Perdido entre los comentarios acerca de las impugnaciones a las encuestas por parte de los candidatos y el malestar de algunos diputados porque no todos tendrán derecho a que se les asigne un auto y se les pague la gasolina, La purísima grilla de junio 10 dedicó un párrafo a affaire CIELA:
<<La que se ha armado en la redes sociales por aquello del despido-cambio, de Claudia Santa-Ana, quien fuera directora de CIELA, “Fraguas”, que se encuentra ubicada en una finca construida por Refugio Reyes, se han mudado en los que están a favor de su defensa y los que todo lo critican. Un ex colaborador de ese centro, escribió toda una columna, para denostar al director del ICA, documento que sacaron copias que algunos empleados han estado leyendo en pasillos del edificio que hace tiempo fue “Cuartel”, queda aún mucha tinta por correr de esta cursi novela de dimes y diretes, la pregunta es ¿porqué hasta ahora?. A unos meses del término del sexenio.>>
La virtud de esas líneas consiste en llevar a su justa dimensión el asunto: no hay diálogo, no hay intercambio, sólo algunas opiniones acerca del tema que no han tenido mayor resonancia en los medios tradicionales pero han provocado agrios comentarios en los espacios de internet donde han sido publicados y a los que les cuelga una cauda anónima de improperios, acusaciones y cuestionamientos que no logran establecer una conversación. Las intervenciones de los lectores, la mayoría de ellas anónimas, logran que al final no se discuta el tema del CIELA o la situación cultural de las instituciones en Aguascalientes, todo se queda en ofensas e injurias.
Si bien es cierto que las columnas políticas no tienen como destinatario a un lector inocente y que la mayoría de las veces solicitan una lectura entre líneas, no pude evitar la sensación de malestar por el comentario en La Jornada Aguascalientes porque esa “justa dimensión” muestra la poca importancia que el tema tiene, quien busque informarse sobre el asunto no encontrará trabajo periodístico alguno, sólo opiniones, ante la ausencia de notas informativas, reportajes o entrevistas, hacerse una idea de lo que sucede con el CIELA a través de los medios periodísticos es prácticamente imposible, no es sólo que el tema electoral ocupe todos los espacios, es que la cultura no es prioridad para los hacedores de noticias.
Se puede culpar a los medios de no dedicar más espacio a los temas culturales, de no contar con reporteros preparados para abordar la cuestión a no ser que sea desde el punto de vista de espectáculo, llorar la ausencia de suplementos culturales y sitios dedicados a la crítica. Ahí tendríamos que sumar a los opinadores, quienes convertimos nuestros textos en el lugar ideal para solventar la rencilla personal no para proponer. Si se trata de buscar culpables, por supuesto, habría que señalar a los actores políticos, incapaces de incluir estos temas en su agenda porque consideran que no reditúa votos, y confunden la propuesta con festivales de grafiteros y concursos infantiles de pintura.
¿Y los lectores? Bien, gracias, no encontrarán información alguna que les ayude a conformar una opinión que no esté teñida por el chantaje o el enojo, pero nada de datos duros, nada que se acerque a la rendición de cuentas.
Hasta el momento, los interesados en el tema no hemos logrado más que añadir elementos a la desorden, confundidos por las intrigas palaciegas, deslumbrados por la ausencia de sentido en la toma de decisiones, lo que hemos dado al lector es un chisme insulso en el que no queda claro de qué va el asunto, estamos tan ocupados por mostrar nuestras filias personales, que se deja a un lado las cuestiones que podrían ayudar a poner en la mesa de la discusión el tema cultural.
El tema del funcionamiento de las instituciones culturales, las deficiencias en la implementación de un proyecto cultural, la ausencia de un modelo en esta materia, apenas han sido rozados, a lo que hay que agregar el momento político en que esto sucede, pareciera que se prefiere no moverse para salir en la siguiente foto. Es imposible no pensar que la ausencia de información en gran parte se debe, también, a que quienes podrían aportar elementos a la discusión prefieren no hacerlo para no arriesgarse ante el próximo cambio de gobierno. En este panorama, todos perdemos.
Porque en el fondo, los cambios y funcionamiento del CIELA son apenas un cabo del hilo, si contáramos con medios que tomaran en serio la cultura, sin importar el momento político, se podrían hacer cuestionamientos al modelo cultural que se sigue en el estado, cuál es el papel que juegan los artistas, cuál el del gobierno, si juegan o no las universidades, el cuidado de nuestro patrimonio cultural, cómo se hará la promoción y difusión de las actividades artísticas. Si lográramos dar el salto de opinadores a elaborar propuestas, la justa dimensión de estos temas no serían los dimes y diretes en las redes sociales, sin embargo, todo parece indicar que aquí nos quedaremos, en espera de la definición del próximo gabinete, en la idea deslumbrante que se agota en las conversaciones de café, en la queja eterna, en el intercambio de insultos.
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