Una de las mayores traiciones que un pueblo, cualesquiera que sea, puede cometer, es generar una relación de deslealtad con el mundo de las ideas. Traicionar a la academia es una clara apuesta para traicionar los principios generadores de cohesión social.
La Universidad Autónoma de Aguascalientes es víctima de una brutal embestida por parte de los poderes fácticos y legalmente constituidos en Aguascalientes. Con el pretexto de la crisis económica global, se cercena la viabilidad financiera de una UAA que comienza a ser independiente, al mismo tiempo que se proponen aumentos considerables al gasto corriente del gobierno estatal.
Para servir a las televisoras, los diputados locales no dudan ni un segundo en exponerse públicamente (y aun en ese caso, lo hacen de forma cobarde), pero para cerrar filas en torno al pilar más importante del espacio público aguascalentense les tiemblan las piernas.
Pero el crimen más grande no proviene de los poderes fácticos, ni de los diputados, ni del Ejecutivo, sino de las decenas de miles de ciudadanos que le deben a la Universidad su formación intelectual y cívica.
¿En dónde están los egresados, los profesores, los investigadores, los alumnos y los trabajadores que han construido la historia de éxito que es la Universidad Autónoma de Aguascalientes? ¿Qué privilegios vale la pena defender para hipotecar el futuro de cientos de jóvenes que se verán impedidos de concluir sus estudios superiores por los recortes presupuestales?
La Jornada Aguascalientes existe porque existe la Autónoma de Aguascalientes. Lo tenemos muy claro. Y defenderemos su viabilidad, a cualquier costo.