- Desde diez antes de terminar el ciclo se vio impedido para asistir a clases y aún no está bien
- Está en trámite el reembolso de sus gastos médicos, espera el apoyo de sus superiores
Sergio Pastrana Márquez, tiene 69 años de edad, de esos ha entregado 27 al servicio del CONALEP, como docente. Desde hace unos días está enfermo de insuficiencia renal, no piensa dejar su trabajo, pero está temeroso de que pudieran no reconocerle su antigüedad, o no pagarle a través del seguro de gastos médicos mayores los ocho mil pesos gastados en una noche de hospitalización en la clínica Guadalupe. Está en espera de lo que le corresponde y en busca de un tratamiento para mejorarse y volver a las aulas donde está buena parte de su vida.
El sistema CONALEP a nivel nacional, les ofrece como prestación a sus trabajadores un pago de gastos médicos mayores, sin embargo en el caso de Aguascalientes los profesores no tienen ni siquiera un número de certificado y mucho menos un carnet que los acredite como candidatos para recibir este servicio. Este es un problema al que el profesor Pastrana tuvo que enfrentarse y eso lo hace tener dudas de sí recibirá o no el reembolso de sus gatos médicos.
“Lo que hemos visto que nos puede pasar, no nada más a mi sino a todos mis compañeros es que no tenemos seguridad social, para nada (…) tenemos una aseguradora que según esto paga los gastos mayores y eso es lo que estoy arreglando, que me reembolsen lo que invertí porque estuve en la clínica internado”.
Un año después de que se abrió el sistema CONALEP en Aguascalientes, Sergio Pastrana Márquez entró a trabajar como profesor. En 1983 el comenzó como maestro de Higiene y Seguridad, aunque en poco tiempo se fue haciendo de otras materias en parte por sus propios conocimientos y en parte porque estaba muy interesado en seguirse preparando para estar actualizado y darle cada vez más conocimientos a sus estudiantes. Empezó trabajando en el plantel número uno y desde hace diez años estaba en el de Jesús María. “Realmente yo no imparto ninguna materia que no domine, es que muchas veces le sale a usted algún cuate girito y le dice ¡eh!, así está mal maestro, para que no me pase eso, me preparo estudiando.”
Los profesores se sienten indefensos, aún cuando tienen ya 27 años de servicio como el profesor Pastrana, no solamente por la falta de prestaciones sino porque además cada semestre se ven invadidos por la misma incertidumbre de no saber si les van a dar clases. El único criterio “establecido” para determinar si son candidatos para recibir clases en lo posterior es cumplir las tareas asignadas por las autoridades del plantel aún cuando no les correspondan, como algunas cuestiones administrativas. Para lograr que los profesores hagan ciertas tareas los amenazan con la posibilidad de no recibir clases en el ciclo posterior.
Además del temor de ser o no contratado está la falta de reconocimiento de la antigüedad, para este profesor los 27 años de atrás, pudieran no contar en el momento que a él lo despidan de la institución sin pagarle alguna remuneración por haber dejado su vida y sus conocimientos entre los jóvenes que ahí asisten a clases y en esas paredes que guardan lo que viven.
“Cada semestre traen gente recomendada y no les interesa tumbar a los maestros que están ya adentro, inclusive ya muchos maestros que tienen mucho tiempo les dicen adiós para meter a los recomendados (…) no consideran la antigüedad, yo tengo desde el 83 en el sistema CONALEP y me pueden decir ellos mañana mismo ya no le vamos a dar clases y hasta ahí llegó mi relación laboral con ellos”.
Entre risas, hace referencia a lo que todo mundo le pregunta por qué ha permanecido tanto tiempo, él simplemente responde que le gusta estudiar, da clases de todo, porque no se basa en dar una o dos materias sino que puede dar hasta cuatro en un semestre. Ya lo han querido tumbar a él en este tiempo, sin embargo su propio empeño lo ha hecho permanecer a pesar de los cambios, las peripecias y los malos tiempos.
