Asistimos al derrumbe de las fronteras éticas en la esfera pública mexicana. Lo que vive el país, y Aguascalientes en específico, es mucho más que la crisis económica a la que los recientes informes de gobierno en los niveles federal, estatal y local se han referido.
Enfrentamos las consecuencias de construir un modelo de bienestar sustentado en la ilegalidad legitimada por la vía de la mercantilización.
Y en medio del fango, las elites se regodean. Imponen reglas fiscales que atrofian la posibilidad de una convivencia cabal en el mediano plazo; se difunde y masifica la cultura de la violencia; y se mina, día con día, la legitimidad de las instituciones. Todo, con el consentimiento de poderes fácticos auténticamente pre-modernos.
Para empujar una alternativa a la ruta que conduce al abismo, la solución no puede estar, en exclusiva, dentro de las esferas política y económica. No basta con que el país asimile otro régimen político ni que adopte otro modelo económico. Necesitamos refundar la esfera cultural.
La palabra debe de ser el medio predilecto para que comunidades epistémicas purifiquen la esfera pública en su conjunto mediante la deliberación. Dignificar nuestro modelo de nación requiere una reivindicación de la palabra, más allá de la restauración del sufragio efectivo y el derecho al trabajo.
Por ello, no festejamos nuestro primer aniversario echando las campanas al vuelo, ni con mensajes desafiantes a quienes se han empeñado en que La Jornada Aguascalientes se reduzca a un simple testimonio. Nos resistimos al auto-empequeñecimiento.
Celebramos, recordando que el reto sigue rebasándonos. Y que de lo que se trataba, no era de ser un periódico leído y consolidado. En realidad pretendemos que la letra impresa se convierta en movimiento, y los lectores en ciudadanos absolutos. Hoy volvemos a nacer.