El reto para las universidades es dar respuesta a la pregunta de si la educación superior es un bien público o particular. Luego de superar los pendientes relacionados con el tema de la transparencia y estar en proceso de concretar lo relativo a la evaluación de la calidad, el tema en adelante para los años próximos será la manera de evaluar el desempeño de las instituciones en torno al reto de ser socialmente responsables, este fue el planteamiento central de la conferencia impartida por Julio Rubio Oca, recién galardonado por la
Asociación Mexicana de Órganos de Control de las Instituciones de Educación Superior (AMOCVIES).
El análisis realizado por Rubio Oca fue en torno a las tendencias y retos de la Educación Superior en México, la transparencia ha dejado de ser un reto para las universidades no porque haya quedado superada al cien por ciento, pero sí porque las preocupaciones de la sociedad, de las instituciones y del mundo en general se han modificado, ahora son otras y a ellas deben responder las universidades.
Al llegar a este punto el analista comenzó a desmenuzar los nichos de oportunidades donde las universidades y agrupaciones como la AMOCIVES deben concentrar sus esfuerzos como es, el enfoque educativo participativo donde lo importante no es la enseñanza que el maestro transmita sino el aprendizaje demandado por el estudiante.
En esta propuesta los modelos de estudio son flexibles, se busca la forma de insertar a los estudiantes dentro de ambientes reales desde donde aplica lo aprendido hasta el momento, lo introducen a la interdisciplinariedad, la interculturalidad y el uso de las nuevas tecnologías de comunicación e información.
En este aspecto, las universidades tienen que aplicarse en crear sistemas de generación de estos sistemas de estudio centrados en el aprendizaje y una vez generados tiene la obligación de crear una forma de verificar que efectivamente esto suceda dentro de las aulas.
Además de los conocimientos especializados sobre ciertas áreas del conocimiento que los estudiantes adquieren a través de sus estudios a nivel superior, deben tener habilidades como la capacidad de trabajar de manera independiente, capacidad para resolver problemas, habilidad para comunicarse por escrito y verbalmente, iniciativa, adaptabilidad, honestidad, firmeza y persistencia entre otras.
Cuando una universidad conoce al estudiante que asiste a sus aulas tiene la capacidad de generar tutorías más adecuadas y programas alternativos a su formación académica adecuada a las necesidades a un joven real y no a una idea generada por la propia institución, pero inexistente.
El tema entonces del desempeño de las universidades vinculado con la responsabilidad social de las mismas como instituciones públicas es el gran nicho de oportunidad para todos los involucrados con el tema de la educación. “Una universidad toma primero conciencia de sí misma, del entorno y luego debe preguntarse cuál es su papel en el entorno”.
Este planteamiento para las universidades genera una articulación de proyectos, programas y acciones encaminadas a resolver las problemáticas actuales de la sociedad. La formación socialmente responsable de los estudiantes se da en tres vertientes, el de la formación, el conocimiento y las instituciones para formar ciudadanos planetarios socialmente responsables.
Hace aproximadamente diez años cuando recién surgió la asociación de órganos de control, el reto en la educación superior era la transparencia, desde entonces se veía venir, de ahí en adelante las instituciones enfocaron sus esfuerzos en encontrar los mecanismos para transparentar el uso del dinero recibido. Esa es una exigencia que hoy es muy clara, las universidades para estar vigentes dentro del sistema han tenido que acatar todas las disposiciones relacionadas con la transparencia.
Luego de esos diez años, el sistema educativo a nivel superior ha cambiado, las exigencias son otras y sobre ese tema Rubio Oca desentrañó cuáles son desde su perspectiva los retos para estos años próximos, para acotar la brecha decidió resumirlo en diez tendencias específicas sobre la que habrán de trabajar las instituciones con el principal objetivo de ganar la batalla de la educación como un bien público.
Uno de los fenómenos que debe ser tomado en consideración es la masificación de la educación superior desde donde se observa la manera en que ha venido en aumento el número de estudiantes insertos en la educación superior desde 1970 y hasta la fecha, en ese lapso de 30 años la cantidad de jóvenes insertos en este grado educativo aumentó casi cuatro veces.
La tasa de cobertura en educación superior es de casi 30 por ciento lo que significa que tres de cada diez estudiantes cursan la universidad, desde su perspectiva hablar de que poco se ha avanzado en este término es un juicio sesgado porque este argumento aplicaría para un país desarrollado donde las condiciones para todos los jóvenes son similares, pero no para un país como México donde los siete jóvenes que no ingresan a la educación superior es porque no son siquiera candidatos porque apenas concluyeron la primaria o la secundaria. Este es otro reto de las instituciones de educación superior dar verdaderamente oportunidades para quienes no las tienen. “No se pueden llenar las aulas con los siete estudiantes de cada diez que se quedan fuera porque no son sujetos potenciales de este nivel”.
Otro de los fenómenos ocurridos en estos últimos años es la feminización de los estudios superiores, mientras que en 1970 en México el 31 por ciento de los estudiantes eras mujeres para el 2006 eran el 52 por ciento y este porcentaje sigue en aumento por lo que quizá para el año 2020 sean los hombres quienes van a demandar la equidad de género.
La mayor asistencia de mujeres en este nivel educativo se debe por una parte a los apoyos brindados para que haya más niñas ingresadas desde la educación básica, además del buen desempeño que las mujeres han demostrado lo cual las ha colocado como candidatas para ingresar incluso en los grupos de cupo limitado.
Es necesario reconocer que el gobierno por sí mismo en cuanto al sistema educativo tiene un déficit para cubrir la demanda de educación superior lo que a su vez fue propiciando la existencia de más espacios de tinte privado ofrecidas como instituciones de educación superior. Aún cuando se dio en México la crisis de 1995 hubo familias que en aquel momento prefirieron para la educación de sus hijos, las instituciones privadas lo cual para Rubio Oca fue una señal de la desconfianza de las personas hacia la formación académica que brindaban las universidades públicas.