- Está por terminar la demolición del recinto Chamacuero
- Hay "aviadores" y viviendas habitadas que fueron dañadas por la maquinaria
Inconformidad, despojo, hacinamiento, incertidumbre y aparición de aviadores son parte del abanico de problemas que ha desatado el derrumbe y desalojo de casi 70 viviendas del recinto Chamacuero en el fraccionamiento Valle de Cactus, al oriente de la ciudad capital.
Con problemas desde su creación, en el desarrollo habitacional ganador del premio nacional de vivienda 2007 el Instituto de Vivienda del estado (IVEA) comenzó a derruir viviendas construidas sobre una falla geológica el pasado 27 de agosto y aunque a tres semanas continúa la demolición de viviendas, aún hay vecinos que se rehúsan a ser reubicados.
También hay familias que viven en casas afectadas por la demolición de unidades contiguas y que tampoco quieren moverse de su propiedad o están a la espera de que el IVEA les entregue una casa en ese u otro fraccionamiento.
Además se ven nuevos habitantes, de los que llaman aviadores, que a falta de un patrimonio propio y alentados por líderes de otras colonias han optado por ocupar viviendas solas y cercanas a la zona de demolición.
Mientras tanto, hay vecinos que cedieron y dejaron el lugar que habitaban y ahora, con la promesa incumplida del IVEA de reacomodarlos en algún otro sitio, comparten casas de otros recintos con hasta otras dos familias.
A varios de quienes se encuentran en estas situaciones les dieron este viernes o el lunes próximo como plazo para dejar las casas, en algunos casos sin que el Instituto les haya resuelto donde vivirán temporal o permanentemente.
Daños en viviendas habitadas
La casa de Ernesto* y su familia resultó dañada con la demolición. “A mí no me conviene estar aquí porque, desgraciadamente con el movimiento de las máquinas se fracturan las casas; inclusive, de ahora que están haciendo movimiento, me dejaron caer una trabe arriba de mi casa y desgraciadamente el cuarto adicional ya no sirve”, asegura.
Según cuenta su esposa, hace unos días, cuando derruyeron las casas de atrás, el muro de una de ellas impactó el de su casa y aunque advirtieron y sacaron a la familia mientras se hacían los trabajos, el cuarto adicional que ellos construyeron resultó agrietado.
Sobre la vivienda donde pretenden reubicarlos, Ernesto comenta que “vengo ahorita del lugar donde me dijeron y no llegó el licenciado, el jurídico”. El lugar que les ofrecen “es aquí en el mismo Valle, en el número de lote 73, pero está una persona y no sabemos si vayan a quitarle su vivienda por el hecho de que no haya pagado. Ese lote está ocupado, el que está desocupado es el 74, pero yo no sé todavía nada”.
Reubicaciones
“Me acaban de cambiar ayer (el jueves)”, relata Luz*, de 67 años, mientras observa la demolición. Hoy su casa y las dos contiguas están deshabitadas y desvalijadas, inhabitables.
Ella tenía “como un mes y medio” viviendo en el recinto Chamacuero de Valle de los Cactus junto con dos hijos y tres nietos menores de edad. Hoy es una más de las vecinas del J. Guadalupe Peralta.
Hacinamiento, incumplimiento y despojo
Después de pasar toda la mañana en el IVEA, en la que fue la enésima visita a la dependencia, Verónica* logró que a ella, su esposo y sus cuatro hijos –dos mujeres adolescentes- les permitan quedarse en la vivienda que ocupan desde hace más de un año en préstamo hasta que les consigan otra que no tengan que compartir con dos o tres familias.
En esa situación, comentan vecinos, ya se encuentran varios de los propietarios de las casas falladas.
Mario*, su esposo, asegura que Carlos Alberto Franco Pérez, a quien identifica como “el jurídico de vivienda”, les alertó que si no dejaban la casa a más tardar el viernes habría una demanda en su contra porque la casa no es de ellos.
Pero según explica, él y su familia vivían antes en el J. Guadalupe Peralta y hace año y dos meses solicitaron una vivienda para compra en el IVEA, que les pedía 10 mil pesos de enganche. Después bajó a tres mil.
Mientras los tenían, afirma, el Instituto les prestó la casa en Valle de Cactus y no hace mucho que dieron esos tres mil pesos y los papeles para iniciar el trámite, pero el IVEA los reportó como extraviados y por tanto como que no hubieran hecho nada.
“Dicen que no han metido ni papeles, ni han hecho trámites”, cuenta Carlos*, concuño de Mario y trabajador de gobierno. “Entonces él ya fue a buscar por medio de otras personas y ya localizó sus papeles, que sí existían; sin embargo, ellos hacen caso omiso y quieren sacarlos sin darles otra opción, sin reubicarlos”.
Ocupación ilegal
“Yo no tengo casa”, dice María*, madre de tres menores y esposa de un taxista.
“Yo vivía en una prestada y me la pidieron y pues no puedo pagar renta”, justifica, antes de reconocer que es una “aviadora” en Valle de los Cactus.
Antes habitante del fraccionamiento Solidaridad II, María se cambió de lugar porque Marta Adame, una “de las que andan como de los partidos”, una líder de colonia, le dijo que había casas solas y que no había problema en que las ocupara.
“Me dijo que si yo tenía papeles, me respaldara con ella, si no, no. Que ya más gente había invadido casas y yo por eso me atreví”, justifica.
Asegura que actualmente está tramitando un crédito de vivienda, pero aún no mete sus papeles y mientras tanto se encuentra en incertidumbre sobre su futuro.
Amenazas
Rocío*, hermana de Verónica y quien le ha cuidado la casa en los días que pasa esperando ser atendida en el IVEA, relató un encuentro con los trabajadores que están demoliendo las viviendas al negarse a abandonar la de su hermana y quedarse ahí junto con sus hijos y sobrinos.
“Le dije: a ver, túmbala. No me voy a salir. Y dijo el señor: ¿pues cuánto ha de valer la cabeza de cada niño? ¿100 pesos? Yo puedo ir a traer muchos cholos para que les saquen sus cosas a la calle y así te tumbo la casa. Que a él le pagan por cada casa que tumbe”.
Incertidumbre
Doña Lupe*, que desde el 27 de agosto se negó a dejar la casa que aún no termina de pagar, ahora duda. Duda, pero no sabe qué pasara con ella.
“Yo debía 26 mil pesos de lo que se me fue acumulando, pero arreglé y me quedaron 16; entonces tenía que llevar 400 esta semana. Ahorita no he llevado porque no tenemos (…) entonces me estaban comentando los vecinos que dijeron que la gente que deba no se va a poder reubicar”, comenta.
La casa de doña Lupe es la única que queda completa y habitada de seis que se encuentra junto a la zona que ya se terminó de demoler.