■ Agradecieron la idea de hacer un foro de este tipo y desearon que se conserve
■ Una bocanada de sabor que refleja el sonido de una ciudad, Citadino, el disco de Infanzón
Como agua que se escucha pero no se ve, así llegó la bocanada de ritmo de los grupos participantes de esta noche en el tercer encuentro regional centro occidente JAGSZZ, con la participación de Vitro Latin Jazz originarios de San Luis Potosí, encargados de abrirle el concierto al cuarteto de Héctor Infanzón que puso a todos a vibrar.
La banda potosina conformada por jóvenes músicos fueron un preámbulo muy ad hoc para el recorrido de sabor y ritmo que venía después, los integrantes, a través de la voz de uno de ellos, se dijeron complacidos de participar en un espacio de esta naturaleza porque como músicos que comienzan están aprendiendo mucho de los experimentados.
Desde el principio se marcó el camino de la fusión con jazz, mezclado con matices de música contemporánea, swing y son, pero ninguna idea de lo que venía después se igualaba con lo que en realidad se escuchó y se pudo ver en las manos de los músicos.
Infanzón llegó al escenario acompañado de Giovanni Figueroa en la batería; Adrián Infanzón en el bajo y Luis Gómez, en las percusiones. Además de los cuatro músicos en la escena estaba El Vago que fue la primera pieza musical en aparecer y dijo Infanzón será quien los llevará de viaje por los recovecos de la ciudad de México, que fue lo que inspiro el actual disco del cuarteto que lleva por nombre Citadino.
Para darle sabor al ritmo del recorrido por el centro de la ciudad de México, el viaje comenzó en el momento que cada persona luego de levantarse se pregunta cómo le irá en el día y la respuesta puede ser Como en feria, esta fue la segunda interpretación de la noche que marcó más claramente la destreza con la que los músicos iban a deleitar a los asistentes.
Divertidos como niños que al terminar una travesura se miran cómplices sabiendo que nada dirán al respecto, así se volteaban a ver los músicos con la certeza de que los escuchas iban a sorprenderse con el siguiente ritmo porque los tonos rebotaban de un lugar hasta otro sin perder el “hilo” invisible que ha caracterizado siempre al jazz.
Como un rito sagrado, cada uno de los músicos tocaba sus instrumentos, Infanzón dejando caer con toda la fuerza y velocidad sus dedos sobre las teclas, mientras Giovanni Figueroa movía las batacas de manera casi imperceptible marcando su propio ritmo y como una forma de provocar a los demás instrumentos para que lo siguieran.
Lucida participación la de Luis Gómez en el cajón que parecía narrar los pasos de los transeúntes al caminar de prisa por la calle, muy de madrugada con destino a su trabajo o porque no el palpitar de la piel de asfalto de la gran ciudad; con el cuerpo echado al frente, los ojos cerrados y la cabeza baja después de un rato se vio caer de su cara echada al frente, una gota de sudor.
La historia no iba sólo sobre las generalidades de la gran metrópoli sino también sobre entes más específicos como los edificios, los rincones y los espacios que se vuelven parte de la geografía de una ciudad y de pronto un día por la “batalla del tiempo” desaparecen. También por los que se fueron se aventaron lo que Infanzón llamó un danzón alternativo.
La noche siguió y la gente aplaudía cada vez con más fuerza, el choque de las palmas también se volvió gritos de euforia como una manifestación tribal ante la fuerza ritual de la música.