Sobre la crítica literaria (algunas desmitificaciones) - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Guardagujas celebra su cumpleaños este mes. México Kafkiano lo hizo hace poco. Quiero mandar una felicitación a todos los miembros del suplemento cultural de este periódico; así como al equipo del sitio de internet: enhorabuena y que vengan muchos años más; y también suplementos, espacios en la red, críticas, detractores. Cada comentario negativo es un canto de amor y de esperanza al diálogo. Cada comentario positivo una excusa para deternnos y preguntar: ¿cómo mejorar? Como sea, siempre hay ganancia. El diálogo es importantísimo. 

Creo que la mejor manera de felicitar al más reciente cumpleañero es a través de una autocrítica: Terrones vs Terrones. En el segundo número del suplemento me publicaron un artículo intitulado “Crítica y Diálogo”. Hoy lo veo con mucha simpatía y poco aprecio: si tuviera que hacer un porcentaje sólo le compartiría el 10% de lo ahí expuesto. 
Empiezo con la parte a favor: la crítica -en cualquier espacio cultural- es más o menos importante para dialogar con determinada obra. Eso es todo lo que tenemos en común el Terrones de entonces y el Terrones de hoy.  Al otro, a Terrones, es a quien (se) le ocurren las cosas. 
El otro 90% del texto anterior no lo creo conveniente mencionar porque me estaría refutando explícitamente y, como no soy tan soberbio para hablar de mí, desde mí, para mí, mejor escribo mi visión de la crítica ahora, valiéndome de la desmitificación de algunos comentarios  -acaso los más frecuentes- que he notado que con cierta frecuencia se mencionan cuando se habla de la crítica y el crítico. 
La crítica literaria también es literatura: nada más obvio pero, a veces, nada menos claro. Para mí la literatura se encuentra en lo bien escrito: desde un texto académico hasta un poema épico. La crítica, por tanto, si está bien hecha, es literatura (no me detendré en definir qué es un ‘buen’ texto; por ahora basta decir que es aquel que tiene economía, precisión y limpieza en el lenguaje). Y el autor, un buen escritor. 
Habrá quien secunde a Steiner con su tesis de que el crítico es un eunuco; o siga a un montón de frustrados y reprimidos que se llaman escritores que ven al crítico como un artista frustrado. Ambas ideas consagran, como podemos ver, la figura (inexistente ahora mismo) romántica del escritor no crítico. Cancelan la recepción. Abortan de su mundo a los lectores. Hablar mal de un crítico es una vulgaridad contra el lector. 
Otro punto importante derivado de este primer punto es que el trabajo del crítico es el mismo que el de un ensayista, un dramaturgo, entre otros. Los escritores de otros géneros no parten de la nada en que no pasa nada. Siempre hay una idea o una imagen o una palabra o lo que sea. Algunos decimonónicos insisten en llamarle revelación o epifanía; yo me conformo con llamarle azar. El crítico tampoco parte de cero, pero no se debe a la obra de la que habla -ni es parasitaria como diría Steiner de ésta; por el contrario, la obra se debe (y mucho) a la crítica. 
El crítico no tiene la verdad absoluta: Evidentemente el crítico se puede equivocar y tener opiniones endebles, como un novelista con un personaje, o un poeta con un verso. No veo por qué el crítico de repente no pueda tropezar. No toda la obra de Paz es grandiosa, como tampoco la de Shakespeare, o la de Joyce. Buscar un continuum genial en un autor es una tarea tonta -por decir lo menos. 
El crítico no está para recomendar libros: La labor -si podemos hablar de tal cosa- de un crítico es escribir de la mejor forma posible (calidad no complacencia) acerca de una obra. Naturalmente si el crítico encuentra páginas inspiradas en una obra, va a contagiarse y a tratar de reflejarlo en un texto; si encuentra páginas tramposas e insípidas (por decir algo) también valdrá decirlo. Incluso las reseñas no tienen en sí la función de persuadir y atraer lectores: sólo muestran una lectura. Los que recomiendan libros, bueno, llamémosles solaperos o capitanes cuarta de forros. 
El crítico no es a la literatura lo que un árbitro a un juego: si el crítico no recomienda, no pretende dictaminar; sin embargo, sí que se le puede atribuir esta característica. Vale la pena agregar que esto lo veo más como una consecuencia que como una intención.  
Los árbitros -en teoría- no toman partido. Los críticos que no lo hacen deberían de buscarse otra cosa qué hacer. La objetividad y la imparcialidad son dos conceptos que los noticiarios han hecho mucho daño y que han convertido en sinónimo de crítica en cualquiera de sus modalidaes. A lo más, podremos encontrar en el mundo cierta neutralidad: en la literatura no. Quien no defienda una literatura y quien no ataque otra, que se busque un lugar en la tribuna, que pida una cerveza, que grite, que fume, pero que no juegue. 
¿El crítico que no escribe poesía, o novela, o cuento, o etc., no vale?: ¿El poeta, novelista, cuentista, etc., que no escribe otra crítica, no vale? Ni una, ni otra; o las dos. 
¿Para qué crítica? Dejé este interrogante al final intencionadamente. Respondo: ¿para qué Crimen y Castigo?; ¿para qué Rothko?; ¿para qué la música?; ¿para qué opinar?; ¿para qué ‘para qué’? 
www.mexicokafkiano.com 


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