Él te mató, davía da, pará más - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 Llega carta de la Chilindrina (en otra versión, se trata de una carta de la Popis para doña Florinda). Don Ramón teme que se trate de malas noticias y le solicita al Chavo que se la lea. “Si le haya Juan al gato” comienza el Chavo. “Celaya, Guanajuato”, corrige don Ramón. Unas pocas líneas y resulta evidente que, aunque no es analfabeto, el Chavo es incapaz de leer aceptablemente un texto sencillo. Confunde las palabras, hace pausas innecesarias e ignora las necesarias, entona como pregunta lo que es declaración. Lee: “Toda la semana me la pasé tomando…”, cuando debería continuar hasta “…clases de baile”. En lugar de “academia de danzas indigenistas” entiende “epidemia de panzas indigestaditas”. La Chilindrina aclara que llegará cansada con el viaje, él interpreta que llegará casada con el viejo. Don Ramón desespera y arrebata la carta para terminar de leerla él mismo. 

Daniel Rabinovich —Les Luthiers—, en una excelente escena cómica, pide leer la presentación del compositor ficticio Mastropiero. Comienza con elegancia, lentamente, degustando las sílabas: “La siguiente obra del presente recitaal” (así con dos aes). Pronto se tropieza. Dice “resfrío” donde el texto presenta “refirió”. Llama diéresis a la tilde, se queja de que la “t” no tenga acento, y acusa a al impreso de contener un error de “lipotimia”. Va de “come todo” a “con métodos”, pasando por “come de todo”. Pronuncia “tenazambición” y lo arregla separando las palabras “tenaza” y “mbición”. La palabra “prestigiosos” le resulta impronunciable y, después de varios intentos, la sustituye por “famosos”. Sin embargo, no parece sufrir mucho, se equivoca una y otra vez, y a él le parece gracioso, incluso duda del texto, lo ve con ojos de sospecha. A la ópera Sión y el judío errante la llama “operación, y el judío era antes”. A los éxodos los lee como sexos dos. La entonación inadecuada provoca más desatinos: “Mastropiero soportó, ¿ha batido un huevo?” en lugar de “[…] soportó abatido un nuevo… fracaso”. Poco antes del final de la presentación aclara, acerca de la vida de Mastropiero, que “el tema todavía da para más”, no sin antes pronunciarlo como un galimatías. 
Una premiación de un club de servicio, una docena de oradores —lectores en voz alta— presenta a una docena de destacados ciudadanos. Quienes premian enumeran las virtudes de los laureados. Cambios de entonación, incomprensión de la puntuación, confusión de palabras. Los lectores no saben lo que leen, quizá porque no lo escribieron y no tuvieron el detalle de inspeccionar su discurso un poco antes para enterarse de lo que dirían. Una de las premiadas escuchó su biografía y se enteró de que, aunque se casó, no contrajo matrimonio sino que lo “contrayó”. Supimos, por boca de un trajeado de voz engolada, que el Congreso, además de honorable era honesto, humilde u habitable, pues no se dice “el H. Congreso”, sino “el H. Honorable Congreso”. Como Rabinovich con “prestigiosos”, un hombre serio sufrió horrores con “tiflotipia”, y como probablemente no sabe qué quiere decir la palabrita, no encontró un sinónimo que le permitiera sortear el problema. Uno tras otro los oradores demostraron que leer mal no es óbice para recibir aplausos. 
En “The Relativity of Wrong”, Isaac Asimov responde a un estudiante de Literatura que señala que aunque siglo tras siglo la gente cree que por fin ha entendido cómo funciona el Universo, siglo tras siglo se ha demostrado que tal entendimiento era erróneo. A partir de tal razonamiento, el joven “demuestra” que el conocimiento contemporáneo es equivocado. A Asimov le toma unas pocas páginas elaborar una elegante réplica. La idea de “error” debe ser tomada con precaución: considerar igualmente desafortunadas las respuestas “cinco” y “rojo” a la pregunta “¿Cuánto es dos más dos?” puede ser extremo. Tachar de tontería la idea de que la Tierra es plana tampoco es lindo: la curvatura de una superficie plana es de 0 por cada kilómetro, la de la Tierra, si fuera redonda, sería de 0.00020 —la diferencia es mínima e importantísima—. Por supuesto, considerar a la Tierra una esfera es más correcto que considerarla plana; considerarla una esfera “achatada” es mejor; acotar que en realidad tiene forma de pera, mucho mejor. Así que, hay de errores a errores. 
Entre no saber leer y no saber leer bien media un abismo. Entre no saber leer bien y saber leer, hay otro. El problema es que la diferencia que causa el abismo parece tan pequeña como la que separa a una Tierra plana de una esférica. Es cuestión de atención, de paciencia, de un mínimo esfuerzo. Sin embargo, las consecuencias son monumentales. Nuestros dirigentes, líderes de opinión, presidentes de clubes de servicio y empresarios han librado un abismo: leen mal, pero leen. Esperemos que algún día libren el otro abismo. De otra manera, las discusiones “serias” seguirán pareciendo escenas cómicas de Les Luthiers y nuestro destino continuará estando en manos del Chavo del Ocho. 
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