José María Hernández Jiménez es licenciado en Comercio Internacional, hace 3 años egresó de la universidad con buenas calificaciones, premios por desempeño académico y desarrollo de proyectos, incluso con experiencia profesional, tras haber realizado su servicio social en una dependencia de gobierno dedicada al desarrollo económico.
Pero a sus credenciales no le han servido para encontrar un trabajo acorde a su nivel de estudios. Tras haber pasado por diferentes empleos eventuales, poco remunerados y que no satisfacen sus intereses, desde hace poco más de un año está desempleado.
En su búsqueda de hacerse de un patrimonio propio para poder salirse
del hogar paterno, José María ha incursionado como ejecutivo de ventas
en una concesionaria de automóviles, donde su único ingreso eran las
comisiones, claro, para tenerlas debía vender carros si no la quincena
llegaba en ceros, situación que ocurrió varias veces, a pesar de que él
mismo se consideraba buen vendedor, “la verdad es que está muy difícil
vender autos, cuando las prioridades de la gente son comer o la escuela
de sus hijos, además tener un auto implica pago de tenencia,
verificación, gasolina que sube cada mes, está difícil”.
Tras resignarse a que esa no era su área y que quizá lo que le hacía
falta era mayor capacitación para encontrar un mejor empleo, José María
decidió salir de ese empleo, para emigrar a Canadá donde se inscribiría
en una escuela de inglés a fin de perfeccionar el idioma, y con la
“inocente idea”, de poder encontrar un trabajo en aquel país
relacionado con su profesión.
Con los ahorros de su trabajo en la agencia, José María cuenta que
fue a vivir a Vancouver, donde tenía algunos amigos y donde coincidió
en fechas para ingresar a una escuela de inglés del gobierno
canadiense, “no son tan caras como las particulares, las aprovechan los
inmigrantes asiáticos, hay un montón de chinos”.
Instalado ya, el dinero empezó a escasearse para cubrir las
necesidades básicas, “no tenía lujos, se vive bien allá pero es muy
caro”. Por esta situación salió en busca de trabajo, tristemente no
encontró nada para su profesión, “el mercado está muy cerrado, si te
dan chamba pero sólo de obrero, los trabajos buenos son para
canadienses o personas que tienen contactos”.
Durante un mes se dedicó al ruffin, como coloquialmente le llaman al
impermeabilizado de techos, muy necesitado debido al clima lluvioso de
Vancouver. “Lo dejé porque estaba muy pesado, tenía que cargar los
botes de impermeabilizante y tablas muy pesadas, los primeros días
tenía moretes en los brazos, además había días que no teníamos trabajo
por la lluvia, hasta que no parara”.
“Después encontré un mejor empleo, era pintor de casas, eso me
gustaba más, pero al final me aburrí, porque no quería ser pintor toda
la vida y sentía que estaba desperdiciando mi tiempo y el esfuerzo de
mis padres en pagarme una carrera como para dedicarme a pintar casas”.
Por ese motivo sumado a algo de nostalgia, regresó a Aguascalientes,
con unos pocos ahorros en la bolsa, que le sirvieron para unos meses
mientras encontró otro empleo como maestro de secundaria en un pequeño
colegio particular.
Allí duro seis meses, “me gustaba dar clases, es muy padre tratar
con chavos, pero me harté porque la directora de la escuela sólo estaba
interesada en ganar dinero a costa de lo que fuera, quería que la
escuela tuviera buen promedio y dejaba que los niños se copiaran en los
exámenes, no hacían honores a la bandera, trataba mal a los maestros,
en fin era un caos”.
Desde ese trabajo José María está en la búsqueda de una oportunidad
incluso fuera de su área, “la verdad sí te desesperas, incluso te
deprimes, es mucha la presión de la familia, a veces piensan que no
buscas lo suficiente, o te reclaman porque estudiaste esa carrera,
además es muy gacho no tener dinero, me hago viejo y no tengo nada que
sea mío”.
José María comenta que son pocos los compañeros de su generación que
han tenido éxito en el trabajo, “los que tienen trabajo, éste no se
relaciona en nada con la carrera, además ganan muy poco”.
Él atribuye esta situación a la falta de oportunidades en el país
para profesionistas, no sólo de su área sino en general, “he repartido
currículos como volantes, pero nada, ahorita estoy esperando la llamada
de un banco en el que hice examen para ejecutivo de cuenta”. Así como
José María está es la situación de cientos de jóvenes en el estado y en
el país.