De mis filmes favoritos, sin duda es la película dirigida por los hermanos Andy y Larry Wachowsky, The Matrix. Dicha producción, un poco loca y “fumada” trata la versión futurista del dominio de las máquinas a los seres humanos, donde estos últimos se encuentran dormidos y en sus sueños viven la vida real. Es una cosa rara, pero con un sentido abstracto: vivimos atados a nuestras propios inventos, a nuestra capacidad creadora, que se ha vuelto contra nosotros mismos.
Como ese filme donde Keanu Reeves surge como “el ungido” que salva a la humanidad, hoy surgen voces que se dicen “los apropiados” para juzgar y decir quien sí y quien no tiene la razón cuando habla. Me refiero pues, a estas voces públicas que teniendo la palestra como arma y una pluma o un medio electrónico se han dedicado precisamente a desinformar la realidad. Al igual que en Matrix, muchos se creen máquinas infalibles capaces de hacer saber a la sociedad que sus palabras “son las que deben ser”.
La verdad, es que hoy, somos víctimas de nuestro propio progreso. Y estos que hablan son víctimas de sus propias palabras. Por ejemplo, cuando un miembro de la Iglesia Católica afirmó que los jueces de la corte habían sido sobornados por Marcelo Ebrard—por cierto el nuevo cacique del PRD—rápidamente contestó que lo iba a demandar por daño moral. Distintas voces a favor y en contra surgieron para decir “su verdad”. Ayer en el periódico El Universal hubo un desplegado con este título: “¿Desde cuándo la calumnia es un derecho de libre expresión? Lo cual es preocupante, y trataré de exponerlo brevemente.
Sinceramente creo, que Marcelo y sus cuates de la Asamblea Legislativa, no midieron las consecuencias de desoír a la población. Pero esto, todavía no ha mostrado el costo político que tendrá, sobretodo con las aspiraciones de Marcelo hacia 2012, yo auguro que no será nada bueno para él.
En primer lugar hay que aclarar que la libertad de expresión se encuentra respaldada en el Artículo sexto de la Constitución Política que a la letra dice: “La manifestación de las ideas, no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público.” (UNAM, 2009).
Entonces, si Ebrard se siente dañado moralmente debe proceder legalmente. Y que la ley decida. Pero me pregunto por qué los comunicadores sí pueden atacar la moral, lastimar los derechos de un tercero o perturbar el orden público. Me refiero pues, a los casos de Carlos Loret de Mola y Adela Micha, quienes han denunciado en sus programas Primero Noticias y Las Noticias por Adela a las “30 encarceladas” en Guanajuato y que además los espacios para dar todos los argumentos han sido claramente parciales: hacen un reportaje y a la contraparte le dedican si acaso un minuto, mientras que a estas mujeres les dedican un buen rato en una entrevista tramposa llevada como con un guión para aterrizar en el lugar que pretendía desde un principio el entrevistador . Y bueno, nadie está en contra de los derechos de las mujeres, pero tampoco se vale decir mentiras: ya quedó claro que en Guanajuato no hay encarceladas más que seis y por razones contundentes, lo dijo la misma gente que enviaron desde la ONU en su comunicado publicado el 19 de agosto de 2010, y me pregunto ¿Por qué a esa noticia no le dieron la misma difusión?
Queda claro también que los intereses son muchos, el tema de la despenalización del aborto no es una cuestión meramente de ideología, es la fragua de un negocio para todos quienes de algún modo podrían beneficiarse de dicha despenalización. Las cosas como son.
El asunto es que con tanta información y desinformación, la población se confunde. Como dice la pitonisa de la película Matrix, no pueden ver más allá de una elección que no entienden, y no la entienden precisamente porque todos los que podrían explicarla, se dedican a defender solamente su postura. En un llamado a los comunicadores, la objetividad sería un argumento para que su trabajo sea reconocido por buscar la verdad, no por proponer la suya.