Emotivo adiós, dieron al joven calvillense José Luis Serna Ramírez - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 ¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos, ¡de matarlos, aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir, escribió Jaime Sabines. El corazón se sobrecoge y anda al ritmo de la tristeza de los deudos en el entierro de José Luis Serna Ramírez, uno de los dos migrantes originarios del rancho La media luna en Calvillo, asesinado en días pasados en Ciudad Juárez mientras esperaba para cruzar la frontera, junto con otro muchacho más que sólo fue herido. 

Mientras el cortejo anda por la carretera, llegan al panteón y rezan el último adiós, los ánimos se contienen pero todo el dolor se dibuja en el aire cuando sobre el ataúd se ponen las tablas y se cierra la fosa. Una niña sin entender qué sucede le pregunta a su mamá de manera insistente porque lloras, mientras quienes sufren la pérdida se consuelan mutuamente entre lágrimas diciendo, ¡a echarle ganas no queda de otra!. Esos que se enterraron ayer son los restos de un migrante que corrió los riesgos de buscar el sueño americano. 

Luego de Calvillo, en la carretera que va hacia Jalpa aproximadamente a cuatro kilómetros, eran casi las diez de la mañana cuando venía en camino una imponente carroza negra, cargando encima una enorme corona de flores que aún con sus vivos colores no rompía la sobriedad callada de la muerte, iba seguida de una fila de alrededor de diez vehículos, varios de ellos con placas de Estados Unidos. Había dicho Abel, uno de sus hermanos que vinieron incluso los que estaban de mojados en Estados Unidos para el entierro. 
Mientras rezan el rosario de la despedida en la entrada del panteón, algunos hermanos del joven fallecido junto con los enterradores están pendientes del lugar donde van a quedar los restos de José Luis. En el rancho La media luna casi todos son familiares y los que no, son amigos muy cercanos, eso fue evidente en aquel momento donde de a poco, el espacio empezó a llenarse y conforme llegaban se iban sumando a la plegaria. 
Los rostros se van volviendo largos, se ve como los más cercanos al joven sueltan el cuerpo, su mirada perdida deja entrever la impotencia y miles de cuestionamientos que pasan por la mente de los dolidos al momento de pensar en porqué él, qué fue exactamente lo que le pasó, porqué tenía que morirse si era tan joven y tenía una familia que lo esperaba, qué va a ser ahora de su mujer, de sus hijos, cómo van a llenar sus padres el hueco que les dejó. 
Terminaron las plegarias, los hermanos se acercaron para cargar el féretro, lo llevaban entre las tumbas con cuidado porque el camino era muy angosto y tortuoso, la poca fuerza que les queda es para llevar al pequeño de la familia en este viaje, se acercan a la fosa donde ya están listas las cuerdas para bajarlo y lo dejan, va bajando, conforme eso sucede empiezan a escucharse los primeros sollozos, cuando terminan de bajarlo, sus hermanos se pusieron cerca y alrededor para despedirse, que hondo cala la despedida, más aún cuando es involuntaria. 
Cada tabla que le ponen encima y cada vez que se acerca más el momento cuando la fosa quedará completamente cerrada el corazón se acongoja más, se vienen los recuerdos encima, las ganas de volver a ver el brillo en los ojos de ese ser querido que una tarde se fue pal norte, luego de haberle pagado 12 mil pesos al que lo iba a ayudar para conseguir trabajo, al que se fue con la promesa de juntar el suficiente dinero para construir su casa y además mandarle a sus papás. 
Cuando les avisaron del incidente, quienes se fueron primero para Ciudad Juárez fueron los familiares de Luis Fernando; “ellos reconocieron primero a mi muchacho y me hablaron, yo dije ay chihuahua” dijo el papá de José Luis afuera del panteón al final del entierro. 
Inmediatamente el papá se fue para Ciudad Juárez, de una manera aparentemente serena contó que le había ido bien al momento de realizar los trámites porque allá tenía un conocido que lo conectó con una trabajadora social que lo ayudó en todo momento, lo llevó a todos los lugares necesarios para realizar los trámites necesarios. “Yo platicaba con ellos, a mi me gusta mucho hablar con las personas”. 
“Me lo dejaron como una piñata, me lo balearon todito”, esa fue la expresión de un padre dolido a quien le tocó reconocer el cuerpo de su hijo asesinado. De pronto salieron junto a él las mujeres de la familia llorando profusamente, venía delante una de ellas que había dejado su fuerza dentro del panteón y venían dos para sostenerla, al mirarlas, al padre se le llenaron los ojos de lágrimas, su mirada se vuelve triste. Es mucho el dolor, pocas las ganas de pensar en cómo van a reponerse, la resignación ya vendrá luego. 
En La media luna, se quedó vacía la casa sencilla y con muchas carencias, más triste y más pobre que antes a donde de todas formas ellos deben volver para continuar con sus días como sea posible. Mientras eso para hay también trámites pendientes para terminar de pagar el gasto del traslado y la funeraria para lo que al parecer gobierno del estado estará pendiente para apoyarlos en lo que hace falta, igualmente con el joven que resultó herido y está todavía en Ciudad Juárez. 
Había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir. Al menos eso creía el mayor Sabines.


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