V for Vendetta defiende una interesante tesis: la violencia puede servir al bien. Así lo demuestra el personaje principal en el siguiente diálogo que mantiene con su cómplice “Evey”: V: Pude haber matado a esos fingerman [policías] que te atacaron la otra noche, pero no escuché objeción a ello. La violencia puede ser usada para hacer el bien./ Evey: ¿A qué te refieres?/ V: Justicia. No hay corte en este país para hombres como Prothero./ Evey: ¿Vas a matar más gente?/ V: Sí.”
Las herramientas de la que se vale “V” para cambiar a la sociedad son el discurso y la violencia. Pero no sólo mata personas, también se encarga de destruir símbolos. Esto es que para derrumbar una tiranía se precisan argumentos convincentes y actos violentos dirigidos a dos objetivos: los seres humanos y los símbolos que los representan. En la película todo esto funciona y, por tanto, la violencia se legitima.
El gobierno de Calderón ha querido eliminar por completo la violencia en México a través de más violencia. Puedo entender la tentativa de ir tras los virus de nuestro país: grupos de delincuentes que azotan diariamente las ciudades; el narcotráfico que no cesa; el pulso de la inseguridad. Lo que no logro comprender, ni por asomo, es que dicha persecución se lleve a cabo en las calles a cualquier hora del día, sin importar que haya civiles de por medio. La fuerza del Estado debe ser más inteligente que su enemigo.
Creo que la situación del país se ha modificado: la lucha ya no es contra las drogas. De otra manera no se explica la muerte de la gente que no tiene nada que ver con ese mundo. Es decir, el conflicto actual -o para decirlo con todas sus letras: guerra-, en México, nos ha demostrado que la violencia no sólo debe ser atacada con violencia. Creo que hacen falta otras medidas -quizás educación y empleo.
El ejército, apesar de su buena intención, no ha logrado traer paz a la sociedad. A decir verdad, todo lo contrario: uno va circulando en su automóvil y, de golpe, a su izquierda tiene un vehículo con un montón de personas armadas. ¿El espacio para contrarrestar a los malhechores está en las calles? Los civiles no tienen por qué estar en un fuego cruzado, alarmados por su vida o, más exacto, por la pérdida de su vida. El uso de la violencia, por parte de la fuerza pública en México, ha generado miedo.
Durante el evento “Diálogo por la seguridad” Felipe Calderón, en su última intervención, pronunció lo siguiente: “si el Estado no actuara en el uso legítimo de la fuerza pública para combatir este fenómeno, difícilmente es pensable que eso reduzca la violencia, es decir, tiene que usar la fuerza pública para combatir a estos criminales […] y la única manera de detenerlos es a través del uso de la fuerza pública que va necesariamente a atraer, por lo menos en el corto plazo, también violencia…” Probablemente sea cierto lo que Calderón ha dicho; pero, entonces, esto quiere decir que estamos condenados. ¿Qué nos toca hacer? No todo el esfuerzo debe provenir de las balas.
Si seguimos lo planteado por Austin (decir puede ser un hacer), entonces -como dijo “V”- nos toca contribuir a través de discursos: “Las palabras son más que palabras; son perspectivas”. El problema es un asunto de claridad ¿el narcotráfico, per se, es el problema? O, acaso, ¿la violencia utilizada para combatir el narcotráfico es lo que ha producio la situación actual?
Lo he dicho en otras ocasiones: Dámaso Alonso publicó en Hijos de la ira, un poema llamado “Insomnio” que contiene dos versos escalofriantes: “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres/ (según las últimas estadísticas)”. El sentido del poema del español difiere de la situación actual en México; sin embargo, sería lamentable y deprimente que alguien llegara y se apropiara de los versos de Alonso y los situara en nuestro país: “México es un país de más de un millón de cadáveres/ (según las últimas estadísticas)”. Nuevo León y Tamaulipas son muestras de lo que ocurre.
En la película “V” se tenían bien identificadas a las personas que abusaban del poder y muy claros los símbolos que había que destruir. En México, no. Probablemente la gente que no tenga escrúpulos sí esté señalada por el gobierno; pero, ¿cuál es su símbolo? En España, cayó el franquismo y las estatuas de Franco -en su mayoría- también. En Alemania, con sus representaciones específicas, sucedió lo mismo. ¿Cuál es el símbolo del narcotráfico? Lamentablemente creo que es la violencia. Ésta es una hidra y las fuerzas armadas del gobierno no son Heracles. El mito se invierte y, en la realidad, un parlamento de “V” es el monólogo -que afecta a todos- de los delincuentes: “¿Voy a matar más gente?, Sí.”