Satán al estilo siglo XXI - LJA Aguascalientes
22/11/2024

A veces hay que hablar de cosas no pronunciables y prohibidas, de esas que todo mundo sabe pero no quiere oír, acaso para soñar que con el simple hecho de no nombrarlo, desaparecerá evitando así el alud del impacto de una catástrofe que sabemos nos aplastará tarde o temprano. Y así, imaginemos una guerra al estilo de la vivida por Scarlet Ohara en la película de Lo que el viento se llevó, o vayamos a un paisaje no tan romántico, algo así como la Revolución Mexicana con sus soldaderas y sus corridos y sus demasiados heridos y urgencias médicas sin capacidad de resolución. ¿Verdad que suena a una situación traumática?. Ahora preguntémonos ¿qué implicaría tener una urgencia personal y vivirla en carne propia hoy aún sin estado de guerra?, y si sucediera ¿qué efectos tendría uno o dos o tres o más casos sobre la sociedad entera que mantiene con sus propias cuotas un sistema de salud ineficiente e insensible?. Pues esa lamentablemente es la feroz realidad de mi país y lo peor de todo es que no sucede aún nada.

El sistema de salud pública no funciona o funciona muy mal. ¿Cómo es
posible que si una persona tiene la desgracia de enfermar, deba
–suplicar- por una cita médica (al sistema que alimenta y mantiene con
sus cuotas) y deba soportar malos tratos, autoritarismo, prepotencia,
falta de cordura y sentido común y en fin, una serie de irregularidades
que implica toda la gama de humillaciones posibles? y todo para lograr
estampar en el carnet, una posible cita con el teórico especialista que
una requiere en aproximadamente tres meses por promedio (si bien nos
va). Y así el burócrata del sistema de salud, quizá agobiado de tanta
gente por atender (debe haber alguna razón para ese mediocre proceder),
olvida los principios elementales de buena educación y cortesía y así
con muecas y gestos de desagrado le dicen al enfermo…y si no le gusta,
vaya a otro lugar y cámbiese de sistema, así como si él o la
todopoderoso/a no cobraran un sueldo regularmente aún sin merecerlo,
pues su trabajo (que consiste en aliviar el dolor parece lo han
olvidado), en definitiva no lo ejercen ni por equivocación. Y así el
enfermo debe lidiar con –el pequeño poder- ese que ostentan enfermeras
o médicos que caen en puestos administrativos; el primer contacto entre
paciente y sistema y por ende el primer GRAN obstáculo que hay que
brincar para ser atendido.  Y eso por supuesto no basta. A veces se
logra la cita médica con el especialista, se espera el o los meses
requeridos y sin embargo después de haber esperado, se llega al
glorioso día y resulta que…el doctor no vino pues tomó su día
económico, pase a archivo para que le re-agenden la cita; y de nuevo la
fila, el tiempo perdido, la frustración, la impotencia y todos los
etcéteras que podamos imaginar aunado a lo verdaderamente importante
que es que la enfermedad por la que se acude a ese infierno, se agrava
y agrava por cada día que pasa sin atención. Y entonces viene la
pregunta obligada, ¿por qué o para qué se paga la cuota médica durante
cinco, diez, veinte o más años, si al final el sistema no tan sólo no
sirve, sino hasta ofende e insulta a la dignidad e inclusive hasta
arremete a la inteligencia de los usuarios, y peor aún, mata más que
cura?.

Y no crean que me sucedió a mi, sino a la amiga de una amiga, al
cuñado del amigo de un vecino o a la mamá del pariente del sobrino de
un amigo de la nuera de la abuelita del cuñado de mi primo, quien
asistió regularmente a su cita (previas cuatro cancelaciones, es decir
ocho meses aproximadamente) hasta que por fin, el médico especialista
le solicitó un  estudio y dado que era muy caro, a manera de presión,
decidió hospitalizarla hasta que se lo realizaran y ya lleva dos
semanas ocupando una cama (de esas que dicen que son insuficientes),
conectada a la venoclisis y siendo cuidada día y noche por sus cuatro
hijos que viven en otra ciudad pero deben velarla (aún sin estar
hospitalizada por algún evento quirúrgico o urgencia de terapia
intensiva) porque las enfermeras insisten en que tenga a su lado un
familiar para… lo que se pueda ofrecer. Y eso que a ella le fue bien
por que a su vecina de cuarto, al principio de asistir al servicio, de
entrada le erraron con el daño. Primero la sangraron muchas veces, le
citaron en el laboratorio aún mas y después de perder tres meses de
análisis innecesarios por fin decidió su médico, que su caso era de
psiquiatría pues no era posible que se quejara de dolor cuando la
química sanguínea había salido bien y por ende debía ser una parálisis
por angustia (como el primer caso de Freud me imagino que pensó el
médico) y por ende digno caso de psiquiatra. La enferma una vez más
hizo fila para agendar su cita ahora sí, con el especialista adecuado y
cuando después de tres meses por fin logró verlo, aparte de que la
regañó por el error de su médico general, la dopó con antidepresivos
por otros cuatro meses y como no le quitaron el mal, la regresó con el
médico general para que éste diera bien con el posible especialista que
pudiera ayudarle. Y así para no aburrir, después de tres especialistas
más, por fin le atinaron (que conste que no escribí diagnosticaron) a
realizarle un estudio que demostraba que la señora tenía un tumor
cerebral, foco de todos sus males que de haber sido atendido a tiempo,
quizá le hubiera regalado unos cuantos años más de vida, lástima que
para cuando acertaron, ya no había nada que hacer por ella mas que
rezar en caso de que los familiares fueran creyentes. Y ante tanta
devastación, al final del sepelio, por más que los amigos les
insistieron que demandaran; la familia desistió antes de iniciar, pues
sabían de la pérdida de tiempo, dinero y del desgaste que implicaría la
denuncia que además de todo, no reviviría a la difunta y así mejor,
prefirieron como buenos mexicanos, visitarla este pasado dos de
noviembre con un ramo inmenso de cempasúchil, como si las flores de sol
pudieran consolarle de su muerte innecesaria. Y ahora se quejan de que
la difunta les enfría los pies con sus manos heladas porque parece que
no se ha dado cuenta que ya dejó este mundo, y a pesar de todo esto ni
así denuncian.

