A la Universidad, todo el respaldo - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La Universidad Autónoma de Aguascalientes nació en 1973 como resultado de una ola renovadora de la educación superior en México. Lo hizo con  un especial y polémico proyecto de organización departamental, distinto al de las facultades. Creció con orden administrativo y sobre todo con un claro sentido de planeación.

Fue cobijada por una sociedad conservadora, plácida, localista y con un proyecto industrial en puerta.  En tres décadas ya había formado a una gran parte de los profesionistas que reclamaba el desarrollo urbano e industrial. También capacitó a un buen porcentaje de los burócratas que requerían calificación profesional.

Dio paso a la primera generación de científicos formados localmente.
En suma se convirtió en una industria del razonamiento lógico y de
reflexión trascendental. Fabricó pensadores en serie.          

La Universidad no es perfecta. Falta consolidar posgrados de
excelencia, internacionalizarla y afirmar el liderazgo que otorga el
saber. Requiere una liga directa con el proyecto de desarrollo
regional.  Necesita un fuerte sistema de autocrítica inteligente.

Con frecuencia está preparada para impulsar proyectos relevantes de
impacto social, científico y tecnológico, una fortaleza que se activa
sólo parcialmente. Comete el equivalente de lo que en la religión
católica se conoce como pecado de omisión.   

No es perfecta, sin embargo se ha convertido con el tiempo en la
institución pública más grande y más eficaz de la historia
contemporánea de Aguascalientes. Por su infraestructura humana y
material es, sin duda, uno de los pilares de cualquiera de los
proyectos de futuro positivos que puedan surgir. 

La sociedad civil la quiere y la aprecia aunque no sabe con
exactitud por qué. Sospecha que es importante pero apenas atina a
pensar que simplemente forma profesionistas, y ya. No ve en ella
valores estratégicos claros. Ni imagina que es una de las llaves
imprescindibles del progreso y el avance civilizatorio. No sospecha
siquiera que es una catapulta del espíritu renacentista.

La sociedad política, hija directa de la institución, sospecha lo
mismo que la sociedad civil aunque siempre la ronda el fantasma de la
demagogia. En un contexto de diferencias irreconciliables, de proyectos
políticos en pugna cotidiana, la Universidad es una de las pocas
certezas compartidas.

La Universidad tiene liderazgo, afectos, reconocimientos constantes
y ahora está bien dirigida. Tiene todo, o casi. Sin embargo las dudas y
la timidez para apoyarla parecen desproporcionadas, desinteligentes y
decepcionantes. Me pregunto ¿qué tendremos que hacer para convertir esa
convicción en recursos financieros?. ¿Qué tenemos que decir para que la
autoridad política sea congruente y no le tiemble la mano en algo que
es totalmente seguro de invertir? No lo sé. Por lo pronto me uno a la
exigencia de que se le otorgue el presupuesto que legalmente y en
justicia le corresponde.



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