La investigación científica local, bien apoyada, y la basura, bien utilizada, pueden solucionar problemas socioeconómicos del país.
De ello da fe el proceso que Juan Carlos Tapia Picazo, profesor investigador, y 10 alumnos del Instituto Tecnológico de Aguascalientes (ITA), en conjunto con otro científico de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) y empresarios del ramo textil de Jalisco, diseñaron para mejorar la producción de fibra de poliéster a partir de botellas de PET.
En entrevista con La Jornada Aguascalientes, Tapia Picazo explicó en
qué consiste este nuevo sistema, sus ventajas con respecto al ya
existente y platicó cómo fue que surgió la idea.
El proyecto ya se venía planeando por inquietud del científico y un
colega, cuando en 2006 cerró el Centro de Tecnología Textil de
Aguascalientes, donde laboraba, “y curiosamente como a los seis meses,
en el estado de Jalisco sale una convocatoria de COECYTJAL, donde
solicitaban resolver un problema, aprovechando este tipo de residuo”,
concurso que también impulso la Cámara de la Industria Textil de esa
entidad.
El problema era que, tras el cierre de una fábrica que era la
principal productora de fibra acrílica textil del país, escaseó ese
material a nivel nacional, se perdieron alrededor de 10 mil empleos y
las empresas que utilizaban esa materia prima tuvieron que adquirirla
de importación o a precios más elevados, e incluso algunas tuvieron
también que cerrar.
Antes de esto, indicó, de las 80 mil toneladas de fibra de poliéster
que se producían en el país, 25 mil se vendían aquí y el resto de se
exportaba, lo que dimensiona de forma más concreta la importancia que
tuvo aquella situación.
El grupo de investigadores y empresarios ganó a finales de 2006 una
beca de un millón de pesos, la cual aplicaron desde mediados de 2007 al
estudio, diseño y fabricación de una nueva maquinaria que diera
solución a la problemática.
La “Adaptación de Tecnología para la Producción de Fibra Corta a
partir de Desechos de Politereftalato (PET)” se encuentra actualmente
en su etapa final, en proceso de obtener la patente y con miras a que
la cámara textil jalisciense haga uso de ella para reponer la
producción regional.
Según dijo, en su fase industrial será capaz de producir una
tonelada de fibra al día y trabajar los 365 días del año; en un futuro
cercano, afirmó, esta tecnología se traerá para que Aguascalientes
abastezca también a la región en la sustitución de la producción de
acrílico, pues empresas productoras de Aguascalientes y otros estados,
tampoco han soportado los embates de la crisis y han quebrado.
El entrevistado explicó el funcionamiento el proceso de la siguiente
manera: luego de recolectar las botellas-de cualquier tamaño- y
“enjuagarlas”, son sometidas a un lavado o “prueba por flotación” para
eliminar cualquier otro residuo que pudiera quedarles; después de
secarlas, son trituradas para obtener las hojuelas de plástico del
tamaño adecuado.
A continuación, pasan por el proceso de “extrusión por fusión”, que
no es más que el fundido del material, que se colecta a través del
bombeo. De aquí, a través de enfriamiento y estiraje, se obtienen los
filamentos de poliéster, paso conocido como “hilatura”.
El procesamiento de una botella, con el sistema desarrollado en un
80 por ciento por el profesor y los estudiantes del ITA, dura
aproximadamente seis minutos y tiene una pérdida del uno por ciento,
por las impurezas propias del compuesto, de modo que para su producción
diaria utiliza unas 515 botellas en total.
Tapia Picazo comentó que este proyecto no significa el
descubrimiento del hilo negro; sin embargo, mencionó varias ventajas
con respecto a la producción de fibras de una única empresa mexicana y
varias chinas y japonesas: la calidad de los filamentos obtenidos de
aquellas sólo puede ser usado, por ejemplo, para relleno de colchones,
pero no para tela, mientras que la que se obtiene con esta maquinaria
sirve para la fabricación de ropa y cobijas, así como que la inversión
en esta maquinaria sería tres veces menor que si es adquirida por otra
vía.
Aclaró que esta maquinaria es un piloto y tiene capacidad de
producción de 500 kilogramos de fibra por día, faltando todavía
escalarlo para alcanzar el objetivo de producción.
El catedrático indicó que la participación del Tecnológico fue en la
parte de laboratorio: “a mí me toca la parte conceptual; yo defino cómo
debe ser el equipo, cómo deben de ser las condiciones”, así como la
ejecución de pruebas químicas para mejorar el proceso en cada una de
sus fases, “definir la continuidad y asegurar la calidad” en la línea
de producción, que calculó en 10 metros.
A los empresarios, uno de los cuales tiene un bufete de ingeniería,
les habría tocado construirlo, primero, a nivel laboratorio (“un equipo
chiquito”) y ahora, con la parte que les corresponde a ellos, a nivel
industrial.
La conclusión del proyecto está fijada para finales de 2009.
Juan Carlos Tapia Picazo lamentó, por otro lado, que el sector
empresarial no tenga confianza en los investigadores, situación que
priva tanto a nivel nacional, como local, pues la inversión del
empresariado facilitaría mucho el progreso de la ciencia.
Destacó, por ejemplo, que gracias a este proyecto, el ITA ya generó
una infraestructura con la cual ya tiene la capacidad de analizar la
calidad de las fibras textiles, con lo que podría ofertar un servicio
con la misma calidad, pero más económico, para una de las industrias
más golpeadas por la crisis económica.
En este caso, dijo, “hubiera costado fácilmente el triple; pero
debido a que hemos explotado de una manera adecuada las habilidades del
grupo, no nos hemos salido del presupuesto”, aunque “para nosotros
construir los equipos, tuvimos que hacer modificaciones, simplificación
de los sistemas, selección de diferentes materiales, modificar incluso
el mismo proceso, para con el presupuesto, poder construir los
equipos”, debido al incremento de los materiales.