Y así podría relatar muchos casos y tragedias que a diario se viven
en los muros grises y fríos de las clínicas de mi pequeño municipio, o
los hospitales de primer nivel de mi pequeña ciudad provinciana, o los
“súper hospitales” de tercer nivel de la ciudad capital o de mi país
entero y ante este panorama de ineficiencia y descaro, sólo queda la
desesperanza ante la imposibilidad de cambiar el estado reinante de las
cosas, e inclusive ante la imposibilidad de ser redimidos aun después
de muertos. Y la desesperanza se transforma en profundidad, en
desconsuelo ante las cosas que estas situaciones anómalas sacan a la
luz, finalmente, en todos y cada uno de nosotros.

Y cuando la situación parece irresoluble, conforme el leguaje
utilizado para describir el estado de las cosas, todo se vuelve hueco
 ante el discurrir público que mengua cada vez más. Y así sin
esparadrapo para acallarnos, ni sogas para amarrarnos, parece que la
inercia nos obliga a conformarnos ante lo imposible y sólo queda la
rebeldía e inconformidad de los indomables que luchan y luchan y luchan
y se vuelven insoportables e incómodos a tal grado que no queda más que
atenderlos aún cuando se les haya ignorado e insultado infinidad de
veces. Claro que de esos no hay muchos en las clínicas por que en
general la enfermedad impide tener la fuerza necesaria para lucha tan
desigual.

Y así, aunque sé que es difícil (y calificado de mal gusto por
cierto) hablar de una misma, fue que en vez de hablar sobre mi
experiencia, decidí mejor escribir en este momento de mi vida, sobre
otros casos para ver si al hacerlo, otros que han tenido que ir al
infierno y han salido quemados, aprenden a decir unas cuantas cosas
acerca de lo que les ha pasado. No puedo concebir cómo aún no se dan
cuenta que en este país, cuando cumplimos treinta años por fin
adquirimos la capacidad de comprender el significado cabal del odio
hacia lo que nos hace tanto mal; y es que parece que al mexicano según
versa el dicho que dice que no hay como vivirlo en carne propia; le
hace falta el latigazo satánico del mal innecesario para así,
impregnarse de la noción del mal y entonces convertirse en un adulto
capaz de enfrentarse a la vida incluyendo la defensa de sus elementales
derechos a la dignidad, a la salud, a la educación, a la seguridad, a
la justicia y todo eso de lo cual carecemos desde siempre.

Y espero que esta desbandada  deje entrever que no obstante todo el
mal padecido, iluminada por el gran misterio y la alquimia de las
acciones que de alguna manera, tan pronto la mano toca la pluma, o el
teclado de la computadora, cesamos ya de ser la víctima impotente de
eso, lo que sea, que nos esclavizaba y nos devaluaba antes de comenzar
a escribir, nombrar y denunciar. No es novedad que las ideas contenidas
en los escritos son un desafío para el orden establecido y por ello las
y los lectores de todos los tiempos se han valido de estos para luchar
contra la injusticia y el abuso del poder, aún a despecho de castigos
tremebundos inventados por los déspotas del momento.  No cabe duda que
la forma como se piensa e interpreta la realidad determina, en gran
medida, cómo una se siente y por lo tanto, cómo actúa; y estas
conductas, influyen a su vez, en la forma en que se ven las cosas quizá
para que otros vean aunque no quieran, una realidad que hay
urgentemente que cambiar más que minimizar o negar.


Show Full Content
Previous Vencen Panteras 89 a 69 a los Huracanes de Tampico
Next Ingenio mexicano
Close

NEXT STORY

Close

LJA 20/05/2018

20/05/2018
Close