Yo Leo - LJA Aguascalientes
23/11/2024

De A., como siempre


Escribir una reseña sobre el autor de A Sangre Fría tiene, siempre, una garantía de éxito que el propio escritor asumió: “No me importa lo que digan de mí mientras que sea falso”. Además incluso aquellos que no lo han leído saben de su existencia gracias al cine ya sea, dependiendo sobre todo de la edad, de la inolvidable Desayuno en Tiffany’s con esa actriz angelical y hermosísima o de la más reciente Capote. Un Placer Fugaz, hermoso título, es la suma completa de la correspondencia (“que no ha pasado por ningún lavado de cara editorial”) por Truman Capote a lo largo de toda su vida desde la adolescencia. De hecho, en ella comienza su plena conciencia de sí mismo, una característica peculiar, precisamente con la carta que encabeza estas líneas.

En Un Placer fugaz se encuentran en toda su plenitud las cuatro
facetas que el escritor afirmó de sí mismo: “Soy alcohólico, Soy
drogadicto, Soy homosexual, Soy un genio”, aunque no necesariamente en
ese orden ni con esa importancia.

Como la mayoría de los grandes autores, cada una de sus líneas, cada
una de sus afirmaciones, y más en el caso no de escritura de ficción
sino de correspondencia personal, refleja al autor. Incluso cuando
habla de otros.  “Cecil Beaton, que no está ligado a ninguna editorial,
ha preparado un libro enorme con fragmentos de sus diarios; lo he leído
y es muy indiscreto, muy divertido conmovedor a veces, e
implacablemente sincero: no se salva nadie, ni él mismo”.  Esas mismas
palabras, a las que sólo (o “solo” según las nuevas normas de la Real
Academia Española) haría falta cambiarles el nombre, resumen
perfectamente el estilo y tono de la mayoría de las cartas a las que
Capote era, podría decirse, adicto a escribir. Y, según parece por
muchos de los primeros párrafos, sobre todo, a recibir.

En las cartas se descubre a un Capote que se deja arrastrar por la
belleza de la vida que le sorprende, casi siempre, a mitad de sus
viajes, en cada lugar nuevo que encuentra, reencuentra o descubre.
“Está anocheciendo. Por dios, París es precioso a esta hora. Una luz de
un azul irisado ilumina la calle, esas delicadas farolas rosas empiezan
a florecer en el Étoile, y hay un grupo de niños que van arriba y abajo
por el quai cantando ‘La vie en rose’. Enloquecería de alegría si
además estuviéramos todos juntos”.

Y, en alguien tan radicalmente sexual como el escritor del
inolvidable “Una Guitara de Diamantes”, uno de sus cuentos más
perfectos, no podían faltar las referencias más que explícitas a una
desbordada apetencia sexual. “Aquí, en las islas, los hombres bailan
siempre juntos, nunca verás a una mujer en las tabernas. Pero todo es
muy inocente, o eso me parece. Pero en Atenas… no se puede andar más de
una manzana sin que se te arrimen diez veces. No exagero. Hay una
librería, justo en la plaza de la Constitución que está especializada
en fotografías y literatura de un género en particular. Salí con la
mochila llena, y ya te lo pasaré, sobre todo un volumen titulado The
Sexual Life of Robinson Crusoe”.

Un placer fugaz es, principalmente, eso, un placer, que a pesar de
las  más de seiscientas páginas, asoma al lector a la vida de relación
de Capote con editores, amigos y amantes hasta la brevísima, y
acertadamente,  última carta, en realidad un telegrama: “te echo de
menos dime cuándo llegas Besos Truman”. Un Truman Capote que parece, de
hecho, despedirse no sólo de Jack Dunphy y la vida sino también del
lector.


De Desayuno en Tiffany’s

“No soy Holly, (…) no sé quién soy. Soy como este gato, somos un par
de infelices sin nombre, no pertenecemos a nadie ni nadie nos
pertenece, ni siquiera el uno al otro”.


“¿Sabes lo que te pasa? No tienes valor, tienes miedo, miedo de
enfrentarte contigo misma y decir está bien, la vida es una realidad,
las personas se pertenecen las unas a las otras porque es la única
forma de conseguir la verdadera felicidad. Tú te consideras un espíritu
libre, un ser salvaje y te asusta la idea de que alguien pueda meterte
en una jaula. Bueno, nena, ya estás en una jaula, tú misma la has
construido y en ella seguirás vayas a donde vayas, porque no importa
donde huyas, siempre acabarás tropezando contigo misma”


Un poema de Antonio Gamoneda

Todos los días salgo de la cama / y digo adiós a mi compañera. /
Vena: cuando me pongo los pantalones, / me quito la  / libertad. //
Cuando llega la noche, otra vez / vuelvo a la cama y duermo. / A veces
sueño que me llevan con las manos atadas, / pero entonces me despierto
y siento la oscuridad, / y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y
el mío. (“Libertad en la cama”).


Banda sonora

Los cuchillos que vienen en esta baraja / te permiten jugar con
amplitud. / Nunca temas las distancias, / la rueda más ancha es más
eficaz. // De lo que tengo miedo / es de tu miedo a que lo veas todo
igual / o a que todo te sea indiferente. (“Baraja de cuchillos”, Joe
Crepúsculo, Manos de Topo y La Bienquerida).


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