1.Supongo que las preguntas que he formulado en mis anteriores entregas, no son tan científicas; por tal razón, me extraña que no hayan sido motivo de una respuesta de parte de las instituciones involucradas. Aún así, espero confiado y por el tiempo que sea necesario, el que se me proporcione alguna información al respecto.
2.- También hice el reclamo anteriormente de por qué a mí no se me regalaba nada. Y ¡oh sorpresa! El pasado viernes 6 de noviembre, como de costumbre, de dirigía a la taquilla del Teatro Aguascalientes para adquirir mi boleto de entrada al Concierto de la OSA, y justo al pasar frente a la puerta de acceso al citado inmueble, una persona me preguntó que si quería boletos ¡gratis! para el concierto, a lo que le respondí que ¿de parte de quién?, informándome que “de los músicos de la orquesta”. Así que tomé el boleto de cortesía y me dispuse a disfrutar el evento de la noche. GRACIAS.
3.- Algunos lectores (lo que agradezco) me comentan sobre “lo ácido”
de mis comentarios, y en específico, de mi afirmación de “la falta de
sufrimiento de Natasha Korsakova, (la solista del anterior concierto),
y del por qué pretendo involucrar su vida personal es esto. Respondo:
el arte, y sobre todo el arte musical, es SENSIBILIDAD. Al respecto, el
Doctor Alfonso Pérez Romo, nos dice: “…Cuando un artista hace una
propuesta formal, no está comunicando: está despertando, provocando, en
el contemplador, una respuesta sensorial y afectiva que siempre es
única, personal y distinta. ¿Por qué es esto así? Pues sencillamente
porque toda experiencia estética es íntima, personal, única,
incomunicable: no puede verbalizarse, solo sentirse[1]…”. Y esa
sensibilidad sólo se desarrolla VIVIÉNDOLA, y luego manifestándola en
la “obra artística” que se ofrece. ¿Y en verdad, los “sufrimientos” o
“goces” personales del artista influyen en la obra que ponen a
disposición del espectador? Pues bien: me concretaré a darles a conocer
parte de los comentarios que formula KEITH JARRETT para explicar el
contenido de su reciente producción discográfica, denominada
“Testament”, grabada los días 26 de noviembre y 1 de diciembre de 2008,
en París y Londres, respectivamente, y que está marcada con los número
2130-32 de Ediciones de Música Contemporánea (ECM). Afirma: “…He venido
improvisando al piano, en conciertos solistas, desde que estuve en
Heidelberg, Alemania, a principio de la década de los setentas del
siglo pasado… Heidelberg era una ciudad universitaria con su propio
Festival de Jazz. Me tocó participar una tarde, y recuerdo que desde
que “me conecté” con el primer tono, ya no pude parar; continuaba y
continuaba, como en una especie de viaje interminable, y realmente no
puedo decirles cómo fue que pude parar. EN ESE TIEMPO ME ENCONTRABA
CASADO CON MI PRIMERA ESPOSA, MARGOT[2]…”. ¿Por qué esta aclaración? Y
sigue: “…Con el tiempo, mis conciertos se hicieron más “abstractos”, y
si bien los inicios eran “espontáneos”, como sea, me mantenía “tocando”
por un espacio de 45 minutos, hacía un corte, y continuaba por otras 45
minutos… Después de mi divorcio con Margot, he vivido por 30 años con
mi segunda esposa, Rose Anne. Y en este tiempo, he querido “reinventar”
mis solos de concierto, Y NO HE PODIDO…”. Y continúa reseñando las
dificultades que ha tenido por ahora para estructurar sus “conciertos
para piano solo”, y dándonos a conocer a la vez, las dificultades que
tiene con su segunda esposa Rose Anne, de la que afirma, lo ha
abandonado tres veces en los últimos cuatro años. Y resulta ser más
detallista, respecto del estado de ánimo por el que atravesaba días
antes de su presentación en Londres el 1 de diciembre de 2008. Claro
que las vivencias estrictamente personales (entiéndase sentimentales)
influyen plenamente en la “interpretación artística”, y mientras
aquellas sean “ricas” e “intensas”, su presencia será ineludible. Por
ello mi afirmación respecto de la “frialdad” de Natasha Korsakova. Y
estos argumentos también pueden aplicarse plenamente en relación con la
versión que el pasado viernes, nos ofreció Santiago Lomelín, del
“Concierto para Piano en La Menor”, Op. 16, de Edvard Grieg, una de las
obras “imprescindibles” en las salas de concierto del mundo: aunque
preciosa en su esencia, requiere de una “sensibilidad” especial para su
adecuada interpretación. Así entonces, la juventud del solista fue la
principal limitante: EVIDENTE, SÓLO POR AHORA, SU ACEPTABLE PROCESO DE
FORMACIÓN, SIENDO LA OSA, SÓLO UN ESCALÓN PARA ELLO.
