Detesto los restaurantes vegetarianos, en la medida de lo posible trato de evitarlos. Cuando por error o por compromiso he estado en uno, prefiero no comer. No es que esté en contra del vegetarianismo, no califico de bueno o malo que alguien decida abstenerse de comer carne y pescado para sólo consumir legumbres, cereales, verduras y frutas, creo que cada tiene la libertad de decidir qué le mete a su estómago, de vivir la dieta que quiera. Lo que me desagrada es el engaño en el que usualmente te quieren enredar los establecimientos de esa clase, cuando en su carta presentan una variedad de platillos cuya mayor virtud es parecer algo que no son. Uno recorre las columnas del menú y la oferta consiste en tofu con sabor a res, soya que parece carne de pollo o algas cocinadas de tal forma que uno juraría que es carne de puerco, ¿para qué el gato por liebre?, quiero decir, ¿para qué la col por codillo?
Sea cual sea la razón por la que alguien se decide por el vegetarianismo (nutrición adecuada, prevención de enfermedades, beneficio para la salud, evitar el maltrato animal o cuestión religiosa) debiera bastar para asumir que ya no se comerá carne, para qué la hipocresía de recibir un atado de verduras guisadas de tal forma que recuerdan vagamente el sabor de aquello con lo que se decidió ya no alimentarse. Quizá estoy siendo simplista, pero prefiero comer una zanahoria porque sabe a zanahoria y no porque preparada como ceviche sabe a pescado.
Por eso me desalienta la lectura de los periódicos de la ciudad en la que vivo, en Aguascalientes cada vez es más difícil hojear un diario y encontrar noticias, trabajo periodístico acerca del desempeño del gobierno y sus funcionarios, de los partidos y sus militantes, lo que se me ofrece es algo con formato de noticia que en realidad es un panegírico elaborado por un escritor fantasma al que, en el mejor de los casos, le pagan por hablar bien de su patrón. No me refiero a las columnas de opinión y a los articulistas, en esos casos la mayoría de las veces sabe uno a qué atenerse, sino al engaño de los comunicados de prensa que se presentan como notas informativas.
Es posible que en otros estados también se venda la primera plana, pero en Aguascalientes es un asunto cotidiano, los medios traicionan su razón de ser para quedar bien con el poder. Me queda claro que los periódicos son también un negocio, pero hay forma de hacer negocio, no es necesario que un día sí y un día también se reproduzcan a manera de noticia los comunicados oficiales, no se engaña a nadie, es evidente que el medio está cobrando por ese espacio, salta a los ojos que a pesar de su presentación en forma de noticia el mensaje está elaborado por el gobernador electo, la próxima alcaldesa, el titular del Ejecutivo en turno o el funcionario deseoso por destacar.
Es difícil creer que la reproducción ad nauseam de la fotografía que reproduce la visita de cortesía, la reunión con vecinos de una colonia pobre, el reparto de limosna a los más necesitados, pueda engañar a alguien; tampoco creo que alguien se crea que vive en el paraíso por el simple hecho de que todos los medios decidan difundir, con las mismas palabras, las declaraciones de que se abatió el desempleo, se ganó la guerra contra el narcotráfico, se obtuvo la promesa de cuatro mil plazas de trabajo, o se benefició de una vez para siempre a todos los enfermos de cáncer por regalarles una peluca.
Sin embargo, nos gusta vivir en el engaño a quienes formamos parte de los medios, es una hipocresía de los directivos y una complicidad de los colaboradores, quienes dejamos pasar el asunto por considerarlo una costumbre, por aceptar que el gobierno imponga sus condiciones en un trato que debería ser simple y llanamente una transacción comercial, pero lo hace de tal manera que corrompe.
Todos los medios son un negocio, sí, todos viven de la publicidad, está claro, al menos en Aguascalientes ningún periódico puede circular gracias a los ejemplares vendidos, los tirajes son ridículos, pero como no somos capaces de conseguir involucrar a todos los sectores de la sociedad en el patrocinio de un medio, se vende el alma al diablo, eso sí, a un precio más caro, bajo el lema de me fregó pero lo fregué, al gobierno se le cobra el doble o triple por las inserciones. Se alienta el círculo vicioso porque no se cuestiona que ese dinero que se cobra a las oficinas de comunicación social son recursos públicos, no se sangra a Lorena Martínez, Carlos Lozano o Luis Armando Reynoso, al final, lo termina pagando la sociedad.
Ese círculo evidentemente vicioso se mantendrá mientras los medios no sepan transformarse en una inversión para todos los sectores, pero creo que no sabemos y nos da miedo crecer, dejar la ubre gubernamental, así que en lo que se nos ocurre una idea genial para evitar la dependencia del dinero gubernamental, seguiremos viviendo en el régimen del no pago para que me pegues y te pego hasta que me pagues. Leyendo noticias que no son noticias, con fotos que son lamentables campañas de publicidad, permitiendo que en nuestras páginas, las que debieran ser para los lectores, se levanten políticos que cuando se les quita el huacal de boletines sobre el que se paran día a día, inevitablemente muestran su nula preparación, su ignorancia, la soberbia de hacer caravana con sombrero ajeno.
Por ahora, pareciera que sólo tenemos derecho a quejarnos, ¿quién será el valiente que se atreva a regresar su plato porque le sirvieron tofu sabor a res?
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