El pasado: Aguascalientes, septiembre de 1969, Casa de la Cultura, I Feria del Libro. El presente: Aguascalientes, octubre de 2009, Museo Descubre, XLI Feria del Libro. ¿Sólo una efeméride cultural? No. Mucho más que eso. Un pasado que se renueva año con año hasta asentarse como una feliz tradición de los aguascalentenses.
Del entusiasmo y el impulso inicial de Jorge Galván, a la seriedad y
profesionalismo de Gustavo Vázquez, la Feria del Libro llegó para
quedarse, para convertirse en una necesaria e indispensable política
pública en torno a la cultura. El ferial de los libros ha salido avante
de las crisis económicas y los recortes presupuestales, ha sobrevivido
al desdén y menosprecio iletrado de funcionarios públicos, políticos y
legisladores y ha tolerado la grilla insidiosa de “promotores
culturales” de cantina y café. Sigue viva y actuante.
En sus cuarenta años de vida, han sido innumerables los niños,
jóvenes y adultos que han comprado su primer libro e iniciado su
trayectoria como lectores asiduos, en este espacio público de
celebración del libro y la lectura. Ciudadanos que han regresado al año
siguiente a revivir la grata experiencia de gastar en cultura y
refrendar su condición de lectores. Ciudadanos lectores dispuestos a
sorprenderse por encontrar al fin el libro que andaban buscando,
dispuestos a asombrarse por tener a la vista y al alcance del bolsillo
al autor favorito, a embobarse por la gran cantidad de novedades y la
plural diversidad de editoriales, autores, disciplinas y géneros
ofrecidos. Lectores primerizos los ha habido que –es mi caso- la
primera vez que visitaron la Feria del Libro, lo hicieron bajo su
circunstancia de jóvenes solteros, y ahora, años después, regresan
acompañados de sus hijos para satisfacerles o inculcarles el gusanito
de la lectura y el consumo gratificante. Otros que, al igual que
Gustavo Vázquez, en su primera experiencia como visitantes a la Feria
del Libro, nunca se imaginaron que algún día la Feria iba a estar bajo
su responsabilidad y custodia, transformando esa experiencia primigenia
en una evocación entrañable.
¿Saben los secretarios de finanzas, de desarrollo económico y de
turismo cuántos empleos, los recursos que moviliza y la cuantía de la
derrama económica que genera la Feria del Libro? No le pidamos peras al
olmo. Pues a pesar de la indiferencia y la miopía de políticos y
gobernantes a considerar la dimensión cultural del desarrollo, la Feria
del Libro se afirma como una presencia viva, imprescindible, necesaria
para nuestro desarrollo como sociedad, para formar mejores lectores y
mejores ciudadanos, mejor capital humano como dicen ellos.
En lugar de fomentar el alcoholismo y el narcomenudeo a través de la
modernización de los antros y las cantinas, convendría más fomentar la
lectura, el único vicio impune y tolerable que debería existir.
Pilón. “Lea, no se aburra”, “Leer no duele”, “El que lee nunca está
solo”, entre “más libros más libres”, “No te quedes sin palabras, lee
un libro”.