"Las madres de Aguascalientes son las verdaderas culpables de la delincuencia en Aguascalientes”. Aquella mañana era la consigna del locutor ante la noticia de que son cada vez más jóvenes quienes delinquen en nuestra entidad. La consternación se derivaba del asesinato del candidato a diputado José Francisco Fuentes Esperón y su familia en Villahermosa, Tabasco, por tres jóvenes, entre los cuales el autor intelectual era menor de edad. El comentarista exaltaba su preocupación diciendo que él ya había notado y recalcado que la delincuencia juvenil era la última tendencia en nuestro Estado y que ya no era posible seguir protegiendo con leyes a quienes comenzaban una segura carrera delictiva. Sin embargo, ese día su indignación no se dirigía solamente al sistema judicial, tampoco a la precaria situación económica y la carencia de espacios laborales para que esos jóvenes encuentren oportunidades de desarrollo. Ese día su indignación fue con las madres de familia, quienes no habían educado bien a sus hijos, quienes protegían al vástago que había tomado el mal camino, quienes lloraban e imploraban para que no se les castigaran… eran las madres verdaderas culpables del grado de la delincuencia en nuestro Estado.
Este es uno de los ejemplos más contundentes de la arraigada
cultura machista que aún prevalece entre la sociedad aquicalidense. Las
mujeres continúan siendo vistas como las únicas responsables de la
educación de los hijos, en las que recae el exclusivo compromiso de
llevar por la “senda del bien” a la familia completa. La frase “No
tiene madre” es tan común, que no nos damos cuenta del grado de su
contenido misógino. Lo que bien es cierto es que generalmente lo que no
se tiene es “padre” pues el hombre se limita a asumir su rol
productor, es decir, su tarea termina al llevar dinero y comida a la
casa. Lo que debería ser una responsabilidad compartida, pues los hijos
son de ambos, continúa con la retrógrada costumbre de que la mujer debe
quedarse en casa y velar por la integridad de su familia: ¡Ay de
aquellas que abandonan sus hogares al salir a trabajar, dejando en
orfandad su única razón de existir, sus hijos!
Aquella mañana apagué el radio. No soporté la ignorancia y los
obsoletos comentarios del locutor más escuchado de Aguascalientes. No
podía creer que se alegrara al ver llorar y sufrir a las madres cuando
pedían clemencia por sus hijos. Mucho menos podía creer que lo dijera
al aire. Me sorprendió que no hubiera ni un solo reclamo al respecto en
su centro de mensajes. Sin embargo, aquella mañana me faltó el coraje
para levantar la voz y expresar mi desacuerdo. Mi enfado limitó mi
pensamiento y ató mis palabras al nudo de mi garganta.
Esta mañana es distinta.
Ayer una amiga se acercó para contarme que una de esas madres de
Aguascalientes había pasado el día en la puerta de su casa llorando
para que retirara la denuncia contra su hijo, quien había ultrajado a
la hija de mi amiga. El joven pertenecía a una banda de secuestradores
y trata de blancas. Su madre, inconsolable, pedía comprensión y empatía
“de mujer a mujer, de madre a madre”. Pero con serenidad, la otra madre
que también había sufrido por la desesperación de no encontrar a su
hija y, después, por verla destrozada en cuerpo y alma, respondió con
firmeza: “Mi hija no pidió ser secuestrada. Su hijo tomó esa decisión.
No considero que usted sea la culpable de esa decisión, pero no me pida
que deje esto como si nunca hubiera pasado.”
Esta mañana me di cuenta que las generalizaciones carcomen y
lastiman a la sociedad, por lo que quise expresar mi admiración por las
mujeres de Aguascalientes que luchan contra las injusticias y la
violencia de género. Ellas también son madres de Aguascalientes y
también sufren al ver a sus familiares ser víctimas de la delincuencia.
Esta mañana quise escribir para que algún padre de Aguascalientes,
profesor de Aguascalientes, político de Aguascalientes o locutor de
Aguascalientes, asuma su responsabilidad y comprenda que inculcar
valores en la familia tiene mejor resultado con el ejemplo, la
comunicación y acción de sus integrantes, de TODOS Y TODAS sus
integrantes. Los verdaderos culpables de la delincuencia no tienen
sexo-género: pobreza, desigualdad, corrupción, desintegración familiar…
Esta mañana es y debe ser distinta.