Yo leo - LJA Aguascalientes
14/11/2024

Si el mundo fuera normal, el que una chica te tratara bien sería buena señal, pero en el mundo real no es así.
(Nick Hornby)
 Como la mayoría de los protagonistas de Nick Hornby, Sam vive en una eterna mentalidad adolescente, pero en esta ocasión en lugar de ser un treintañero díscolo u obsesivo, es un adolescente también de edad. De esa edad en la que todo es nuevo y uno se cree el centro del mundo. Una mentalidad que describe, acertadísimamente, uno de los primeros párrafos de Todo por una chica (Anagrama, 2009): “me alegro de que haya cosas que no sabéis y que no podéis ni siquiera adivinar, cosas raras, cosas que sólo me han pasado a mí en toda la historia del mundo, que yo sepa. Si fuerais capaces de adivinarlo todo sólo con haber leído ese pequeño párrafo primero, empezaría a preocuparme por no ser una persona increíblemente complicada e interesante”.

Sam está a punto de cumplir los dieciséis años y su única pasión es el skate (no “skateboard” como se encarga de afirma una vez y otra), tanto que su compañero de secretos es el póster de Tony Hawk. Y, a pesar de la adolescencia, a Sam las cosas no le van del todo mal. Ya ha superado el divorcio de sus padres, no tiene especiales problemas en la escuela y se ha enamorado de Alicia. No van del todo mal hasta que ella queda embarazada y Sam, como todo adolescente que se ha metido en un lío, tiene “la sensación de que estaba jugando a algún tipo de juego cuyas reglas todo el mundo sabía menos yo”.
Sam, como buen personaje de Hornby, es un antihéroe, un perdedor al que su propia desgracia, que considera única y resulta tan común, hace que el lector se encariñe de él, como en la vida uno apoya siempre al amigo al que todo le sale mal. Sam es, puede ser, puede parecer, un cobarde y un egoísta (esa huida de la responsabilidad de la paternidad) pero es una buena persona que no sabe qué hacer y si lo sabe no sabe cómo.
Todo por una chica, frase en que se resume esa idea monomaniaca de la mayoría de los adolescentes masculinos, se convierte a veces en un manual de supervivencia de la adolescencia, con consejos tan, en apariencia sencillos, como “en todo caso, evitad salir con chicas feas que digan que quieren ser modelos. No porque sean feas, sino porque están locas”. O una lista de verdades que, aunque deben aprenderse en la primera juventud, su utilidad ha de ser para la vida en general, para la de verdad: “Te acuestas con alguien porque no te pone enfermo y cuando ese alguien te empieza a poner enfermo dejas de hacerlo” y el realistamente doloroso “Porque si alguien te dice te quiere, te ves obligado a decírselo tú también a quien te lo dice, ¿no? Tienes que ser muy duro para no hacerlo”.
En este libro de Hornby, escrito en ese tipo de escritura para jóvenes que los anglosajones categorizan bajo el generalista “young adult fiction”, se encuentra la raíz de sus otros personajes: un mundo en el que la diferencia –sean la manía de los discos, la soltería despreocupada o la necesidad de buscar otra chica– es siempre causa de angustia y de preocupación, causa de que sea tan difícil encontrar un lugar en el mundo y de conservarlo con todo en contra. Pero, frente a otros personajes adolescentes, el lector no puede evitar sentir lástima por alguien que lo único que quiere, como dice el título de otra de las novelas, es saber “cómo ser bueno”.
Y en la novela, que no trata tanto de todo lo que hacer por una chica, sino más bien sobre todo lo que se podría llegar a hacer hasta ese final, en la última página, en que el protagonista descubre que irremediablemente ha entrado, o está a punto de entrar, en la edad adulta: “Quedaba mucho trabajo por hacer, y muchas discusiones por entablar, y niños que cuidar, y dinero que conseguir, y horas de sueño que perder”. Y todo sin tener esa esperanza de otro de los personajes de Hornby, Rob Fleming, que para su funeral quiere que “una bella y llorosa mujer insista en que pongan You’re The Best Thing That Ever Happened To Me, de Gladys Knight”.

 Una perla de sabiduría de Hornby

“El problema con mi generación es que pensamos que somos unos jodidos genios. Hacer algo no es suficiente para nosotros y tampoco lo es vender algo o enseñar algo o simplemente ponernos a hacer algo. Necesitamos ser algo”

Banda sonora

“I loved the words you wrote to me / But that was bloody yesterday / I can’t survive on what you send / Every time you need a friend. // I saw two shooting stars last night / I wished on them but they were only satellites / Is it wrong to wish on space hardware / I wish, I wish, I wish you’d care” (“A New England”, Billy Bragg). n

 


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