Si en el 2006, cuando Gabriel Arellano perdía la elección para diputado federal frente a Ernesto Ruiz Velasco, alguien hubiera asegurado que sería uno de los favoritos para ocupar la gubernatura en el 2010, nadie lo habría tomado en cuenta.
Tan es así, que esa impresión sigue pesando entre muchos de los políticos y hombres de poder “tradicionales” en Aguascalientes: lo ven con sospecha. Pero como él mismo explica: “ni siquiera los empresarios más importantes pueden darse el lujo de despreciar al alcalde de Aguascalientes”.
El ex dirigente de la Canacintra sabe del peso político que tiene la posición que ocupa, y que esa es su principal fortaleza. Por eso ayer, a su regreso de México, se definió como el priísta con “más alto rango” en Aguascalientes, en este momento.
Al alcalde de la capital no le preocupa que señalen que su triunfo, en el 2007, fue obra de la casualidad, ni que desde el “lozanismo” le reprochen una supuesta “traición”. Ha tomado la oportunidad que la vida le presentó como la más importante de su vida, y asiste a cuanto evento es invitado.
Muchos le aconsejaron tomar las cosas con calma, y pactar prematuramente con políticos de mayor oficio (Carlos Lozano, o Lorena Martínez) a cambio de posiciones para el futuro, y aunque el capítulo no se ha cerrado por completo, él prefirió jugar por la gubernatura, aun poniendo en riesgo los equilibrios políticos al interior del ayuntamiento.
Además de todo, cuenta con su personalidad, que en el “círculo rojo” provoca, por momentos, urticaria, pero que entre las colonias populares y las comunidades despierta simpatías. Quienes lo conocen de hace mucho tiempo dicen que su actitud no tiene fines electorales: “así ha sido siempre”. Y así es en cualquier medio que se desenvuelve, así sea una asamblea del Consejo Coordinador Empresarial, una rueda de prensa o un evento masivo de entrega de apoyos.
Y pese a que su conducta no es del todo típica, Arellano es un aguascalentense puro. Sin pregonar una clara ideología de derecha, es el aspirante priísta que más ha “cabildeado” su relación con la iglesia católica.
A ello, hay que sumarle que sus amigos describen que la familia “es la prioridad absoluta de Gabriel”. De hecho, los grandes descalabros de la administración municipal que encabeza, han tenido que ver con asuntos vinculados al tema familiar. Aunque su imagen, de cercanía a su esposa e hijos, es bien valorada en términos generales. Por ejemplo, el trabajo de Patricia González de Arellano al frente del DIF goza del respeto de casi todos los líderes de opinión, y ha sido altamente benéfico para las intenciones políticas del alcalde, con programas dirigidos a sectores específicos, como el de los adultos mayores.
Cuando se le cuestiona su escaso historial político, señala: “Si hay que nombrar al candidato por experiencia y méritos en su carrera política, entonces debe ser Augusto Gómez Villanueva”. Por ello, su apuesta está en las encuestas y en la popularidad, que se gana, muchas veces, a pesar de su propio equipo de operadores. De hecho, voltea el cuestionamiento, y remata: “En dos años he logrado lo que muchos no han hecho en toda una vida”.
Con un discurso cada vez más afinado, y un optimismo que va in crescendo, la frase que escogió para su segundo informe lo pinta de cuerpo entero: “Soy de los que prefieren hacer, con el riesgo de equivocarse, a cruzarse de brazos”.
Si la gente le valora sus atrevimientos, lo sabremos en unos meses. Pero esa es la disyuntiva que marcará su pretensión de gobernar Aguascalientes: ¿Pesarán más los puentes construidos, la obra pública y la modernización del C-4 que los escándalos alrededor del helicóptero y la detención de su jefe policiaco?
Él cree que sí, y que va a ser el candidato del PRI ”bajo el método que sea, así sea por elección, convención, encuesta, o hasta una carrerita”.