencial en 1910”, “Plan de San Luis” y “Plan de Guadalupe”. La intención fue interesante (o al menos así propongo interpretarlo): releer dichos textos con las gafas actuales y dialogar con nuestro pasado. El resultado, no obstante, fue poco satisfactorio ya que las tres columnas contienen sendos copy-paste. Como prueba resumiré la primera entrega del señor Armendáriz:
Después de citar un párrafo de Francisco I. Madero, Armendáriz dice: “Así comenzaba Francisco I. Madero, uno de los textos más significativos para la gesta revolucionaria que estaba por iniciar. Publicado el 21 de noviembre de 1909, el libro “La sucesión presidencial en 1910”, cuestionaba, por vez primera públicamente, la permanencia de Porfirio Díaz en el poder y anticipaba la intención del Ejecutivo de reelegirse indefinidamente ante la creciente oposición de los librepensadores de la época y el malestar generalizado en la población.” Y paremos de contar sus comentarios. Ya que a partir de ahí Armendáriz se dedica a escribir frases como “Continuemos con lo plasmado en el memorable libro de Madero”, “Continuemos leyendo a Ignacio (que no Indalecio) Madero”, “Pasemos ahora, apreciables lector y lectora, al Plan de San Luis Potosí, publicado en facsímil el 5 de octubre de 1910, por Francisco I. Madero”, “Dentro del mismo documento, los siguientes extractos son por demás importantes:” Y finaliza su contribución diciendo: “Dejo para la deliberación de los lectores algunas ideas de ambos documentos. Cualquier semejanza con la realidad nacional actual NO es mera coincidencia.” En medio de las pocas palabras de Armendáriz, un montón de Madero, por tanto, copypaste. En este sentido, ¿por qué no invitamos al expresidente de columnista?
Supongo que lo anterior sólo puede convencer a algunos. ¿Dónde lo agraviante? Pasemos a la tercera columna publicada el miércoles 1 de diciembre de 2010 intitulada “La revolución mexicana en documentos”. Sugiero atender las siguiente claves de lectura: W (será quien represente lo escrito en Wikipedia); A (de Armendáriz, pues):
Después de haber escrito un copypaste extraido del Plan de Guadalupe, Armendáriz recobra su voz narrativa:
A: “El Ejército Constitucionalista, encabezado por Venustiano Carranza, y con el Plan de Guadalupe como bandera, logró derrotar al Ejército federal en agosto de 1914, iniciando así otra etapa de la historia de México que culminó en febrero de 1917 con la promulgación de la Constitución Política de los Estados unidos [sic] Mexicanos”
W: “El Ejército Constitucionalista, encabezado por Venustiano Carranza, y con el Plan de Guadalupe como bandera, logró derrotar al Ejército Federal en agosto de 1914, iniciando así otra etapa de la historia de México que culminó durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, pues se logra una muy escueta reforma agraria, se pacifíca al país, es exiliado el general Plutarco Elías Calles y se logra la Expropiación Petrolera. Los libros oficiales dicen que la Revolución Méxicana termina en febrero de 1917 con la promulgación de la Constitución Política de los Estado Unidos Mexicanos”
No es necesario evidenciar el resto de mi sospecha (cuyo original se encuentra en respuestas yahoo; y no, no es broma). Con lo anterior es suficiente.
¿Plagio? Flojera, falta de respeto a los lectores que no se merecen esta clase de subterfugios laborales y, cómo no, plagio. ¿Sanción? Ninguna; su peor -o mejor, según- detrimento es que se ponga a escribir. No hay pena mayor. Consejos a los plagiadores: 1) busquen documentos escritos en lenguas no romances y ajenas al inglés; 2) traduzcan un texto como puedan; 3) publíquenlo sin temor a ruborizarse. Claro está que, para ello, tendrían que dominar un idioma como el húngaro o una lengua como el vasco y nunca compartir el secreto. Es decir: mejor no escriban. Más exacto: no publiquen.