Me he estado divirtiendo mucho con la comedia política protagonizada por Juanito, acompañado por un reparto de actores políticos, unos como co-estrellas y otros como actores de reparto. De esa comedia la última imagen que tengo en la memoria es la del actor pisoteando su corbata roja y gritando mueras al PT traidor, después de protestar como delegado de Iztapalapa. Como solicitó permiso por 59 días, quién sabe si sobre esa imagen habrá que escribir fin o continuará. A mí me gusta ese final porque los finales de comedia con discursos moralizantes no me gustan. La comedia de Juanito se parece a las comedias políticas de Cantinflas sin el final edificante de Si yo fuera diputado o, aún más, Su excelencia.
También me ha divertido la comedia protagonizada por el Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi, al cual no puedo comparar con los actores cómicos italianos del momento, porque no los conozco, sino con uno de un pasado ya no tan reciente: Lando Buzzanca, ¿alguien lo recuerda? Como creo que no, he aquí la reseña de una de sus tantas películas: Cuando las Mujeres Perdierron la Cola.
Ham (Buzzanca) llega desde una civilización superior, acompañado de
su esposa Katorcia, a una tribu cavernícola que ignora lo que es el
comercio y decide aprovecharse de su ignorancia. Pone entonces una
tienda y después toda una cadena, donde les vende los productos que
ellos mismos le proporcionan y se hace rico. No contento con eso, se
apodera de la bella de la tribu, cuyos encantos termina vendiéndoles
también. Berlusconi aparece en la escena pública en Italia en los
tiempos en que la televisión era estatal y sólo había dos canales, por
lo que aprovecha la situación para edificar el imperio mediático que
ahora tiene y que le ha servido de plataforma para su carrera política.
También se apodera de las jóvenes y bellas de la tribu (las velinas que
buscan una oportunidad en la TV), que después les venderá a los
italianos en los programas de variedades de sus canales. Por cierto, la
esposa de Berlusconi es más bella que Katorcia, no hay comparación
posible.
Me imagino que, como yo, también los italianos se divierten con su
Primer Ministro cuando le escuchan decir a los damnificados del
terremoto de Aquila, que se alojan en tiendas de campaña ,que se
imaginen que están en un campamento vacacional y que lo disfruten, o
cuando dice que Michelle y Barack Obama están un poco bronceaditos, o
cuando responde a quienes lo critican por usar recursos públicos para
llevar a las jovencísimas aspirantes televisivas (quienes le llaman
«papi») a sus residencias, para animar sus fiestas privadas, que lo que
pasa es que le tienen envidia, que todos quisieran ser como él. Lo que
no sé es si ya quieren que la comedia se termine porque el comediante
empieza a parecerse al gran dictador, o si prefieren seguirse
divirtiendo.
Claro, aparte de lo divertido, no son lo mismo Juanito y Berlusconi.
Éste, ya lo dije, tiene un imperio mediático, es dueño del Milán, es el
Primer Ministro y, no lo dije pero se intuye, es uno de los hombres más
ricos de Italia. Aquel, es decir Juanito, no tiene imperios ni equipos
deportivos -sólo posa con físico culturistas-, es Delegado de
Iztapalapa pero con permiso, y parece que sólo es rico en cintas
tricolores con su nombre y, claro, en popularidad. Berlusconi usa a sus
aliados políticos según sus propias conveniencias, y Juanito es usado,
dicen los lopezobradoristas que para un buen fin si lo usan ellos, o
que para un mal fin si lo usan las televisoras y los partidos de la
derecha. Y al revés si la comedia es leída por éstos últimos.
Hace tiempo que vengo pensando que los mexicanos y los italianos nos
parecemos en algunas cosas, entre ellas los altos niveles de
corrupción, el desorden, los pocos deseos de trabajar, lo formalmente
católicos, la política que sólo se desarrolla en las pugnas entre los
partidos y los políticos sin que importe el país (y eso que ellos
tienen a Bobbio, que en paz descanse. Se ve que tampoco los políticos
de allá leen, o que los que leen no gobiernan, o que por los ojos les
entra y por sus intereses les sale lo que leen). Pero hay algo que no
entiendo, ¿por qué ellos son un país desarrollado y nosotros no? Hace
tiempo que una revista italiana ponía en su portada: ¡Resulta que somos
el número uno!, refiriéndose a los resultados de una encuesta sobre
calidad de vida en Europa. Y lo ponía así, entre admiraciones, como si
para ellos mismos fuera difícil de creer y de entender, ¿cómo puede ser
el primero cuando parece el país menos serio de Europa? ¿Y si resulta
que es precisamente por eso? Como el juego político consiste en
derribar unos gobiernos para poner otros, Italia ha tenido 62 en 69
años, dos de los cuales sólo han durado doce días y uno once. ¿No
tendríamos que aprender a vivir, como ellos, prácticamente sin
gobierno, y más bien divertirnos con una comedia que tal parece que non
é finita?