PUYAZOS - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Dar un homenaje es, en el aspecto práctico, real de la palabra, el de su aplicación, reconocer con algo –diploma, trofeo, o cualquier objeto simbólico- o con un acto los logros positivos de una o varias personas. Incentivar y/o premiar la labor de quien se cree es merecedor de especial elogio. 

Bien, de un homenaje fueron objeto un par de galenos aguascalentenses este viernes anterior 10 del mes patrio, que está arrancando sus hojas. El gobierno de la localidad ibérica de Galapagar planteó y llevó la responsabilidad de homenajear a Alfredo Ruiz Romero y Juan Carlos Ramírez. El motivo, aquella intervención profesional afortunada del 24 de abril cuando el facón izquierdo de “Navegante”, penetró en la pierna del mismo lado de “José Tomás lesionando severamente la femoral y consternando a todos cuantos fuimos testigos del gravísimo acto. Muy justo el homenaje a Ruiz Romero. Ni hablar. 
 
Pero los homenajes tienen su parte delicada; son en primera idea para alentar al que los recibe, y en una segunda para acrecentar el curriculum vitae; esto como consecuencia, más bien. Un homenaje no pasará si no del  campo y plano moral. Se trata de una acción que alimenta la parte sensible, esa del sentimiento, cosa de lo afectivo de quien es objeto de dicha diligencia, y ennoblece y humaniza a quien la da. Sin embargo, retomo lo escrito en las primeras rayas de este tercer tramo, los homenajes son armas de dos, tres o más filos. Se corre el riesgo de “titular” a quien no lo merece, o bien, de omitir de manera salvaje e ingrata a nombres que cumplen el perfil como para ser enriquecidos con tal halago.
 
Más aún, de cometer ambos errores en una sola entrega. 
 
Debo pensar que por “ignorancia”, el gobierno de Galapagar cometió tal incorrección. Después que Aguascalientes quedó degradado en el mundo médico “gracias” a declaraciones insulsas dadas a horas escasas del percance de Tomás y de lengua de quien todo mundo sabe, luego de polémica voraz, España, concreto, Galapagar, Madrid reconoce ante el mundo oficialmente y de manera humilde que la enfermería de la Plaza Monumental estuvo lo suficientemente equipada y que los médicos tuvieron la capacidad necesaria para actuar y salvar la vida del joven maestro. Pero sigue en pie la omisión y en paralelo un aspecto absurdo. La omisión fue cometida al resto de los profesionales de la medicina que intervinieron directamente, en mayor o menor medida pero en homogénea importancia, en la estabilización de Tomás en la enfermería y posteriormente en la cirugía, y la parte absurda en dar un homenaje al director del Centenario Hospital Hidalgo. Sé que la gran pregunta de los que hagan el favor de leer esta columnilla y de los aficionados que saben del tema, será, como la mía propia, ¿A qué obedeció el homenaje a Ramírez y porqué en lugar de rendir pleitesía a él, no lo hicieron con el resto de los componentes del cuerpo médico aguascalentense?
 
Cuando intervienen autoridades políticas en asuntos como los taurinos, lamentablemente se tropieza con los absurdos. Los hombres que tienen cargos de elección popular buscan el protagonismo, se regordean en el aroma y proyección social y se acomodan las corbatas para posar en la foto. 
 
Sí, el hecho es ya oficial pero bien que hasta se prestará para la chunga, el satirismo entre los taurinos y la burla con una gama de preguntas que tratarán en el fondo de hacer sentir que mayor omisión y más grande no pudieron cometer: ¿El homenaje a Ramírez fue por haber tenido preparado el quirófano para que fuera intervenido eficientemente el coletudo?, ¿Por haber ofrecido amablemente las instalaciones del nosocomio?, ¿Por haber estado presente en su oficina cuando se le dio noticia de que se utilizaría el Hospital Hidalgo para la cirugía?, ¿Por haber dirigido la conferencia de prensa otro día del percance ante la prensa nacional y local?, ¿Por haber tenido la circunstancia de ser director del hospital?, ¿Por tener alta nota como dirigente de una de las casas de salud pública más importante del estado?, ¿Porque? 
 
También habrá preguntas con el tema central de los que fueron omitidos: ¿No valieron las manos del resto de los doctores que sí estuvieron presentes haciendo su trabajo desde la enfermería y hasta la madrugada en la sala de operaciones?, ¿El anestesiólogo sirvió poco en la operación?, ¿Por qué?
 
Los aficionados locales y más aún los periodistas que tuvimos la “fortuna” de ver muy cerca la cornada y después de amotinarnos en las puertas albas de la enfermería hasta que salieron con José Tomás, bien supimos quienes entraron a ella y bien sabemos quienes fueron los doctores que sí pusieron sus conocimientos científicos en la atención de tan severo accidente. A ellos, en tanto Galapagar los ha desairado, reitero, espero que por ignorancia, en esta sencilla hoja y con este manguillo les remito un franco y sentido reconocimiento por su labor. 
 
A las autoridades de Galapagar solamente les faltó también homenajear a Luis Armando Reynoso Femat por haber sido el gobernador en el tiempo que sucedió la cornada…  


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