2010 - LJA Aguascalientes
24/11/2024

La imagen es terrible, tras el tiroteo en el que fue asesinado por miembros de la Marina Nacional, el cuerpo ensangrentado de Arturo Beltrán Leyva yace en una sábana, cubierto por un rosario, billetes de 500 pesos y de 100 dólares, trae los pantalones a la rodilla. En la fotografía se alcanzan a distinguir los pies de al menos tres personas, por la posición, pareciera que observan el trabajo meticuloso de quien alineó los billetes sobre el cadáver, de quien se tomó su tiempo para elaborar un mensaje que implica humillación y castigo; quiero suponer que fue una señal para los narcotraficantes: en la guerra contra el narco así les va a los capos.

La imagen que ocupó la primera plana de varios periódicos se repetía de puesto en puesto, no se sabe si lo hicieron los infantes de Marina o los agentes del Semefo, no se sabe quién fue el responsable de ordenar en hileras los billetes y de bajarle los pantalones, el mensaje es el mismo que envían los narcos, no hay diferencia entre la exposición de Beltrán Leyva y el cadáver descuartizado que apareció en Uruapan, al que dejaron en bolsas de plástico negras y en el tórax le escribieron con una navaja “ Zaludoz”, en ambos casos es el trabajo de un psicópata.

El viernes pasado, el obispo de la diócesis de Saltillo, Raúl Vera, criticó “la manera parcial y tan poco atinada” con que el gobierno mexicano estaba enfrentando a los narcotraficantes, señaló que era una guerra errónea, irresponsable, ineficiente e inmoral, mientras que a la ejecución del máximo dirigente del Cártel de Sinaloa la calificó de extrajudicial; no tardarán en desacreditar los señalamientos del obispo, es una nota discordante en el coro de beneplácito con que se asumió la muerte del Jefe de Jefes, en general, cuando se trata de narcotráfico, se acude al discurso de la defensa de la seguridad para que se perciba la violencia gubernamental como un mal menor, se intenta desviar la atención para que no se note la ineficacia de las políticas públicas, que en materia de seguridad sólo han sido reactivas, al responde de la misma manera a la lógica de los delincuentes, cada vez mejor armados y más violentos.

El éxito que se intenta demostrar a través del golpe mediático del asesinato de Beltrán Leyva durará poco porque siguen sin combatirse la impunidad y la corrupción, porque con la distribución de esas imágenes se normaliza la violencia, actos de ese tipo no contribuyen a disolver la percepción de que hay un vacío institucional y, por el contrario, desgastan la ya de por sí mermada confianza ciudadana.

Me resulta inevitable ligar la imprudencia gubernamental, por decir lo menos, con las predicciones de una posible revuelta en el 2010.

Cierto es que existe cierta fascinación por los números redondos, algo tienen las fracciones que es más sencillo redondear, quizá resulta inevitable relacionarlas con una falta de unidad y en un afán de orden se tiende a acercar el valor hacia la unidad superior, qué mejor si la cifra termina en cero, es más común festejar las decenas o centenas que conmemorar una fecha terminada en nueve o siete. A lo anterior súmese la facilidad para ligar el descontento con la celebración de las fiestas del centenario y bicentenario, se apuntala la creencia de que algo debe ocurrir, algo debe de cambiar en el 2010.

Agregue a estos signos la información sobre desigualdad y pobreza, los efectos de la crisis económica y la ausencia de autoridad, mejor escenario para un estallido social no se puede tener, ahí están las condiciones históricas propicias soñadas por nuestro radical chic, 2010 es el año para estrenar playerita del Che, arroparse con un rebozo colorido, desempolvar algún tomo de Martha Harnecker para echarlo al morral y esperar a que empiece la revolución. A contracorriente de esos nostálgicos de las revoluciones armadas que suspiran por la guerrilla desde la comodidad del café, considero que el estallido social no será un movimiento organizado, no cuando se evaden las responsabilidades de la ciudadanía y sólo se reclaman los derechos, la revuelta ya ha iniciado y se presenta en forma de linchamientos.

El malestar social se manifiesta en explosiones de violencia colectiva, una reacción a los agravios cometidos por delincuentes, cada vez es más frecuente que la comunidad persiga a presuntos secuestradores o asaltantes y decida impartir justicia por mano propia, tan sólo en las últimas semanas de este año ya se han reportado un par de casos, con finales similares al intervenir la autoridad: la masa convertida en Fuenteovejuna se vuelca contra la policía, dejan de importar los criminales, la multitud dirige sus esfuerzos hacia el incendio de patrullas, apedrear oficiales, perseguir y atacar a quienes se supone los deben defender. Esa expresión del estallido social es la que se está generalizando. Inevitable también asociar esas imágenes del linchamiento con la actitud de quien no sabe manifestar su oposición más que con agresiones, las turbas de Clara Brugada persiguiendo a Juanito en Iztapalapa, por ejemplo, la destrucción de las instalaciones, botellas de gasolina arrojadas a un agente que apenas y alcanza a cubrirse del fuego cuando estalla en la puerta de un palacio municipal. La violencia anónima.

Líneas arriba se indicó que no se sabe quién adornó el cuerpo de Beltrán Leyva con billetes, es el mismo anonimato en el que se encubre quien desea linchar, quien ejerce el terror oculto en la masa, el anonimato como un factor que liga la respuesta de la sociedad a la ausencia de la autoridad, que encuentra en la agresión la forma única de manifestar su descontento. Ese ha sido nuestro peor rostro durante estos meses, máscara a la que nos hemos acostumbrado al grado que la exhibimos y presenciamos colgada en los puestos de periódicos, ya sin advertirla; el 2010, año de celebraciones, sin duda alguna es buen momento para el cambio, ojalá no sea a través de la revuelta anónima, violenta.


At last but not least: quien esto escribe agradece su atención y lectura a lo largo de este 2009. Mis mejores deseos para el 2010, cómo nos vaya, será nuestra responsabilidad.

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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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