Para Jildardo
El gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin.
(Octavio Paz)
ay poetas, autores y libros a los que se regresa por accidente, por, como dice la expresión popular, un feliz accidente. A Material Poético 1918/1961 de Carlos Pellicer sólo se puede acceder por un golpe de suerte en una librería de viejo, ya hay una más en esta ciudad, o porque un amigo decide, en lugar de quedárselo, regalarlo a un amante de los libros, que todavía existen como propone
Mauricio Salvador en el número más reciente de la revista Tierra Adentro.
Material Poético que recopila casi, casi toda la producción del poeta
es una edición hermosa, de gran formato y tipo también grande, en tapa
dura y lomo elegante, publicada en 1962 por la UNAM. Su título dice
bastante de la relación que mantenía Pellicer con su propia poesía. El
poema no es al final sino un cierto material, hecho de palabras, al que
darle forma y que nada tiene que ver con el verdadero material: el mar,
la montaña, el paisaje del trópico, el nacimiento, temas que aparecen
una vez y otra a los largo de estas un poco más de estas seiscientas
páginas.
Hablar de Pellicer es siempre tener que enfrentarse a un poeta que ha
pasado, principalmente en los libros de textos y en los resúmenes de
lectura hechos a toda prisa, como un poeta simple que se limita a
cantar aquello que tiene delante, un paisajista en el peor sentido de
la palabra. Leer a Pellicer, reencontrarse con él, en toda la
diversidad de su obra poética, es una experiencia de descubrimiento
página tras página, demostrando facetas, muchas, que a primera vista
pueden pasar desapercibidas, como por ejemplo ese hermandad con alguien
tan “diferente” a él, aunque coincidentes ambos en la verdadera misión
poética como es Brodsky con el que coincide en los poemas navideños.
Valgan apenas tres ejemplos de entre los muchos que podrían proponerse.
“En medio de la dicha de mi vida / deténgome a decir que el mundo es
bueno / por la divina sangre de la herida”. Esos son los tres versos
que abren su poesía completa y lo colocan en una tradición de sus
contemporáneos, una especie de internacional poética del optimismo,
acercándolo a otro poeta que parecería alejado a él como es Claudio
Guillén, uno de los desconocidos de la tradición española. Para
Pellicer, cantar en verso es también cantar lo bueno del mundo.
“4, 5, 6, 7 poemas / para estas aguas de nadadora coloración, / para
los finos cambios que las montañas sesgan, / los soles corridos y el
aire del sol”. Son los poemas de Pellicer, al modo que han impuesto
primero a la vista y después a la escritura, no simples descripciones
del paisaje sino, como afirman estos versos, diferentes versiones, seis
o siete poemas se titulan con “junio”, afirmaciones de los diferentes
cambios a los que se somete una misma realidad que, observada en
diferentes momentos, cambia ante los ojos poeta y del lector.
“Sólo por ti estoy despierto / en esta media noche / de mi desencanto
universal”. Son estos tres versos un resumen perfecto de la idea de
Carlos Pellicer de la poesía ya que es la suya y la de cualquier
verdadero poeta, parece, el único medio de mantenerse en vela, es decir
sentidos abiertos al mundo, en medio de, sobre todo, el ajetreo y la
manifiesta maldad del mundo.
Dicen del poeta
“Pellicer inaugura de este modo un tono épico, una voz potente y que
abunda en la cantidad, que incide en la magnitud cuantitativa hasta
prácticamente la exageración, una exageración que los melifluos
Contemporáneos supieron, sin embargo, celebrar. Torres Bodet considera
que su verdadera vocación sería la epopeya, que es cantor de montes y
de cascadas, que su abundancia verbal resulta un lujo y que vive la
fiebre en tanto su temperatura normal. Gorostiza lo saludaba como el
poeta que en realidad es dos. Y él parece aceptar esas definiciones
mejor que ninguna otra, cuando se califica a sí mismo de tropical
insobornable, poeta irremediable del desorden.
Probablemente la empresa a la que se destina está por encima de sus
fuerzas “Octavio Paz afirma que su producción exige una buena poda”,
pero la empresa en sí ya es magnífica, interesante, poética e
injustamente olvidada por quienes creen todavía a Neruda el exclusivo
inventor de las cumbres andinas y el descubridor singular de la esencia
americana. Antes de él, Carlos Pellicer ya andaba cantando la maravilla
del verde sin límites“. (Esperanza López Parada en Letras Libres
España).
“Como Walt Whitman, Pellicer fue cantor de las Américas y, en paralelo,
rapsoda de sí mismo. En aquella amplitud estriba su urgente novedad:
ensanchamiento lírico frente al dolor, prudencia épica frente al
arrebato. Paisaje en claroscuro como único espacio de mediación posible
para la poesía”. (Hernán Bravo Varela en Letras Libres México).
Banda sonora
Sé que nadie me entenderá / cuando me encierre solo en mi habitación / y haga los planes para
que mi ciudad viva una nueva explosión. // Sé que el mundo va mal, /
pero por eso no voy a pagar, / así que ya no queda nada de qué hablar.
(“Luces rojas”, Los Flechazos).