4.- El público en general conoce a Franz Liszt por su meloso “Sueño
de Amor” y por su Rapsodia Húngara No. 2, sobre todo por las excelentes
versiones a cargo de “Tom” (si, el de Tom y Jerry) y de Bugs Bunny. En
mi caso, comento además el impacto que me generaron en su momento las
imágenes de la película “LISZTOMANIA” del año 1975, del Director Ken
Russell, al involucrar en ella toda la “iconografía” nazi (por la
relación-tensión Liszt/Wagner[3]). Al margen señalo, la aceptable
visión que tal director realiza sobre la homosexualidad de Piotr Ilich
Tchaikovsky en “The Music Lovers” de 1971, aunque no me gustó lo
realizado en 1974 sobre “Mahler”. Pues bien, esa imagen del Franz Liszt
venciendo su enemigo, un Wagner “vampirizado” (tema hoy de moda) le
abre las puertas del cielo, a las que accede en una nave espacial. Por
supuesto, no se elimina en tal versión la constante, necesaria y sobre
todo, exuberante belleza femenina, base de la fuerza espiritual de
Liszt. ¿Y qué tuvimos de Liszt en el escenario florido del Teatro
Aguascalientes el pasado viernes? Pues sólo dos versiones aceptables a
dos de sus poemas sinfónicos (modelo musical éste al cual se le
atribuye ser su creador): “Mazeppa” y “Prometeo” (el Titán amigo de los
mortales que robó el fuego a los dioses, para dárselo precisamente a
los humanos para su uso, siendo evidentemente castigado por ello). La
orquesta desarrolló ambas obras con la sobriedad propia de las mismas,
mostrando en plenitud su capacidad, sobre todo en la segunda de las
interpretadas, ante un público apenas interesado en ello, y vamos a
decirlo, escaso para la noche.
5.- Y la versión que se nos mostró de la “Obertura Trágica”, Op. 81
de Johannes Brahms se vio “afectada” de alguna manera por la emoción
especial generada por el “solo” de la sección de trombones, emitido “in
memoriam” de Isaías Palafox Hernández, Trombón II de la OSA. Buen
detalle.
Y hasta aquí por hoy. ¿Qué sorpresa se nos reservará para el Séptimo Concierto?
rodriguezprieto2000@yahoo.com.mx
srodrig@correo.uaa.mx
[1] Alfonso Pérez Romo, “REFLEXIONES EN TORNO AL ARTE”, Revista “Cuenta
y Razón”, Segunda Etapa, Número 7, Marzo 2009, Fundación de Estudios
Sociológicos (FUNDES), Madrid.
[2] La traducción es libre y de mi responsabilidad.
[3] LES INVITO, POR CIERTO, A ESCUCHAR LA MUSICA DE TAL PELICULA
“LISZTOMANIA”, EL MARTES 10 DE NOVIEMBRE, A LAS 22:OO HORAS, EN “CLUB
DE JAZZ RAMO XXXIII”, DE RADIO UNIVERSIDAD, XHUAA, 94.5 MHZ, DE
FRECUENCIA MODULADA.