La semana pasada al escuchar la noticia de que Mercedes Sosa se encontraba enferma, me di a la tarea de buscar los discos que desde hace años tengo de esa cantante latinoamericana (perdón por no acotarla sólo como argentina), y me pasé todo el sábado escuchando a ese ejemplo de congruencia que fue la querida Negra. Escuchando su música los recuerdos de mi primera juventud se agolparon irremediablemente en mi mente, y así recordé personas y momentos que me marcaron para el resto de mi vida, y los cuales forman parte de mi historia personal.
Cuando escuchaba a la Negra entonar esa hermosa canción Gracias a la
vida, de Violeta Parra, me puse a pensar en que pocas ocasiones de
verdad le agradecemos a la vida, lo que nos ha dado, y pude recordar mi
años de universitario, cuando escuchaba la música de tantos y tantos
exponentes latinoamericanos, con lo cuales logré construir mi vocación
en pro de nuestro sub continente; y así mismo cuántos y cuántos
maestros tuve, que por las dictaduras militares de los 70s y 80s,
encontraron refugio en nuestro país, y nos legaron su excelente
preparación académica y humanista en las clases que nos impartieron en
mi amada Universidad Nacional Autónoma de México.
A mi memoria vinieron gratos recuerdos y enseñanzas de grandes
maestros sudamericanos, a los cuales tuve la fortuna de conocer en el
transcurso de mi formación universitaria. Cómo no recordar al maestro
Julio Sau Aguayo, que en el primer día de clase de Derecho
Internacional Público (que fue la primera materia que tomábamos los
estudiantes de relaciones internacionales, en el tronco común
sociopolítico, en la entonces ENEP Acatlán, ahora FES Acatlán), nos
dijo “ me da mucho gusto que estén interesados en estudiar relaciones
internacionales, me imagino que leen periódicos y revistas
especializadas en temas internacionales” y nos enumeró una larga lista
de publicaciones de esta índole, y al terminar lo único que encontró
fue un silencio sepulcral de sus alumnos, y dijo “bueno empezamos
bien”.
O el maestro Miguel Escobar, que auque no fue mi maestro de Ciencia
Política, a mí y al resto de mis compañeros nos imponía su sola
presencia, ya que veíamos en él la personificación de lo que es la
inteligencia y la congruencia ideológica.
También recordé al maestro Antonio Cortés Terzi, que en la primera
semana de clases en la materia Análisis de la Coyuntura Política
Internacional, nos manifestó que dejaba la clase y al país que lo
acogió como exiliado, porque era necesario que regresara a Chile a
continuar la batalla contra la dictadura de Pinochet, (aunque todos
sabíamos que estaba en la lista de perseguidos políticos de esa
oprobiosa dictadura), y lamentaba no continuar el ciclo escolar con
nosotros.
Así como estos maestros latinoamericanos, hubo otros muchos que nos
dieron parte de su sapiencia a través de sus clases, pero nos dieron
algo más preciado al menos para mí, el tener bien claro, “que se puede
vivir bien en cualquier lugar, pero si vive mejor del lado de los
principios”.
Al siguiente día de haber escuchado la música de Mercedes Sosa por
varias horas, me enteré por los noticieros que había fallecido, y lo
primero que pensé, es que gente como ella desaparece físicamente, pero
nunca muere en realidad.
Hoy a unos días de su desaparición física estoy seguro que como ella
cantaba “cambia todo cambia, cambia todo cambia, pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre, ni el recuerdo ni el dolor de mi pueblo
y de mi gente”, quienes la tenemos como un símbolo de la libertad tan
añorada de nuestros pueblos, le podemos decir que seguramente está
“cantando al sol como la cigarra, después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente, que vuelve de la guerra”.
Así con la evocación por la Negra y todos los recuerdos de los
latinoamericanos que con su música, su literatura, sus ejemplos de vida
(Salvador Allende) y su lucha incansable lucha por la libertad, nos
marcaron a toda una generación, le puedo decir a Mercedes Sosa que “el
cantor no se calla” y que hay que dar Gracias a la Vida.