- Desilusionantes presentaciones de Tomasito y Almeida
- Conrado, más de lo ya conocido
- La plata si relumbró
El público, que aforó más de media plaza ayer tarde en las gradas de la plaza San Marcos, salió nuevamente preocupado por la falta de un chaval verdaderamente triunfador de este ciclo, que así cumplió su sexta fecha; sin embargo por otro lado alegre y reconfortado anímicamente por el buen juego de varios novillos, que esta ocasión le tocaron ponerlos a la dehesa de Mar de Nubes. De sus seis ejemplares desembarcados, por lo menos tres permitieron realizar un mejor toreo del que les instrumentaron; y el tercero definitivamente alumbró la tarde con su fijeza, raza, nobleza y clase y por ello fue premiado con el arrastre lento. Se anunció como “Jugador”, estaba quemado con el Número 624 y dio en la báscula 357 kilos.
Se trató de una novillada matizada con reses de varios tipos, brillando por su fina lámina el segundo, el tercero y el cierraplaza. Su comportamiento en general fue bueno y en la faena de los puyazos, el primero cumplió y el resto recargó bravamente en los petos.
La presentación del francés Tomasito y del ecuatoriano Juan Francisco Almeida, ha sido francamente desilusionante; el primero entreveró a su labor más poses y estética que un sentimiento y una sustancia torera, sobre todo porque tiene ya experiencias internacionales. El segundo, se vio algo incoloro y de igual manera, con pobre expresión sentimental, que se exige en cualquier artista, y el toreo es arte y manifestaciones sentimentales. Solo algún pasaje suelto se le aprobó de aceptable. En su momento Luis Conrado dio más de lo que ya se le conoce de hace dos años o más a la fecha de esta publicación: deseos errados, desatinos técnicos y una torpeza visible para aprender los misterios de la lidia.
RELUMBRÓ LA PLATA
Quien se llevó la tarde, además del tercer ungulado, fue el joven aspirante Jonathan Prado, pues como dividendos legítimos a sus estupendos pares de banderillas, saludó montera en diestra en el segundo y quinto novillos.
El europeo Tomasito, para presentarse, solamente por desgajados momentos lució, así con el capote como con la tela roja; mostró voluntad sobre todo en ese tercio final, teniendo por enfrente un utrero que apenas sí se dejó hacer algo de interés y que fue muerto de reprochable bajonazo. Por eso y más el premio al extranjero fue un silencio. El cuarto de la tarde manifestó raza, y con ella pese a que por errores en la lidia salía en el cabal último momento del muletazo con la testa arriba, sus embestidas producían emoción; más el paisano de la vanidosa Carlota se aburrió y aburrió, observándosele una tesonería absurda, nunca la idea absoluta de un sentimiento y una deseo de levantar su propio nombre; de todos los pases que pegó, no le brindaron un solo ole salido del fondo. Mató con un espadazo delantero, de suma dos descabellos, y a su palmarés le anotaron otro silencio.
Sin provocar la emoción total Luis Conrado recibió al primero de su dispar lote con verónicas, a las que luego engarzó chicuelinas y tafalleras en el quite. En el instante que tomó su sarga, dejó con ella buenos pases, desunidos sin embargo; cuando por la ductilidad de la res -que si le burlaban por alto, allá remataba, o si le cortaban el trayecto se retornaba con rapidez, o si se le trazaba largo, así se iba con clase-, merecía un trasteo con mejor proyecto. Cortó su número insípido con una estocada tendida en demasía, oyó después un aviso y el silencio de la concurrencia. Se postró en el centro para dar la bienvenida a su segundo y simuló arrebatada y desatinadamente un par de cambiadas, saliendo por milagro íntegro físicamente. El resto de su quehacer con la capa fue un ejemplo de lo que es manearse con ella. La voluntad no es todo; eso también lo mostró el joven del DF al igual que lo que es no tener la menor idea de las bases de un trasteo. Hasta una voltereta sufrió por su torpeza taurina. Y por supuesto nada de trascendencia sucedió, para lo que también cooperaron las complicaciones del novillo, que murió por estocada atravesada, precedida de varios pinchos.
Juan Francisco Almeida tuvo el feliz encuentro en el nimbo, con el formidable ejemplar de raza, clase y nobleza, que embistió con esas cualidades por ambos cuernos; el joven, sin hacer mal su labor, no descubrió la fuerza de la expresión artística que él mismo se merecía y por su puesto el público. Para remate de la nota negativa, se vio fatal con la toledana y ahí emergieron las altas voces de ¡toro, toro!… ornamentadas con un aviso. Por fin de cuadros, mató lo de buen espadazo. Viéndose con el sexto, de lo bueno con la capa fue su serie de faroles invertidos. En la parte muletera se le rescató la voluntad en digerir la bravura seca del novillo al que incluso le faltó una vara y acabó creciéndose demasiado y tirando cornadas a la luna. El sudamericano acabó la sexta función al matar a este su oponente con otra estocada buena pero prologada con un pinchazo.
CARTEL DE LA SEPTIMA
La empresa ETM desdobló a mitad de la tarde, la manta anunciando la séptima novillada de la serie. En su superficie se leyeron los nombres del jinete Emilio Gameros que rejoneará un bovino de La Punta, y el de los novilleros Juan Camilo Alzate, Eduardo Ortega y Efrén Rosales, quienes se las entenderán con un encierro quemado a la figura ganadera de Golondrinas.