Para él, esta es la razón fundamental por la que debieran autorizarles la existencia de un sindicato, porque para ellos esta será la forma de protegerse ante las autoridades de la misma institución, así no se sentirían tan desprotegidos como les sucede ahora.
Más allá de los problemas administrativos a él, desde que era joven estudiante le gustaba ayudar a sus compañeros que no habían entendido bien la clase o iban atrasados, luego lo volvió una forma de trabajo, su gusto es orientar a los alumnos no obligarlos a que hagan las cosas de una determinada forma sino más bien se enfoca a decirles “ustedes hagan lo que quieran pero saquen bien las cosas, en la forma que den un resultado pero háganlo bien”.
“A mí me gusta agarrar de la mano a los alumnos, ponerme a sus altura de sus conocimientos y arrastrarlos, no es bueno llegar como muchos maestros que tratan de obligar a que siga usted un procedimiento”.
Actualmente hay un sistema educativo impuesto a nivel federal contra el cual los maestros no han podido, pero está mal porque los muchachos van a estudiar, quieren entrar a talleres pero no hay, todo está previsto para verlo de manera teórica y cuando por fin les toca asistir a uno se dan cuenta de lo precarios que son comparado con lo que hay en la realidad, fuera de su espacio de experimentación dentro del CONALEP.
“Nosotros tenemos modelos de educación que vienen de Italia, de algún otro lado fuera de México que no son aplicables, porque si en Estados Unidos es aplicable algún modelo es porque cada alumno tiene su computadora, aquí no, aquí hay unas doce computadoras para 500 gentes, pos no, ¿pos cuándo?”.
Pocos estudiantes tienen una laptop, los laboratorios y los talleres están pasados de moda, están viejos y aún así los estudiantes son egresados calificados, sin embargo en cuanto ellos llegan al mercado laboral se dan cuenta de lo anticuado que es el material de trabajo de la escuela.
“La pedagogía no se da en libros nada más”, eso lo aprendió el profesor Pastrana, con el paso de los años y en el encuentro con grupos y estudiantes rebeldes, lo importante es ponerse a su nivel, hablar varios idiomas para darse a entender y hacerse respetar. “Ustedes tres, cuáles son los más malditos, tú, tú y tú, ustedes cuando yo les diga me echan a patadas a ese desgraciado de aquí del salón, -sí maestro lo que usted diga, como eran medio cholos, dijeron pa golpear-”.
Son muchachos que tienen muchos problemas, la única manera de acercarse a ellos y ponerlos en su lugar es hablar su idioma, eso se llama comprensión, ellos se sienten identificados, para él como profesor hasta el más rebelde tiene compostura.
Estos jóvenes, en gran parte vienen de espacios alejados de las ciudades, de zonas ejidales o rancherías, es necesario hacerlos entender porque es importante su estudio. La posibilidad de estar en la escuela les “promete” una vida mejor de la que tuvieron sus padres y por eso ellos deben estar agradecidos con quienes los rodean, además de ser conscientes que si no estudian y quieren un carro, entonces les va a tocar un convertible, “uno que de tarde es de paletas y de noche es de tamales”.
“El que no quiera estudiar que se vaya, eso sí soy franco yo aquí casi no repruebo a nadie (…) aquí pasan conmigo porque les enseño y les digo de una vez váyanse metiendo en la cabeza que en el salón vamos a estudiar, afuera vamos a echar relajo, aquí adentro a estudiar”.
Por lo pronto, la oficina central del CONALEP se comprometió a darle un reconocimiento público al profesor por su trabajo, apoyarlo con la compra de medicamentos y está en trámite el reembolso de sus gastos médicos a través de la aseguradora; hay un grupo de maestros que están ocupados de su caso y van a buscar al diputado presidente de la comisión de educación para pedir su apoyo en espera de encontrar solidaridad para quien ha dejado su vida en el CONALEP.