El escritor joven zacatecano Manuel Ramos Montes fue el ganador del premio Salvador Gallardo Dávalos 2009, con el libro titulado El llanto de Lisboa, título que en primera instancia le recuerda a su hija que precisamente lleva ese nombre y fue ella recién llegada al mundo, quien le marcó el ritmo de cómo iba escribiendo por las noches.
Sus inicios en la literatura fueron como lector con Kafka, sin imaginarse que en algún momento iba a escribir, a ese momento él le llama su bautizo, ya como escritor no tiene la fecha precisa de cuando comenzó a dedicarse de una manera más constante al juego de las letras, sólo reconoció desde un principio una necesidad en sí mismo de responder a esos textos que le decían tanto y quería hacer una especie de retribución.
“Mi primer acercamiento, como te digo, fue como lector sin la pretensión de convertirme en autor, cosa que creo aún no lo soy, estoy dedicado a esto de alguna forma como decisión involuntaria”.
A los 22 años publicó su primer libro de cuentos, luego una novela que recibió un premio del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) con el premio Juan Rulfo 2007, luego vino un libro más y ahora Llanto de Lisboa que también fue premiado.
Independientemente de que en su familia sus abuelos se dedicaran y su bisabuelo haya escrito en algún momento, Ramos Montes consideró que esto nada tiene que ver porque el oficio o la dedicación a la escritura es más bien algo de lo que se desconoce su origen, es una situación misteriosa y enigmática pero de una fuerza clara para quien la padece, aunque también pudiera ser la situación de soledad e incertidumbre que se vive hoy la que lo ha llevado a escribir. “Es siempre un mandamiento por hacer, por cumplir es una profesión que se impone por sí sola sobre uno mismo”.
Ramos Montes se considera un escritor oscuro, de esos que sufren al momento de crear y eso se deja entrever en su escritura rebuscada, aunque también reconoció que el sufrimiento va en la misma proporción del placer que siente al momento de seguir una línea que se estuvo tardando en llegar para darle forma a una nueva creación.
Para él, el mundo de la publicación es un tanto ajeno a como en realidad se siente al momento de la pura creación, “me da mucha pena ver mi nombre en portadas, este desdoblamiento del que hablaba mucho Borges de no saber qué, es lo que está funcionando, no es uno, no es el individuo, yo creo mucho en esta cuestión inexplicable que hace funcionar el mecanismo de la escritura”.
El llanto de Lisboa no tiene ritmo, tiene arritmias, es un libro intrincado, muy difícil de digerir y eso fue lo que a Ramos Montes le sorprendió de haber ganado el premio, aunque al mismo tiempo tomó como referencia esta experiencia para creer que siempre hay alguien que está dispuesto a acompañar a los escritores en los experimentos.
“Yo me siente orgulloso de los libros como organismos vivos que hayan funcionado, que hayan sabido conducirse, a mí me cuesta trabajo implicarme ahí, después que salen parece como si fuera sólo el resultado de algo para lo que yo fui medio”.
Lisboa es el nombre de su hija y es también la ciudad donde nació Fernando Pezzoa de quien intenta hacer un retrato a través de su narrativa a quien incluso le dedicó un capítulo que es el central, aunque está mezclado con recuerdos, anécdotas y otras historias que de principio parecieran no tener conexión.