El viernes 4 de diciembre Luis Armando Reynoso ordenó a los trabajadores de la Secretaría de Gestión e Innovación (SEGI) asistir a una reunión en las instalaciones del Instituto
Estatal de Seguridad Pública de Aguascalientes (IESPA) con el propósito de comunicarles un asunto importantísimo; a las nueve de la mañana, en medio del frío, arribó a esas instalaciones el gobernador. Cual moderna María Victoria, les ordenó a los funcionarios estatales que tuvieran “cuidadito, cuidadito” y que recordaran quién los había colocado en el puesto, les recordó quién era el capitán del barco y que le debían lealtad, que mientras sigan acatando sus órdenes, les seguirá yendo bien
La orden no tenía nada que ver con el liderazgo que Reynoso Femat presume en los spots que por las noches se transmiten en cadena nacional y a todas horas en la televisora estatal, es decir, nada relacionado con el informe de actividades de gobierno que este año ha optado por la versión “antes” y “después” para resaltar las glorias de su administración. Más bien fue una exigencia de sumisión: frente al próximo proceso electoral todos deben alinearse y nada de andar apoyando a Florentino Reyes, “cuidadito, cuidadito” con que alguien, quién sea, le brinde apoyo alguno, incluso les prohibió que fuera de su horario de trabajo se reunieran con el anterior titular de la SEGI. La siguiente reunión, téngalo por seguro, será con los trabajadores del sector salud, también para amenazarlos con que nadie debe apoyar a Ventura Vilchis (recién renunciado del Instituto de Salud del Estado).
De acuerdo a encuestas recientes, las posibilidades reales de que alguno de los renegados del gobierno luisarmandista sea candidato están muy lejanas, pero el mandatario estatal prefiere no arriesgarse y emplear la amenaza para asegurarse. La advertencia de “cuidadito, cuidadito” lo pinta como el rey chiquito que es, un capitán que presume se hundirá con el barco, pero exige a la tripulación y pasajeros que se amarren con él.
Como si no hubiera mañana (de hecho, no lo habrá) Luis Armando Reynoso emplea el poder que le resta para amedrentar a sus empleados. No debiera tener ninguna importancia, las patadas de ahogado eso son, quien quiera acompañar y reunirse con el candidato de su preferencia debería poder hacerlo sin responder a coerción alguna, sin embargo será difícil que alguien ejerza ese derecho pues ya está visto cómo se las gasta este gobierno, su capacidad para dar donde más duele: el salario, ¿quién se arriesga a otra contribución voluntaria en forma de vacaciones forzadas?
En la editorial del 1 de diciembre, aniversario de La Jornada Aguascalientes, Jorge Álvarez Máynez, señaló que “La palabra debe de ser el medio predilecto para que comunidades epistémicas purifiquen la esfera pública en su conjunto mediante la deliberación. Dignificar nuestro modelo de nación requiere una reivindicación de la palabra, más allá de la restauración del sufragio efectivo y el derecho al trabajo.” La reivindicación a la que invitan estas líneas no podría tener más sentido ante el panorama de unos tiempos electorales en que los actores políticos pondrán en práctica todas las malas mañas que permite la complicidad del silencio. Es decir, no se trata de únicamente ver las acciones negativas de los gobernantes o quienes quieren serlo sino de ejercer el derecho de disentir y denunciar las prácticas nocivas como forma de participación, transformar la opinión y las ideas en un ejercicio ciudadano.
El regodeo de las elites en la impunidad se muestra todos los días en los comunicados de prensa que llenan las páginas de los diarios con alabanzas a un desempeño mediocre, en las declaraciones mediáticas que transforman las obligaciones de un gobierno en actos heroicos, en las notas pagadas que distorsionan las características de un candidato al agregarle cualidades que no tiene; intentos por construir imagen que no corresponde a la realidad, un estado, un país, donde quienes se atreven a disentir son calificados de quejosos, agoreros del desastre o ruines inconformes que se manejan desde la envidia o esconden segundas intenciones.
Reitero, la prohibición de Luis Armando Reynoso a sus empleados no debiera tener ninguna importancia, seguro habrá más (es su slogan: ir por más), sin embargo, esta acción, aunada al ruido ensordecedor de la apología pagada con dinero público así como al irresponsable derroche de recursos de los candidatos (presentaciones de libros y filantrópicas fundaciones, entre otras estrategias) genera un círculo de silencio que impide el debate, las propuestas, el diálogo indispensable con el que se fortalecen las democracias, exige no ser cómplice, asumir la responsabilidad de la denuncia. Como señaló Jorge Álvarez Máynez: “que la letra impresa se convierta en movimiento, y los lectores en ciudadanos absolutos”.
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