Mercedes Sosa… Hasta la victoria - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Mercedes Sosa nunca cantó por cantar y así murió sin morir, musicalizando las venas abiertas de Latinoamérica, abrazándose del dolor para dejarlo todo por el azul soledad de su tierra natal Tucumán. La “voz de América”, la artista más popular de Argentina que desafió con su música la dictadura militar y quien desde el exilio anticipó la restauración de la democracia de su país, falleció el pasado domingo cuatro de octubre a la edad de 74 años. Militante del Partido Comunista, apoyó a lo largo de su vida las causas de la izquierda en momentos en que en varios países de América Latina, la vida humana no tenía valor alguno, y cientos de ellas se perdían en la oscuridad de las mazmorras porque los usurpadores del poder pensaban que las canciones de protesta eran un peligro para el mundo. Por eso había que acallar a Mercedes, como una manera de silenciar al pueblo argentino.

En 1995 dejó de cantar en la tierra que la vio nacer, debido a la
elección del represor Antonio Domingo Bussi, como mandatario de aquella
provincia argentina. El 10 de diciembre de 1999 Bussi dejó de ser
gobernador y  “La Negra Sosa” volvió a cantar en Tucumán diciendo: «así
como decidí hace muchos años no cantar más en Chile mientras gobernara
Pinochet, yo decidí en su momento no volver a cantar más aquí mientras
gobernase Bussi». En 2008 Bussi fue condenado a cadena perpetua por sus
crímenes contra la humanidad.

Sus canciones brotaron en la espiga de la conciencia y su voz se
hizo cuchillo al fin para no morir jamás. Rompió cadenas con su canto y
encendió hogueras con su voz logrando como nadie deslumbrarnos con la
luz de los oprimidos, condenando con  su música a los verdugos
opresores y a los buitres insaciables que todo lo devoran. Tuvo tantos
hermanos que nunca los pudo contar y una hermana muy hermosa que se
llamó libertad.

Con Víctor Jara sembró el vuelo del alma de un labrador  y con
Atahualpa Yupanqui cantó las penas de los tucumanos en la pobrecita
zamba del surco. Recibió de Julio Lacarra, la osadía de ser libre a
través de las cuerdas de su guitarra para que no sonaran tristes a la
hora del adiós y las ganas de andar gritando que no está muerto quien
va desafiando la mentira, revelando su estatura del brazo de los demás.

Con Patricio Manss, Mercedes Sosa cada que se acordaba de su país le
sangraba un volcán y se moría de pan, se llovía en abril, se escribía
de sal, se atrasaba de bien, se angustiaba de tren, se agrietaba de
mar, se enfermaba de anden, se enojaba de ayer, se calzaba el deber y
se encrespaba de ser.

Le cantó a Latinoamérica de tanto verla olvidada, le dio esperanza,
buscó su garganta y le dio voz con Héctor Negro y Osvaldo Avena.
Derramó su amor bajo las estrellas, buscando en cada una de ellas una
nueva ilusión para hacer posible esta tierra, con sus viejas
cicatrices, con sus tristes mutilados, con sus muertos despojados, los
que nombró enamorada, los que lloró derrumbada y los que siempre a su
lado, con sus sueños desvelados, entregaron su costado para los
desamparados victoriosos torturados pero nunca derrotados a la manera
de Víctor Heredia.

Con Violeta Parra le dio gracias a la vida y siempre hubo en su alma
un libro de recuerdos donde quedaron las huellas de sus nobles
sentimientos. Sentía que la atrapaba la soledad cuando se acordaba de
todos los que han sufrido, de todos los que no están y de aquellos que
se iban a ningún lugar. No hubo abrigo que calmara sus miedos porque
después de tanto llorar los veía salir de nuevo y le dolía mucho el
hambre de un nuevo cielo como se lo inspiró Alejandro Lerner.

No olvidaremos el Sólo le pido a Dios que alentó el movimiento de
resistencia civil y pacífica de Andrés Manuel López Obrador, contra la
usurpación del gobierno calderonista en 2006 y a todos aquellos que en
el zócalo de la Ciudad de México y en Paseo de la Reforma cantamos a
Mercedes Sosa con la esperanza de que no todo en esa lucha nos fuera
indiferente. Y así seguiremos muchas mujeres buscando poemas nuevos
para cantarlos  con voz de viento y de sal, vestidas de mar, buscando
nuestra libertad.



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