- La mayoría de ellas están ocupadas de las actividades del hogar sin una remuneración
- La formación académica es determinante para que las mujeres se decidan a buscarse un trabajo
De acuerdo a los indicadores de igualdad proporcionados por el Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe, de la CEPAL, el 35.4 por ciento de las mujeres en la zona urbana y el 33.3 en la zona rural no tienen ingresos propios, lo que las somete a un estado de dependencia muy alto pues la falta de dinero propio les propicia un estado de dependencia con quienes son los proveedores de los hogares que generalmente son hombres.
La proporción incluso entre los hombres que no reciben ingresos es muy dispar, en la zona urbana es el 7.6 por ciento y en la zona rural, 10.6 por ciento. En promedio México está por encima de la media de América Latina; el país que más bajo nivel tiene de mujeres que no reciben ingreso es Uruguay, el más alto es Bolivia.
La dependencia económica de las mujeres tiene repercusiones en otros ámbitos de desarrollo de las mujeres porque esta dependencia según el estudio no es sólo para aquellas mujeres que no tienen preparación académica. En muchas ocasiones sucede también que hay mujeres que si tuvieron posibilidad de acceder a un nivel de educación al encontrarte con un hombre que se siente con el poder para “dominar” a una mujer le pide no trabajar y eso las limita al espacio particular de su casa y cuando busque salir es necesario pedir la autorización de él.
La posibilidad de tener mayor escolaridad, según el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) da mayores posibilidades en otros ámbitos entre ellos el mercado laboral, el empoderamiento, abre la posibilidad para transferir parte del trabajo no remunerado a otros miembros de la familia para entonces poder insertarse en otros ámbitos del espacio laboral.
En el caso de las mujeres sin una formación académica las posibilidades de principio se disminuyen aún más porque al pensar en la posibilidad de abandonar a su pareja que es quien las mantiene se les dificulta visualizar oportunidades delante de ellas para salir adelante por su cuenta propia, empezar con un empleo, mantener a su familia y desarrollarse de manera independiente.
Otro de los factores que incide para aumentar o disminuir la cantidad de mujeres que están dedicadas al trabajo no remunerado es la cuestión de su estado civil, las mujeres que están casadas o unidas se dedican al hogar por aquella lógica de la división sexual del trabajo donde a ellas casi en automático les corresponde el espacio particular del hogar y a ellos el espacio público.
En el caso de los viudos, separados o divorciados el nivel de participación económicamente cambia por completo porque son finalmente ellos y ellas quienes se hacen cargo de sus propios hogares. En el registro del INMUJERES también se acota que conforme más hijos tienen las mujeres, mayor cantidad de mujeres se quedan en sus hogares para cuidar de los niños. De las mujeres que tienen uno o dos hijos, el 56.1 por ciento no reciben remuneración; el 75.1 por ciento de las mujeres que tienen seis hijos o más no tiene remuneración.
Como era de esperarse el 27.3 por ciento de las mujeres están dedicadas al quehacer doméstico, con un 27.3 por ciento. En el caso de ellos, el 13.4 por ciento están dedicados al cuidado de niños, enfermos y ancianos.