Le daré vuelo absoluto a esta cuartilla con un blindaje legítimo, sincero, necesario; más porque México tiene muchos “taurinos” que no han desarrollado el sentido de la diferenciación de los conceptos; no se enteran en donde inicia uno y fenece otro. Para la mar de las letras carecen del buque robusto y potente en el cual puedan navegar sin el peligro de perecer en el oscuro y fatal paisaje de la tormenta.
Tal cubierta, impermeabilizante literario repelente de onduladas interpretaciones, al fin de cuentas quedará apuntalada porque el motivo de ésta no es la parte central del tema que en la presente hoja trataré desnudamente.
Cuando las evidencias de algo se presentan rotundas, claras, con todas las características para que ese algo sea prueba determinante de un último juicio, entonces cualquier indicio de negación es necedad.
Hubo ilusiones, hubo un esfuerzo total, hubo deseos, convicción y capacidad anímica, valor -quizás superado por el corazón-, y carácter con el que digirió las adversidades en la serie extranjera Arturo Macías, “El Cejas”. De ello hay evidencias; negarlo sería la necedad. Sin embargo ocho corridas –Una más, una menos-, tres –o tal vez cuatro- orejas, tres cornadas, una “leve, otra grave y una muy grave, y la mala experiencia con un buen toro en la segunda tarde de Madrid, no es un halagador total de la suma. Hoy, cuando el joven matador está muy cerca de retornar a su patria en donde goza de mejor cartel que en España, y cuando pocos se han atrevido a imprimir opiniones objetivas de él, excluyendo la noticiosa del cartel de inauguración del ostentoso domo de San Luis Potosí, por ello lo recuerdo.
Los sueños nunca superarán a la realidad.
Sí, también es evidente que las actuaciones del “Cejas” no llegaron a la decena de tardes en los cosos de Iberia y la Francia pero, cuando apenas se había oficializado que iría a Valencia, Sevilla y Madrid, un diario mercachife, adulón, temerario, falto de prudencia y ética se atrevió a publicar que tenía firmadas ¡cuarenta corridas! Cuando cualquier mortal aficionado sabe que tal cantidad de contratos al iniciar la campaña peninsular no las pueden presumir ni las figuras ibéricas. Hoy, cuando el retorno de Arturo está muy cerca, por lo menos para cumplir el contrato en el bello San Luis, hay quien chilla falsedades con encabezados como este: “Regresa Arturo Macías luego de su triunfal temporada en España”… u oraciones similares…
Lamentablemente la prensa mexicana no ha tenido la capacidad de destetarse. Como contraste radical frente a la Independencia de las reglas de la corona y con ella la parición de nuestro país, aún México no se ha logrado independizar de él mismo. Muchas de sus instituciones, la mayoría, están sometidas a los modos de operar de títulos que están por encima de ellas en la escala de jerarquías políticas, que no de la de valores. Idéntico sucede con la prensa taurina azteca, contando, para fortuna de los aficionados de alto rango, con excepciones reconfortantes.
Así, la prensa especializada en materia taurómaca adolece de una libertad real; siempre media entre la pluma y el espectáculo, un deshonesto contrato de compraventa que acaba por desviar la realidad, difumina la capacidad de crítica y libertad de expresión y crea espejismos desgraciados que no permiten a la misma trama de la organización taurina superarse. En tanto no haya una visión despejada de las incorrecciones, no habrá un proyecto a seguir y según éste potencializar las capacidades. Lo más doliente es que se prostituye a la fiesta, se le veja. El periodismo taurino sufre de su natural belleza e interés, una metamorfosis a maldita ramera de pacotilla.
Es sano que ya, hoy, en este instante todos los que nos echamos a la mar de las letras de los toros estemos conscientes que el público amante de la fiesta no es idiota. Cuenta con un mínimo de criterio para realizar juicios y que la coba, vicio casi exclusivo de los “taurinos” aztecas, se ha convertido en un tumor gigantesco y canceroso que mata lentamente y al que se debe extirpar. Esa afición que hace favor de leer lo que se escribe, merece un respeto, y por su puesto que el mentirle es agredir ese respeto.
El aldeanismo juega protagónico papel en esta trama; los incisos, impresos en renglones básicos en la pirámide de virtudes de toda profesión u oficio, deben ser la visión universal de un arte que por su puesto no inicia ni termina lo bueno de él en la tierra en que se radica, aunque esto no quite el especial afecto que se tenga por lo hecho o formado por la paisanada.